Cierto es que todos los que hemos pasado por la experiencia de los comedores colegiales podemos admirar cómo era posible que aquellos filetes de merluza no supieran absolutamente a nada, el desconocimiento mayúsculo del término “al dente” cuando nos preparaban macarrones traslúcidos y blandengues o la increíble cantidad de nervios que tenían los filetes.
Pero, con la perspectiva que da el tiempo, puedo asegurar que mi alimentación fue bastante equilibrada y nutritiva y, desde luego, infinitamente mejor que la que parece ser que se proporciona a los estudiantes británicos.
Recuerdo perfectamente aquellos programas televisivos en los que Jamie Oliver trataba de demostrar al público y, de paso, a los poderes públicos de su país, lo insalubre que era la alimentación que se daba en los colegios ingleses. También recuerdo cómo intentó lo mismo en Estados Unidos y cómo descubría estupefacto que no se proporcionaba cubiertos a los estudiantes o que se considerasen las patatas fritas como “verdura”.
En estos tiempos en los que parece difícil que alguien diga algo bueno de nuestro país, aun reconociendo que desconozco la realidad actual de los comedores colegiales españoles, yo afirmo que, en este aspecto, le damos mil vueltas a los colegios británicos.