La colina

Por Solymoscas

La temporada se alargó con la muerte de Antoñete, que fue la última brisa, mejor, tos, de lo taurino antes del parón de invierno. Y en esto, por la calle, me echaron una mano al brazo. Unos deditos diminutos pertenecientes a uno de esos humanos con extremidades finalizadas en manitas de cerdo. Perdone, pero usted es aficionado. Pues sí. Pues tengo algo para usted. Y me hizo entrega de un folleto. La Colina. El hombre me miraba desde abajo. Miraría desde abajo incluso a sus hijos pequeños. Eché un vistazo. Es una experiencia... Está hecho para usted. ¿Ahhh sí? ¿Y eso? Pues mire usted, como le venía diciendo, es una experiencia completa para aficionados una vez terminada la temporada. Un nuevo concepto de vacaciones. Ya, pero no me interesan las visitas a las fincas... ¿Pero cómo va a ser eso? Qué sí, que yo el campo nunca he podido apreciarlo, siempre me ha parecido triste, con sus lodazales interminables, sus casas donde la gente nunca está y sus caminos que no van a ninguna parte... De todas formas, si me permite que le interrumpa, lo que yo le ofrezco es muy diferente... Mire, tengo prisa, si usted me disculpa. Y entonces alargo sus pequeñas manos y me volvió a agarrar la maga. ¡Qué va a ser un minuto! Como el médico que va a coser el labio al chaval que se ha partido la boca. Convencido. Pero dos minutos. Solo dos minutos. Sí, sí, por supuesto, usted no se preocupe. Simplemente respóndame a esta cuestión, ¿cómo acaba usted la temporada? baldao ¿no es la verdad? Esta vez sí que me cogió por sorpresa. ¿No habrá una cámara oculta? gracias a dios, por lo menos creo no tener amigos, colegas, familiares tan jodidamente idiotas, además ¿todavía quedan programas de esos? A lo mejor en Argentina... Veo que es así. Sonreía. Sí, sí, dije medio zombi. Pues nosotros nos proponemos alargarle este suplicio porque estamos firmemente convencidos, que diría yo, sabemos mejor que ustedes lo que les mueve, lo que desean, sus anhelos más secretos. Sabemos donde se esconde su felicidad. ¿Y qué mejor que repetir el cansancio, la monotonía y el calor de una corrida de las habituales, en pleno tendido de sol, en verano, que llevarles a un cuartel en el desierto libio, encerrarlos en jaulas y, periódicamente, hacerles ascender y descender, bajo el sol abrasador, y cargando un saco lleno de piedras a la espalda, una montaña construida, mejor, diseñada, para destrozarles tanto física como anímicamente? Veo que no dice nada pero yo tengo algo que añadir, ¿y si a esa experiencia le sumamos el hecho de estar acompañados por una fuerza de choque compuesta por taurinos de pro armados con porras que les vociferan e insultan mientras ustedes suben y bajan? ¿qué le parece? ¿No es digno de Sísifo? Se dio media vuelta y se apoyo, por encima del hombro, él mismo, una especie de contrato en la espalda. Giraba la cabeza y me miraba sonriente. A modo de pupitre humano. Yo, catatónico, con el bolígrafo en la mano, solo podía balbucear: ¿dónde, dónde?.