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Por Sr. Molina -22 Nov 2016En este tercer volumen de La Comedia humana de Honoré de Balzac, de nuevo subtitulado Escenas de la vida privada, seguimos teniendo como tema principal el papel de la mujer en la sociedad; en esta ocasión se centra, sobre todo, en el matrimonio como elemento de intercambio (casi mercantil) y en la relación eminentemente de inferioridad de la mujer como participante. En las cinco historias incluidas en este volumen podemos encontrar mujeres que se ven en la situación de tener que aceptar enlaces, bien por su voluntad o no tan convencidas; en casi todos los casos asistimos a unas experiencias que se alejan de sus expectativas y muestran el nulo papel que jugaban en sus relaciones con los hombres. No obstante, también encontramos algunas de las protagonistas más fuertes que salieron de la pluma del maestro francés: ejemplos de entereza, determinación y orgullo que se enfrentan a las injustas normas sociales.En «La mujer abandonada» podemos ser testigos de los efectos de la pasión sobre un joven, Gaston de Neuil, que mantiene una relación con Madame de Beauséant, condenada al ostracismo por adúltera; mientras el jovenzuelo se deja llevar por sus emociones en un sentido u otro, su amante, en cambio, soporta con entereza su «castigo» en sociedad. La diferencia de caracteres se plasma en sus reacciones ante el matrimonio acordado para Gaston; la sinrazón pasional de él contrasta con la imperturbabilidad que ella muestra ante su situación.En «El contrato de matrimonio» nos topamos, sin embargo, con una figura femenina con una clara conciencia del poder que puede ejercer —y el que le está vedado—. La señora Evangelista, una viuda que quiere mantener a toda costa su lujoso tren de vida, ve en el el enlace entre su bella hija Natalia y el terrateniente Paul Manerville la posibilidad de «cazar» una fortuna que les permita a ambas disfrutar del dinero. Sus palabras de consejo a su hija antes del matrimonio («Un marido, querida mía, es el único hombre con el cual no puede permitirse nada una mujer») dan cuenta del influjo que tiene sobre los hombres. Aunque el desenlace de la trama sea melodramático, las figuras femeninas, tanto la de la madre como la de la hija, son mostradas con una energía que las aleja del arquetipo de fémina sumisa que cabría esperar en la sociedad de miras estrechas de comienzos del siglo XIX.Las dos siguientes historias, «La Grenadière» y «Gobseck», presentan tramas más relacionadas con el dinero y la herencia; ambas son novelas muy cortas que ponen en juego la importancia del dinero en los enlaces matrimoniales y su uso como elemento de presión. La segunda presenta al personaje de Jean-Esther van Gobseck, un usurero cuyo código de honor es tan particular como profunda su avaricia; este protagonista es, sin duda, lo más granado de un relato que, por lo demás, no hace gala de cualidades excepcionales.No ocurre así con la novela que cierra el volumen, «Modesta Mignon»; en ella Balzac se ocupa de todos los temas ya comentados a lo largo de la reseña y consigue crear una obra sólida, completa y enormemente satírica. La señorita Modesta Mignon se convierte en la heredera de una enorme fortuna cuando su padre regresa de hacer negocios como comerciante en Oriente; pero esa riqueza la convierte en objetivo de algunos pretendientes cuyos escrúpulos brillarán por su ausencia. La relación de la muchacha con los tres hombres que la cortejan y las decisiones que tomará nos harán ver la energía que se esconde bajo la apariencia de candidez de la joven. El cambio en su situación, que acontece avanzada la novela, no hace sino revelar las dificultades que el hecho de tener riqueza impone al destino de una joven casadera. Balzac utiliza una historia de corte convencional (no faltan los equívocos, los amoríos frustrados y los personajes arquetípicos) para insuflar un talante independiente y decidido a su heroína. Si bien la conclusión se acerca más a la de una obra decimonónica clásica, lo cierto es que los rasgos de la protagonista son más modernos de lo que cabría esperar.Si bien con algunos altibajos («La Grenadière», por ejemplo, es una obra muy menos en todos los sentidos), este tercer volumen de La Comedia humana nos devuelve a un Balzac comprometido con ese prurito de representar, por medio de la literatura, a toda una sociedad; un afán que culmina con éxito en casi todos los textos del libro y que confirma, si es que hacía falta, su capacidad como escritor y su enorme maestría para la observación.