Duermevela nos trae La ciudad justa, la primera parte de una trilogía y finalista como Mejor Novela del Mithopoeic Fantasy Award en 2017 y el Prometheus Award.
Catalogada como fantasía utópica, en esta novela veremos hacer realidad la República de Platón, introduciéndonos en un mundo filosófico donde todo parece ir bien. Niños, máquinas y adultos parecen vivir en armonía siguiendo todo lo que planteó Platón, hasta que un día llega Sócrates y comienzan a dudar de lo que han estado haciendo.
El juego de los Dioses
Algo que siempre me ha fascinado de los Dioses griegos es que son unos metetes y les encanta experimentar, además de otras cosas. En este caso tenemos a Atenea, la Diosa griega de la sabiduría, que ha decidido cumplir el deseo de un montón de eruditos de llevar a cabo la república de Platón. Eso sí, hay dos condiciones: que hayan leído La república de Platón en griego y que recen a Atenea. Y una de ellas es Maia, una dama victoriana que quiere aprenderlo absolutamente todo desde que era una niña y que tras perder a su padre se siente algo perdida. Cuando descubre a Platón desea, de todo corazón, vivir en un lugar así ya que allí viviría en igualdad de condiciones y no sería mal vista por su sed de conocimiento. Y así es como llega a La ciudad justa, aparece ahí rodeada de gente con su misma sed.
Pero Atenea no es tonta y decide llevar a cabo su experimento en un lugar que acabará quedando reducido a cenizas en algún momento. Lo hace en la isla de Thera, que hoy en día conocemos como Santorini, arrasada hace 3.600 años por un volcán. También es un buen año, porque está alejado de todo lo que conocemos hoy en día y, por si esto te ayuda a saber un poco más cuándo ocurrió, la propia autora enmarca la historia antes de la guerra de Troya. Por lo que si el experimento va mal, no pasa nada. Acabará sepultada bajo la lava.
¿Y si va bien? Bueno, el final va a ser el mismo porque es inevitable.
Claro, que esto lo sabe la autora, Atenea y el lector. La ciudadanía no es consciente de este suceso, así que seremos testigos de sus esperanzas, ya que esperan que la república se instaure por los siglos de los siglos.
Se convirtió en árbol. Fue un Misterio. Así debió ser. Era lo único que tenía sentido, porque no lo entendí. Odio no entender algo. Me metí en todo esto porque no entendí por qué se convirtió en árbol...
Pero no solo tenemos a esa Diosa en esta historia, sino que también estará metido hasta el cuello Apolo. ¿Por qué? ¿Qué se le ha perdido aquí? Pues os lo voy a contar por si estáis un poco perdidos. En uno de los mitos, Apolo persigue a Dafne y cuando este está a punto de alcanzarle, Dafne pide transformarse en árbol. Se supone que el rechazo de la ninfa es porque Eros le dispara a ella con una flecha de odio y a él de amor, pero en esta novela se utiliza el mito para hablar del consentimiento.
Apolo, que juega a eso de las persecuciones con otras ninfas, no le entra en la cabeza que una mujer prefiera ser un árbol antes que estar con él y quiere aprender qué son las emociones humanas. Así que, tras contarle su problema a Atenea, Apolo acaba transformado en un niño privado de sus poderes para comprender a los demás y hacerse mejor persona.
De la teoría a la práctica
Platón era un hombre soltero y sin hijos.
Os preguntaréis qué importa eso.
Pues bastante, porque cuando planteó unas cuántas cosas en su república lo hizo bajo su condición de soltero y a lo largo de la novela veremos cómo hay algunas cosas que no acaban de encajar.
Empecemos por el principio, ¿os parece? Bien, os he dicho que en la ciudad había eruditos, los dos Dioses y niños. ¿Pero de dónde sacan a los niños? Según Platón, hay que empezar con la educación a eso de los diez años y, por tanto, los necesitan de esa edad para poder llevar a cabo el experimento desde el principio. Tras meditarlo, deciden que la solución es comprar niños esclavos y llevarlos a la Ciudad Justa, así esos niños recibirán una educación y serán "libres". Tiene que haber el mismo número de niños que de niñas, así que van trayéndolos poco a poco hasta tener un buen número de ellos.
En el Año Quinto de la ciudad, cuando nuestra edad oficial era de quince años, le llegó por fin el turno a Florentia de aprender astronomía.
Estos viven en pequeñas casas, divididas en mujeres y hombres, y reciben una educación. Según los años que vayan cumpliendo, irá avanzando su temario y su mente se irá expandiendo. Además, les dividirán por su valía, teniendo unos puestos distintos según en lo que destaquen. Y aquí es donde aparece la tercera narradora de esta historia: Simmea. Esta cree completamente en el proyecto y está entusiasmada por esta oportunidad, tanto que no duda de nada lo que está viviendo. Además, se hace amiga de un chico un poco especial y poco a poco irá descubriendo qué le espera en este lugar tan único.
Por supuesto, la meta tanto de eruditos como de los niños es pensar en el aprendizaje y en seguir las normas de Platón, por lo que deciden darles las tareas más difíciles a unos robots venidos del futuro.
Ponen en práctica el gobierno como dicta Platón, las fiestas, los rituales para procrear, la maternidad a la manera del filósofo... Y a todo el mundo parece venirle bien, pero poco a poco veremos cómo no es todo lo que parece. Y es que si he remarcado que Platón era soltero y no tenía hijos es porque no tuvo en cuenta las emociones, sino que lo hizo todo de una forma bastante fría.
Si bien es cierto que en esta novela no hay guerras ni grandes emociones, a medida que pasamos las páginas vemos cómo se va desarrollando esa ciudad y somos testigos del trabajo tanto de los eruditos como de los niños para que eso salga adelante y ver si es posible la utopía. Pero un día llega Sócrates, un hombre al que le encantaba preguntar para entender, y empieza a hacer preguntas que incomodan a la gente.
Un buen principio
Si os soy sincera, nunca he sido una amante de la filosofía pero tenía muchísima curiosidad por ver lo que había hecho Jo Walton con Platón. La cogí con algo de miedo, pero quería saber si esta novela también era apta para personas como yo que no tienen mucha idea del tema y, desde ya, os digo que sí. No hace falta haberse leído La República ni tampoco tener idea de filosofía, porque Walton consigue hacértelo increíblemente fácil. Te lo va explicando de forma natural con diálogos, acciones y reflexiones cuando es pertinente, así nadie se pierde al leerla. Eso sí, si eres un poco friki vas a pillar quiénes son algunas de las figuras históricas que aparecen por ahí.
La ciudad justa es la primera parte de una trilogía, pero (y me alegra decirlo) no se nota en absoluto. Jo Walton no convierte este primer libro en una introducción a nada, como hacen últimamente en muchos libros, sino que es una historia en sí misma que te atrapa desde el principio y que, mientras te deja claro qué tipo de obra es, te va contando la historia de tres personas que parecen reencontrarse en esta isla.
Trata temas como la libertad, el amor romántico, el amor altruista, la amistad, la esclavitud, las mentiras piadosas, el engaño... haciéndote reflexionar, además de entretenerte. Y también te prepara para lo que está por venir en las siguientes novelas.
Estoy deseando continuar con esa trilogía, sobre todo si es en una edición tan cuidada como la de Duermevela. La traducción de Blanca Rodríguez también es una maravilla, por lo que si queréis leer esta historia os recomiendo completamente hacerlo con esta edición.