"El altavoz emitirá un incorpóreo aliento humano. Las cosas ya nunca serán como antes, dirá, como si fuese lo que ella necesita oír. Como si no supiese de lo inestable de las torres altas, del hambre de ruina de la ciudad. Como si no fuese eso a por lo que había venido" (Nevada, de Claire Vaye Watkins)¿Y si la ciudad en movimiento no fuera más que un remolino interminable de luz, repleto de vidas incandescentes y recuerdos perecederos?
Hace justo un año estuve a punto de abrirme la cabeza en dos ocasiones consecutivas y, en mi deambular conmocionado por el pasillo, pensé "¿y si esto es el final del camino? ¿Y si esta es la orilla del beautiful river, como cantaba Burning Spear y Sinnead O'Connor? ¿Y si al final dejo mi siguiente novela a medias? La luz al final del túnel, ¿de qué color es? Tal vez es un simple cañón de energía que retroalimenta la existencia, como un viejo televisor ante una cámara que le graba. ¿A dónde van a parar las imágenes entrelazadas de la memoria? ¿Desde el otro lado podré hacer balance de las películas y ciudades que no me dio tiempo a ver?"
La ciudad en movimiento ha cambiado de nombre y he dejado de hacerme tantas preguntas. Ahora solo espero la respuesta de las editoriales.