Acabamos el día hoy en Estambul pero no hablando de alguna mezquita sino de una cisterna. Hablamos en concentro de la Cisterna Basílica o Cisterna de Yerebatan y para situarnos lo mejor es recordar que es una cisterna.
En Estambul, en sus orígenes, se construyeron gran cantidad de depósitos de agua para asegurar el acceso al líquido elemento en caso de que la ciudad fuese atacada. Es por eso que hay repartidos por la urbe más grande de Turquía diferentes palacios sumergidos, como también son conocidos.
Concretamente, la Cisterna Basílica estaba destinada a abastecer de agua al Palacio Bizantino y otros edificios del Capitolio. Fue construida en tiempo récord, en el año 532, y se trata de la más grande de las 60 cisternas que fueron construidas en Estambul durante la época Bizantina.
Sus medidas son sorprendentes: 140 metros por 70 metros y 336 columnas de 9 metros de altura. Se calcula que la Cisterna Basílica podía llegar a almacenar unos 100.000 metros cúbicos de agua, agua que era traída a través del acueducto de Valente.
Cabe hacer una mención a dos columnas de la Cisterna Basílica que tienen como base una cabeza de Medusa. Aunque su origen es desconocido, se dice que están orientados hacia los lados y boca abajo con el fin de que no causaran efecto los poderes de este personaje mitológico que podía dejar petrificado a quien lo mirará.