Son insaciables, codiciosos, avarientos y se sienten tan fuertes y seguros, rodeados de policías, jueces amigos y periodistas sometidos, que carecen de frenos y han perdido el miedo a las leyes, al abuso y al pueblo, al que avasallan y esquilman. Al contemplarlo uno comprende toda la verdad que encierra aquella sentencia de que "cuando el pueblo teme al gobierno, es que hay tiranía, pero cuando el gobierno teme al pueblo es que hay democracia". En la Europa del presente y, sobre todo, en países altamente degradados, como España, es el pueblo el que tiene terror al gobierno.
Antes conseguían de la corrupción todo el dinero que necesitaban para enriquecerse y despilfarrar, mediante mordidas, comisiones, subvenciones vendidas, contratos públicos trucados y otras suciedades, pero ahora, como la sociedad se ha sensibilizado ante ese abuso y los jueces consideran la corrupción un crimen, ahora lo están sustituyendo por el robo legalizado a los ciudadanos y a las empresas, a través de tasas e impuestos, una práctica de saqueo nauseabunda, abusiva, antidemocratica, canalla y contraria a la Constitución, aunque ellos la hayan convertido en legal.
Nos quieren convencer de que Donald Trump es un monstruo, cuando los verdaderos monstruos son ellos, los políticos tradicionales de Occidente, avaros, arrogantes, saqueadores y enfermos de codicia. Trump al menos ha bajado los impuestos y está reduciendo el tamaño del Estado, justo lo contrario de lo que hacen Rajoy, Susana y sus colegas españoles y europeos, dispuestos a arruinar a sus ciudadanos antes que abrazar el ahorro y la austeridad.
¡Que regresen pronto los liberales!, esos que quieren un Estado mínimo y que dicen que donde mejor está el dinero es en el bolsillo de los ciudadanos. Ellos los han expulsado del poder y nos los pintan como seres implacables e inmisericordes, pero comparados con Rajoy, Pablo Iglesias, Zapatero y sus colegas políticos europeos, todos ellos adoradores de un Estado inmenso controlado por ellos y sus partidos, los liberales son como ángeles, portadores de pura libertad, aire fresco, decoro y auténtico progreso.
Hay que echar del poder con urgencia a esos políticos codiciosos que, acostumbrados a gastar dinero como locos, están sustituyendo la corrupción, que ya asquea a los ciudadanos y que es castigada por los jueces, por ese robo legal que realizan esquilmando a los ciudadanos con impuestos brutales y abusivos.
Las víctimas andaluzas del Impuesto de Sucesiones son la mas elocuente prueba de que el poder se está deslizando desde la corrupción al saqueo legalizado por leyes hechas por ellos mismos para que se les permita arrebatar el dinero que los ciudadanos ganan con su esfuerzo. Cada español trabaja ya entre tres y ocho meses al año para el Estado, según sea su volumen de ingresos, pero pronto trabajarán mas tiempo para los codiciosos políticos que para dar de comer a sus familias, educar a sus hijos y disfrutar un poco de la vida.
La tendencia al cobro excesivo de impuestos y tasas es hija de la codicia y el mayor peligro de la política en los tiempos actuales, un cáncer mucho más letal y peligroso que la corrupción. Como ya no pueden cobrar comisiones, vender concursos públicos y robar al erario público, ahora han decidido saquear a los ciudadanos.
Las sociedades de Occidente tienen un enorme déficit de valores, pero, comparadas con sus políticos, son trozos de cielo al lado de un infierno de codicia, todo un desierto yermo de piedad, de valores y de principios.
Francisco Rubiales