No es la sinopsis de una película, sino una realidad de la que todavía se desconoce el origen. Las primeras noticias las dio una clínica veterinaria, a la que luego se sumaron fuentes oficiales, especialmente el Instituto Veterinario y la Autoridad de Seguridad Alimentaria. La alarma se produjo cuando tal número de muertes (hasta el momento son 27) se reportaron desde finales de agosto y principios de septiembre, algo que no suele ser normal. Y no sólo en referencia a los perros fallecidos, sino sobre todo a los más de 40 casos de animales enfermos pero que, afortunadamente, se han recuperado. A principios del mes de junio, la isla de Askøy en Noruega sufrió una crisis de E-coli. Más de 2.000 de sus menos de 25.000 habitantes sufrieron náuseas, vómitos, dolor de estómago y diarrea, en una epidemia provocada por esta bacteria que surgió tras la contaminación del agua debido a las fuertes lluvias registradas. Por tanto, las autoridades noruegas se mostraron desde el principio muy receptivas a trabajar con interés en saber si éste podría ser otro caso de epidemia que pudiera afectar también a los humanos. Las primeras investigaciones descartaron rápidamente el E-coli o la salmonella como causas del brote. Pero la incógnita, a día de hoy, sigue estando ahí. Tras una semana de investigaciones, cuestionarios a los dueños de los perros fallecidos y enfermos y a las clínicas veterinarias y autopsias a nueve de los 27 perros muertos, el origen de la epidemia aún no se ha encontrado. Y además la proliferación de animales con los mismos síntomas ha pasado de estar enfocado a dos o tres zonas de la ciudad de Oslo, a extenderse por diversas localidades del país. Y ahora se ha reportado casos de perros con los mismos síntomas en la ciudad italiana de Génova y en Finlandia. Ante la falta de conocimiento real de la enfermedad, las autoridades veterinarias y alimentarias de Noruega lanzaron una serie de recomendaciones a los dueños de perros, entre ellas no permitir que sus perros tuvieran contacto con otros perros y evitar que en los paseos los caninos olisquearan en los parques o calles, ante la posibilidad de que fuera una enfermedad contagiosa. Y aunque en los últimos días parece extenderse la teoría de que no existe posibilidad de contagio, las autoridades mantienen todavía estas recomendaciones, lo que ya comienza a despertar algunas (pocas) críticas. ¿Cómo es posible que, a una semana del brote, aún no se confirme oficialmente que no estamos ante una enfermedad contagiosa?
Atardecer en un parque de Oslo habitualmente lleno de perros.
Oslo es una de las ciudades más "animal friendly" del mundo. Los perros pueden viajar en cualquier medio de transporte y existen amplias zonas de ocio para los "amigos de cuatro patas". Aunque existe la prohibición de tener sueltos a los perros entre los meses de abril y septiembre, que es la época de llegada al Norte de Europa de las aves migratorias, muchas de ellas protegidas, y que pueden ser objeto de fatales encuentros con los perros. Pero en los últimos días, la imagen de los parques de Oslo, habitualmente nutridos de grandes y pequeños canes, se ha visto profundamente cambiada. Y ahora encontramos grandes superficies verdes solitarias y casi silenciosas. Cierto grado de histeria (dentro de lo poco histérico que puede ser un noruego), se ha apoderado de los dueños de perros, que en la mayor parte de las ocasiones siguen a rajatabla las recomendaciones de las autoridades. Pero muchos se preguntan: ¿no deberían haber establecido en poco tiempo el grado de contagio o no de la enfermedad? Especialmente cuando ha habido casos de dueños de varios perros entre los cuales no ha habido un contagio, sino que la enfermedad solo ha afectado a uno de ellos.
Imagen tomada por el dueño de la perra Saki.
Es el caso de Saki, una Alaska Malamute de 5 años de edad que contrajo la enfermedad la semana pasada y cuya imagen, tomada por su dueño y publicada por el diario Dagbladet, es una de las más terribles y representativas de la pesadilla que han vivido muchos dueños de perros estos días. La perra sufrió vómitos y diarreas durante la noche, y su dueño, Ivar Fonkalsrud, comprobó al despertarse que su sala de estar estaba llena de rastros de sangre. Afortunadamente, el final ha sido feliz para Saki, recuperada ya del síndrome, pero al mismo tiempo parece demostrar que no existe un contagio, ya que en la misma casa habitaba otro perro que no sufrió los síntomas. Las autoridades, al momento de escribir este artículo, aún recomiendan evitar el contacto entre perros. Esta incertidumbre es quizás una de las que más se han criticado. Aunque siempre entendiendo que no es fácil encontrar el origen en casos tan aislados y, según las autopsias practicadas y las encuestas realizadas, sin aparentes características en común en cuanto a comidas, zonas o prácticas experimentadas por los perros afectados. Pero ni qué decir tiene que la alarma ha afectado incluso económicamente al sector. Numerosas ferias de animales o encuentros caninos han sido suspendidos, e incluso el cuerpo canino de la policía o los perros que visitan a los enfermos entrenados por la Cruz Roja han eliminado por el momento todo tipo de actividades. El único sector que ha sufrido un incremento de ventas es el de los seguros para perros. En los últimos días ha habido un notable aumento en la venta de seguros de enfermedad, aunque realmente estos seguros no cubren los gastos sanitarios que se produjeron dentro de los 20 días posteriores a su adquisición. Y a pesar de que, como en el caso de muchas familias, el seguro cubre un máximo de 3.000 € en gastos, pero la hospitalización de un perro enfermo por estos síntomas, que necesita en algunos casos severos tratamiento intravenoso, cuesta en Noruega unos 1.000 € al día. Teniendo en cuenta que muchos de los que tienen que ir al hospital, completamente debilitados por la deshidratación, tienen que pasar casi una semana en tratamiento, el gasto puede llegar a los 6.000 o 7.000 €.Pero, ¿qué se sabe hasta el momento? Las autoridades noruegas realizan una actualización casi diaria de sus investigaciones desde que surgió la noticia del posible brote. Pero en muchas ocasiones para no decir casi nada nuevo. Muchos piden menos actualización y más concreción. En todo caso, lo que sí ha quedado claro es que en la mayor parte de los perros sometidos a autopsia, se han encontrado dos bacterias que pueden provocar, juntas o por separado, este tipo de síntomas. Y ahora el foco se ha puesto sobre la bacteria Providencia alcalifaciens, a la que dedicó una tesis hace 13 años la investigadora noruega Aud Kari Fauske, quien afirma que no es normal que se encuentre esta bacteria en tal cantidad de perros. Aunque la respuesta aún no está clara esta es, de las dos, la bacteria menos común y por tanto la que tiene más posibilidades de ser la causante de los fallecimientos que, en la mayor parte de los casos, se han producido en tan solo 24 horas tras las diarreas. Aunque cierto misterio rodea todavía a esta extraña enfermedad, otros investigadores comienzan a dudar de que estemos ante una epidemia real. Y afirman que en el otoño, con las lluvias y las aguas estancadas, no es extraño que proliferen bacterias más resistentes y que éstas, como ocurrió en la isla de Askøy, puedan provocar un brote epidémico. Pero que de ahí a mantener una alarma nacional hay un trecho importante. En todo caso, en Oslo, donde se dieron a conocer los primeros casos, los parques siguen vacíos.