Leyendo a Tonucci tomé conciencia de cómo en las últimas décadas las ciudades se han planificado al margen de la vida de los niños. En su libro “cuando los niños dicen basta” reflexiona ampliamente sobre las inconveniencias que los actuales modelos de desarrollos urbanos presentan para la vida cotidiana de los niños. Sobre todo en las grandes ciudades el diseño urbanístico ha sido impuesto por el “hombre productivo” que tan sólo pretendía se le facilitara una comunicación rápida y expedita, ciudades convertidas en carreteras y repletas de aparcamiento. En las ciudades se impuso el modelo de la invasión del asfalto, la superficie asfaltada de España supera el territorio de la provincia de Cádiz, más de 7.536 kilómetros cuadrados, y en general toda las poblaciones han sido los grandes perdedores, pero entre todos, los niños los que más. Las ciudades se han hecho imposibles para los niños, se han estirado en vertical, reducidos los espacios de recreos y de compartición social y el tránsito se ha convertido en una actividad peligrosa para los niños.
Tonucci ofrece unas cifras que merecen reflexión, si en las décadas de los años 1970 y 1980, el 80 por 100 de los niños íbamos andando al colegio, hoy día esta cifra ha bajado hasta el 20 por 100 (aproximando las cifras). Esto sucede en Italia, España y en la mayoría de los países industrializados. Esta nueva circunstancia social afecta a la movilidad de los niños, al nuevo problema de la obesidad infantil y también a su dificultad de asumir riesgos y exploración del territorio como parte del desarrollo físico y psíquico de los niños. Y ello enlaza con “la asunción de los riesgos” por parte de los niños, que representa una cuestión clave en el desarrollo de los niños.
Ciertamente las ciudades se han tornado de espalda a los niños, éstos han perdido su libertad de movimiento y de exploración. Por ejemplo, un niño que viva en un piso de una planta octava de un edificio no dispone ni siquiera de la capacidad de bajar a la calle, tiene prohibido usar el ascensor y la calle se ha convertido en un circuito de vehículos. Las calles se han transformado en un territorio peligroso para los niños que concita el temor y las limitaciones de los padres.
Los niños necesitan recuperar el espacio de las ciudades, utilizar recorridos seguros, y disponer de lugares de encuentro para jugar y compartir con otros niños, y además que sean próximos a sus casas, no le valen las grandes zonas verdes, o las “territorios o áreas reservadas” para niños que representan verdaderos apartheid se segregación por edad.
En las ciudades más amable para los niños estas adversidades se están corrigiendo relativamente, se delimitan itinerarios seguros para que los niños puedan ir al colegio andando, se construyen viarios para bicicletas, se promueven pequeñas plazas de convivencia para el juego de los niños, y en general recuperamos la función convivencial de las ciudades, para andar, jugar, compartir o simplemente estar o contemplar. Hoy, animado por UNICEF, surge una estrategia de ciudades amigas de la infancia que trata de recuperar los espacios públicos para los niños y para todos, y cada vez más municipios se ven animados a apostar por el cambio del diseño y funcionalidad de los espacios públicos de las ciudades. Pero lo más significativo de este proceso de reconversión es que ahora los niños se convierten en actores claves en la redefinición de los espacios públicos. Al menos, a tenor de la práctica, sería lo deseable. En las experiencias de participación infantil de las que contamos, que son ya extensas, en materia de planificación y diseño urbanístico se advierteque los niños son las únicas personas que tienen la facultad y competencia de integrar las necesidades específicas de los diversos colectivos humanos. Ello enlaza con la visión higiénica, generosa y solidaria de los niños que ya hemos comentado y más adelante reflexionaremos. Nos consta que cuando le preguntamos a los niños cómo idear un espacio público o como planificar un nuevo territorio urbano ellos disponen de una especial capacidad integradora que les permite atender a sus propias necesidades y a la de sus padres, abuelos y demás personas de su entorno. Por ello es tan relevante que incorporemos a los niños y jóvenes en el diseño de los espacios urbanos, y que aprovechemos su capacidad innovadora y creativa para advertir necesidades futuras y su facultad integradora para definir espacios comunes abiertos a todos.
Foto de Iñigo Escalante ( http://500px.com/photo/1930939)