Han pasado casi dos meses desde que me fui de Japón y llegué a Vietnam. Se dice pronto dos meses pero para mí este tiempo ha pasado volando. He estado bastante liado y por fin encuentro un momento para reflexionar sobre lo que ha supuesto este cambio.
Algunos de vosotros, sobre todo mis amigos más cercanos, os preguntaréis cómo he vivido el regreso a Saigón después llevar tanto tiempo añorando esta querida ciudad. Vine por primera vez en 2007, por azares del destino más que por decisión propia, pero el caso es que durante el año que estuve aquí destinado viví un montón de experiencias que me marcaron profundamente. Marcharme de Vietnam fue una idea terrible y en su día me arrepentí, pero al final he conseguido encontrar el camino de vuelta y aquí estoy de nuevo, dispuesto a comenzar una segunda etapa.
No mentiré si os digo que aunque tenía muy claro que quería regresar, también tenía cierto miedo a que después de tantos años la ciudad hubiera cambiado demasiado o la ausencia de ciertas amistades hicieran que nada fuera a ser lo mismo. Al final mis expectativas no sólo se han cumplido sino que además se han visto superadas. ¡Me siento muy feliz de estar de vuelta!
La ciudad ha cambiado, en efecto, pero a mejor. La vida es ahora más fácil que hace cinco años. El desarrollo ha llegado aquí poco a poco y ya apenas se echan en falta las comodidades de occidente. No obstante, a Ho Chi Minh City aún le queda mucho para poder compararse con sus vecinas Bangkok o Manila, y más lejos queda Singapur. Pero esta ciudad tiene algo especial, una esencia y un carácter distinto de las demás y que enamora a sus visitantes.
Quizás sea porque deseaba mucho volver aquí, pero Saigón me parece más bonita que nunca. El casco antiguo del distrito 1 llevaba años en reforma y ha quedado magnífico. La ciudad recupera el esplendor de sus años de herencia francesa con los edificios de arquitectura clásica al final de Lê Lợi en el cruce con Đồng Khởi y Nguyễn Huệ, que contrastan con los modernos rascacielos de cristal que se elevan por encima de las nubes en lo que denominará el centro financiero.
Vietnam continúa siendo el régimen comunista que se instauró tras finalizar la guerra con EEUU, pero en contra de lo que vaticinaron algunos el modelo socialista ha traído el progreso a este país. Aunque todavía hay algunas desigualdades sociales y un fuerte contraste entre ricos y pobres, el camino emprendido va en la dirección correcta.
El día a día en la ciudad no es muy diferente del que conociera años atrás. La construcción de la red de transporte público es lenta y va con retraso así que la moto sigue siendo el principal medio para moverse. La motocicleta, que con el tiempo ha terminado convirtiéndose en un elemento intrínseco de Vietnam, en el fondo es una medida necesaria mientras el gobierno siga poniendo trabas a la importación de coches debido a la carencia de infraestructuras. A este paso, Vietnam podría ser uno de los países del mundo donde sus habitantes pasen de utilizar bicicletas y motos a moverse en transporte público sin tener que pasar por el coche, un tipo de vehículo poco eficiente para países densamente poblados.
Ir en moto te da bastante libertad, no dependes de horarios y puedes llegar hasta donde quieras y aparcar donde puedas. Lo único malo que le veo es la lluvia. Desde Mayo hasta Noviembre tenemos temporada de lluvias al sur de Vietnam y conducir con lluvia es un engorro, especialmente si las calles se inundan. No obstante, el fenómeno es previsible y ocurre sólo a ciertas horas del día y durante un rato. Puedes adelantar o retrasar la salida de la oficina según veas que va a empezar a llover. Luego escampa y por la noche suele estar despejado, lo cual es maravilloso porque raras veces ves comprometidos tus planes de salir de fiesta a causa del tiempo.
Y hablando de salir de fiesta, la política local de ocio nocturno parece que se ha relajado y ahora hay muchas más discotecas y clubs en Saigón que abren "until late". Curiosamente hay más oferta pero la agenda de muchos sigue marcada por los garitos de siempre: el Lush, el Apo y el Go2. La gran novedad es que la vida social se extiende más allá del fin de semana y continúa la noche de los martes, cuando toca Ladies Night y se sale a tope.
Cuento con buenas amistades para salir de fiesta. Españoles que conocí a través de viejos amigos y que se han convertido en mi nueva familia. Tenerles a ellos ha sido un apoyo importante para readaptarme de nuevo, aunque tampoco es que me esté costando demasiado. Recordar el idioma facilita también las cosas. Mi oído se va acostumbrando a procesar las cadenas de monosílabos y he recuperado la fluidez que tenía, aunque mi vocabulario es bastante limitado y cuando saque tiempo me gustaría seguir aprendiendo vietnamita.
La mayor dificultad que he tenido al llegar quizás ha sido buscar apartamento. Encontré uno cerca del aeropuerto, no demasiado lejos del centro en el borde del distrito de Bình Thạnh con Phú Nhuận, en un barrio en el que hay de todo y también viven algunos colegas. Es un piso de 94 metros con dos habitaciones y un salón enorme con cocina para mí solo por poco más de lo que pagaba por un piso compartido en Japón.
Lo cierto es que comparado con Japón, la búsqueda de piso en Vietnam ha sido infinitamente más fácil, empezando porque aquí los pisos se alquilan completamente amueblados y únicamente hace falta dejar un depósito que se devuelve íntegro al finalizar el contrato de alquiler, nada de descontar una parte para gastos de limpieza (estoy bastante descontento con el sablazo que me metieron al dejar el piso de Tsukuba). Tampoco hace falta entregar ningún dinero de gratitud al propietario del apartamento, siendo este último el que además se encarga de pagar la comisión a la agencia inmobiliaria. Del registro como residente también se encarga el dueño. En fin, nada que ver con la pesadilla me tocó sufrir en Japón.
Pero bueno, no sólo el alquiler de la vivienda es barato sino todo en general. Me flipa lo mucho y bien que se come aquí por pocos euros. Disfrutar de la gastronomía es uno de los mayores placeres de Vietnam.
En fin, como véis estoy muy contento de haber regresado y por el momento las cosas van bien. A estas alturas estoy convencido de que marcharme de Japón y volver a Vietnam fue una sabia decisión. Japón me parece un país muy curioso e interesante, pero no me resulta tan excitante como el sudeste asiático. A mí realmente me gusta esto: el calor tropical, el caos, el ruido, las calles llenas de vida, las sonrisas, la felicidad de la que uno termina contagiado.
Y no importa lo mucho que conozca ya de Saigón, la ciudad sigue manteniendo ese halo de misterio y disfruto descubriendo sus secretos pacientemente. Así que si en algún momento dejo de postear, no os preocupéis, amigos. Seguramente estaré tan ocupado disfrutando de la vida aquí que no me queda tiempo para compartir las experiencias.