Primera parada: la verdulería, los primeros en abrir. Incluso con el trajín de vaciar el camión y colocar los productos frescos por todo el local, la sonrisa de todos recibía a sus primeros clientes del día con un feliz "buenos días".
-¿Estas alcachofas de dónde son? -le pregunto.
-¡De la terreta, por supuesto!
-¿Qué tal los estudios? -me pregunta.
-Así así, poquito a poco. -y con esto ya nos hemos puesto al día.
-El perejil, que no se te olvide esta vez.
Luego a veces hay que ir al bazar o a la droguería. Una curiosidad: en mi pueblo tenemos un todo a cien que no es de chinos pero el hombre que vive allí también tiene los ojos rasgados. Es una tienda muy buena, de tradición familiar. Y si no tiene algo, tranquila que te lo consigue.
-Ven mañana -te dice- que te lo traigo.
En 1 hora y media sorprendo a mi abuela llegando a casa con el carro repleto haciendo ruido por la escalera.
-¿Ya estás aquí? -me dice- ¡esas piernas valen mucho!
Guardamos la compra mientras le cuento la experiencia y luego almorzamos un trocito de pan con aceite. De postre, pera, dulce como el día que empieza bien y aun son las 10.
En fin, lo que más valoro cuando voy a comprar es el trato con la gente, aunque a veces, el dinero no dé para mucho. Salgo de casa con mi lista de la compra y la cartera pensando en la ruta a seguir por mis tiendas favoritas pero realmente no llego a salir de casa. En el pueblo estoy en casa. Y eso no lo compra ni todo el oro del mundo.
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