«La Comedia humana III» de Honoré de Balzac en El Placer de la lectura

Publicado el 30 enero 2016 por Hermidaeditores


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Balzac: obras maestras desconocidas José de María Romero Barea ¿Es Honoré de Balzac (Tours, 1799 – París, 1850) el mejor novelista que el mundo haya conocido? Pensemos en algunos de sus compatriotas: Stendhal, Flaubert, Proust. ¿Y qué decir de los grandes escritores rusos o los latinoamericanos? Reconozcamos, entonces, que nadie como Balzac merece ser considerado el novelista más monumental. El título de su obra magna, La comedia humana, es, sin duda, ambicioso, aunque ajustado a la inmensidad y el exceso de un proyecto preñado de las paradojas y las contradicciones no solo del siglo XIX, cuando fue concebido, sino del nuestro. 

Siguiendo el orden de la edición canónica establecida por Charles Furne, Hermida Editores acaba de editar el tercer volumen de la serie, una nueva oportunidad de disfrutar de los audaces vuelos imaginativos, los efectos sorprendentes y los agudos giros psicológicos del autor francés. La historia que inicia la colección, La mujer abandonada (1832), contiene todos los temas de la obra de Balzac: la mecánica de la sociedad, el matrimonio, el adulterio; la herencia, la amante repudiada, la que envejece. La manera en que de Nueil se enamora es clásica y a la vez contemporánea: el personaje se queda prendado de un ideal, al igual que hoy nos pasa con alguien que apenas conocemos en Facebook. 

Aunque escritas en 1835, las observaciones de Balzac en El contrato matrimonial son modernas. La institución sigue siendo hoy tan divertida (y trágica) como entonces. Cuando en la novela corta La Grenadière (1834), la madre protagonista muere casi en la pobreza, el hijo mayor provee para la educación del menor y se hace a la mar. Lo mejor, sin duda, la descripción inicial de la casa donde tiene lugar la historia. Gobseck (1830) está vinculada con algunos de los personajes de la narración más conocida de Balzac, Papá Goriot (1834), y mantiene idénticas relaciones con la codicia y la riqueza de sus protagonistas. Leyéndola, uno entiende que Karl Marx insistiera en que había aprendido mucho de ella. 

La última y más larga entrega, Modesta Mignon (1844) también se ocupa de la obsesión y la pasión, aunque de manera diferente al resto. Comienza con la correspondencia entre la heroína epónima y su admirado poeta, Melchior de Canalis. Canalis, pagado de sí mismo, deja que su secretario Ernest La Brière se encargue de escribir las cartas. Añádase al enredo el padre de Modesta, el Coronel, alias el conde de la Bastie, que regresa rico de Oriente y enfrenta a Ernest, a Canalis (que ahora está interesado porque Modesta es una heredera), y al duque de Herouville. 

El lector en castellano que desee explorar este hito narrativo ya no tiene por qué confiarse al encuentro casual en librerías de segunda mano. Una serie de obras maestras desconocidas están esperando ser redescubiertas en la definitiva traducción de Aurelio Garzón del Camino, que consigue trasladar a nuestro idioma las prolijas descripciones, los exhaustivos argumentos y las prolongadas presentaciones marca de la casa. Adentrarse en este tercer volumen es todo un descubrimiento, que consigue alterar nuestra percepción no sólo de Balzac, sino del mundo que nos rodea. 

José de María Romero Barea, Sevilla 2015