“En la actualidad conceptualizamos el 'espacio' como producto de relaciones, una complejidad de redes, vínculos, prácticas, intercambios tanto a nivel muy íntimo (como el del hogar) como a nivel global”
Doreen Massey
Son muchas las reflexiones que surgen estos días, detonadas por la pandemia del COVID-19 y la situación de crisis sanitaria global. Como profesionales del ámbito del urbanismo y la planificación urbana sentimos la responsabilidad -o la necesidad-, de compartir aquellas reflexiones y propuestas que tienen la ciudad y el territorio como escenario.
La pandemia actúa contra la idea misma de ciudad, atacando a priori la esencia de nuestros modelos urbanos. La densidad de población, el intercambio socioeconómico, el modelo cultural y de relación social o los sistemas de movilidad, pasan de ser los puntos fuertes de las urbes a convertirse en los grandes facilitadores de la propagación de un virus.
Aunque el impacto del COVID-19 y la efectividad de las medidas para abordar la emergencia y la crisis consiguiente varían en los distintos territorios - rurales o urbanos, más o menos vulnerables, más o menos preparados- la magnitud del COVID-19 es global, por lo que podemos reconocer patrones compartidos y parece descabellado no plantear políticas coordinadas y cooperativas. Esta crisis está poniendo en cuestión nuestras ciudades globales, nuestros modelos de desarrollo territorial, las relaciones geográficas entre territorios interdependientes.
Sabemos ya que el COVID-19 no es un accidente aislado, sino que está revelando toda una serie de problemáticas conectadas. Ha puesto de manifiesto los déficits de nuestro sistema sanitario y de nuestro modelo económico, pero también está poniendo en cuestión nuestras formas de vida, a nivel individual y colectivo. Está dando pie a pensamientos que saltan constantemente de escala, conectando lo micro y lo macro, el cuerpo propio y la política pública, el salón de nuestras casas y la ciudad. Tiempo y espacio para reflexionar En estos días de confinamiento, lo doméstico se ha convertido en protagonista de nuestra rutina y nos hemos visto obligadas a parar y a movernos solo por aquello que socialmente consideramos de primera necesidad. La ciudad pública, productiva y dinámica ha experimentado una pausa difícil de imaginar –e imposible de proponer- hace unos meses. Se abre así un escenario de incertidumbre, extraordinario y radical que del que no podemos permitirnos salir sin proponer y asumir cambios y transformaciones.
El valor de los cuidados
La llegada de la pandemia ha colocado la salud por delante de muchos otros criterios - económicos, socioculturales, educativos, religiosos, etc.- y nos está haciendo valorar de forma incuestionable los sistemas públicos. Estamos experimentando muy de cerca que invertir en un sistema sanitario de calidad, así como contar con sectores públicos fuertes es imprescindible para gestionar una crisis como esta. Pero esta reflexión que surge de lo sanitario, puede trasladarse a otros ámbitos. Más que nunca, valorar lo público implica también cuidar lo común, pensar en el otro para tomar decisiones individuales.
Con el Coronavirus hemos puesto en el centro de las políticas públicas los cuidados sanitarios y con el confinamiento doméstico, los reproductivos. La esfera de los cuidados – familiares, individuales y colectivos- tiene ahora más visibilidad que nunca. Estamos viviendo en nuestras casas un ensayo de nuevos modelos de conciliación laboral y de redistribución de los cuidados. Pero el COVID-19 está desmontando, también, estructuras de cuidados que creímos que funcionaban: los servicios sociosanitarios para personas mayores, que nos están dejando las escenas más tristes de esta crisis. Saldremos de la emergencia con una gran deuda social y emocional con las personas mayores y tendremos que reflexionar mucho para construir otros modelos de cuidar la vejez.
El envejecimiento en nuestras ciudades lleva tiempo relacionado, también, con una problemática dura e invisible: la soledad y el aislamiento. El confinamiento ha popularizado, al menos por unos días, esta sensación y nos está haciendo descubrir a la fuerza la importancia que cobran el tejido social y las redes comunitarias cuando estamos solas en casa. Desde hace unas semanas, conocemos a nuestras vecinas y vecinos, nos preocupa cómo están y si necesitan algo, aplaudimos para dar –y darnos- ánimos.
Frente al aislamiento, lo comunitario y lo solidario
Distintas iniciativas están surgiendo, tanto analógicas -carteles ofreciendo ayuda en las comunidades vecinales- como digitales - aplicaciones para afrontar juntas, aunque separadas, esta crisis-. Son estrategias que recuperan realidades olvidadas, refuerzan las redes y mejoran sustancialmente la calidad de vida urbana, y que esperemos perduren más allá de estas semanas.
Entre ellas se encuentran Frena La Curva , plataforma ciudadana para organizar la energía social y la resiliencia cívica frente a la pandemia, Supervecina, o redes de apoyo vecinal a escala barrial en distintas ciudades como Zaragoza, o Madrid. A nivel internacional las comunidades vinculadas al placemaking también están actuando de manera efectiva.
Entre la vivienda y la ciudad
Estos días, la vivienda se ha convertido en nuestro principal escenario, dejando al descubierto sus mayores virtudes y carencias. Uno de sus espacios más destacados es del balcón. La perspectiva feminista aplicada a la vivienda lleva tiempo reivindicando la importancia de lugares de conexión entre lo público y lo privado, espacios exteriores que conecten la vida doméstica con la comunitaria, calles con ojos y ventanas con actividad social. Estos días que nuestro salón es el lugar para todo –trabajo, juego, estudio, deporte...- los balcones se han convertido en la vía para conectarnos con la ciudad.
Cabe reivindicar, una vez más, el derecho a una vivienda digna. Urge combatir la vulnerabilidad residencial, el hacinamiento, la infravivienda y la falta de espacios de calidad que padecen tantas personas en nuestras ciudades, así como la inestabilidad residencial y las dificultades de acceso a la vivienda.
El mercado del alquiler está experimentando ya una transformación. La desactivación del turismo está haciendo emerger la oferta de pisos que antes se encontraban reservados a turistas. Lo que está incidiendo de manera clara en la reducción de los precios del alquiler…¿será el Coronavirus el desencadenante del pinchazo de la burbuja del alquiler?
Asimismo, debemos tener en cuenta que lo doméstico no siempre es un refugio. Cuando la casa no es un espacio seguro es imprescindible que existan redes más allá y espacios a los que acudir. Las denuncias por violencia de género han aumentado estos días de encierro; hay que poner el foco en la violencia machista y dar el soporte público y comunitario necesario para combatirla.
La ciudad on-line ha adquirido más presencia que nunca. Los intercambios sociales, culturales y económicos se realizan a través de la red, configurando nuevos vínculos públicos y privados de los que participamos desde casa. Las nuevas tecnologías y dinámicas digitales nos permiten encontrarnos pero, ahora que la vida continúa a través de Internet (teletrabajo, clases on-line, webinars, redes sociales, información, etc.) la brecha digital nos aleja más que nunca. Según datos del INE, el 14% de los hogares en España no tienen acceso a Internet (2019) y el 22% no tienen un ordenador.
Desigualdades sistémicas
Esta pandemia está sacando a la luz uno de los retos pendientes más dolorosos que existen en nuestras ciudades: la vulnerabilidad urbana y social. Con el confinamiento, el impacto de las desigualdades, tan presentes sobre todo en nuestras grandes ciudades, se vuelve exponencial. Hablamos de condiciones habitacionales, de riesgo de pobreza, de esperanza de vida, de acceso a servicios, y muchos otros factores que, sumados a la crisis global, incrementan enormemente los riesgos. De hecho, en las redes hemos mantenido un interesante diálogo en relación al agravamiento de desigualdad urbana por el impacto del COVID-19 y el confinamiento, que puede consultarse en este hilo de Twitter. Un tema que abordaremos de manera específica en breve en el blog.
La ciudad de proximidad
Otro gran aprendizaje de la temporada es la importancia de la proximidad. El comercio de barrio es uno de los grandes pilares de nuestra nueva rutina y muchas alarmas han saltado en torno a los bienes de consumo que consideramos básicos. Entre los ámbitos profesionales a aplaudir estos días, tan invisibles desde los entornos urbanos, están los relacionados con la producción primaria y el abastecimiento. Se abre un gran capítulo sobre los modelos de producción y consumo de nuestras ciudades, que habrán de ser repensados.
La ciudad que conocíamos se sostenía gracias a la movilidad. Los discursos sobre la importancia de las redes de proximidad quedaban suplidos, en muchos casos, por el uso del vehículo privado o del transporte público. Necesitábamos movernos por motivos laborales, pero muchas veces también requeríamos de un medio de transporte para hacer la compra o acudir a determinados equipamientos y servicios. Con la inmovilización que trae el estado de alarma estamos dando forma a una ciudad distinta. Se han desdibujado las grandes centralidades y se están creando muchas otras, relacionadas con la vida de barrio. Tal vez ahora más que nunca tengan sentido reivindicar aquellas "políticas de la inmovilidad" que preconizaba Emmanuel Pierobon en nuestro blog hace años.
Los recorridos a pie o en bicicleta se auguran como una gran solución para el desconfinamiento y serán un pilar clave para pensar la movilidad en la ciudad pos-COVID. Ni un transporte público masificado, ni el coche privado, dan respuesta a las nuevas necesidades de salud pública. Los desplazamientos laborales definían en gran medida nuestras grandes ciudades, por lo que el modelo de teletrabajo que estamos ensayando con el estado de alarma puede suponer un cambio radical ,no solo para la movilidad urbana, sino también para el reequilibrio urbano y territorial: desde los barrios dormitorio hasta la España vaciada.
Junto con las reflexiones alrededor de la movilidad pensamos –con optimismo- en la reducción de la contaminación, la mejora de la calidad del aire y el camino hacia nuevas ciudades saludables. Según un informe de ecologistas en acción, la contaminación del aire en Madrid ha bajado de un 56% desde que comenzó el estado de alarma, y un 64%, gracias al descenso de la movilidad privada motorizada. La reducción de la contaminación atmosférica en las grandes ciudades también se refleja en los últimos datos publicados por la Agencia Espacial Europea, donde se muestran grandes reducciones de las concentraciones de dióxido de nitrógeno en nuestro continente.
Hacia ciudades saludables, habitables y resilientes
La COVID-19 es un problema antropocéntrico; merece la pena valorar el cambio que están experimentando nuestros entornos y nuestras ciudades ahora que el ser humano ha frenado su actividad. Más allá de las imágenes de animales tomando calles (jabalís, pavos reales, cisnes o cabras en espacios públicos), es interesante analizar cómo el cese de actividad humana, de la movilidad y de la industria está repercutiendo sobre la biodiversidad de nuestras ciudades y territorios. No debemos olvidar la otra crisis global, la ecológica y ambiental, en la que ya estábamos inmersos antes de que llegara la pandemia.
Aprovechemos este parón forzado como punto de inflexión para replantearnos nuestros modelos urbanos y territoriales y sacar partido de los aprendizajes de estos días. Va a ser necesario un impulso para reconstruirnos, pero es importante que pensemos bien cómo y hacia dónde queremos -y podemos permitirnos- ir, sin olvidar la responsabilidad ecológica y social.
Sin duda esta crisis nos exige abordar cambios. Después de las medidas de emergencia, será necesario plantear una planificación pausada, reflexiva e integral para salir de la crisis transformando nuestras ciudades y territorios en lugares más saludables, habitable y resilientes.
¡Sigue el debate en Twitter!
Desde el inicio del confinamiento estamos publicando artículos y contenidos sobre COVID-19, ciudad y urbanismo a través de nuestra cuenta en Twitter @paistransversal. Puedes consultar el hilo que hemos creado donde los centralizamos aquí.
Créditos de las imágenes:
Imagen 1: Calle en Madrid durante el confinamiento (fuente: Paisaje Transversal) Imagen 2: Edificios y comunidades conectadas en Madrid (fuente: Lucía Sánchez) Imagen 3: Balcón en Madrid durante el confinamiento (fuente: Paisaje Transversal) Imagen 4: Esquema de “La ville du quart d’heure”. Propuesta central de la campaña de Anne Hidalgo para su reelección como alcaldesa de París durante las elecciones municipales de 2020 (fuente: Paris en Commun) Imagen 5: Ilustración sobre el COVID-19 y la ecología (fuente: @_BiciMan_)