la compulsión de leopold & loeb

Publicado el 19 septiembre 2014 por Enriquestenreiro @soyconfeso

El 21 de mayo de 1924, Bobby Franks (14 años) fue asesinado por Nathan Freudhental Leopold Jr. y Richard Albert Loeb, dos jóvenes de apenas veinte años de la alta sociedad de Chicago. Los asesinos, hoy conocidos como Leopold & Loeb (bonito nombre para un emporio de moda), raptaron al niño, le golpearon la cabeza, le rociaron ácido en la cara para imposibilitar su identificación y arrojaron el cadáver a una alcantarilla de drenaje. Después, enviaron una carta mecanografiada y anónima a la familia solicitando un rescate. Todo iba según lo previsto hasta que Leopold cayó en la cuenta de que había perdido las gafas en la escena del crimen, lo que puso a la policía tras la pista. El resto fue coser y cantar, puro manual de criminología: encerraron a los sospechosos en habitaciones separadas, los sometieron a presión y cantaron La Traviata.
Leopold & Loeb cometieron el asesinato creyendo que iban a ser autores de un crimen perfecto. En realidad, todo fue una gran chapuza. Lo cierto es que ambos tenían coeficientes de inteligencia muy superiores a la media (Leopold hablaba catorce idiomas y era un reconocido ornitólogo, además de estudiante de Derecho) y estaban fascinados por la teoría del superhombre de Nietzsche. Para su defensa en el juicio, la familia contrató los servicios del abogado Clarence Darrow, un famoso letrado contrario a la pena capital, a la que, evidentemente, se enfrentaban Leopold & Loeb. Para evitar la soga, Darrow debía demostrar que los jóvenes no estaban en su sano juicio. Para ello sacó a relucir la supuesta relación amorosa que mantenían los jóvenes en un momento en que la homosexualidad estaba considerada enfermedad mental. La estrategia funcionó y ambos fueron condenados a cadena perpetua.

Leopold & Loeb

Pues bien, basándose en estos acontecimientos, en 1959 se estrena Impulso Criminal (Compulsión), un film dirigido por Richard Fleischer (hijo de Max Fleischer, el creador de Betty Boop) a caballo entre La Soga (Rope, Hitchcock, 1948) y A Sangre Fría (In Cold Blood, Richard Brooks, 1967). De La Soga, Impulso Criminal tiene el germen, pues la película de Hitchcock surge del mismo suceso aunque se centra en la comisión del delito y posterior descubrimiento por el profesor Cadell (James Stewart), ahondando - como en Impulso Criminal - en la particular relación que mantienen los protagonistas. Al mismo tiempo, la película de Fleischer es un precedente interesante para comprender la más neurótica y documental A Sangre Fría que, si bien es más incisiva a la hora de bajar a los infiernos del criminal, sigue manteniendo las distancias para con el tipo de relación existente entre los asesinos.

Fantástico plano de Fleischer que, prácticamente, resume la película. 

Aunque no suele aparecer en las listas de "dramas judiciales", la segunda parte de Impulso Criminal es, precisamente, eso: un drama judicial. El abogado, interpretado por Orson Welles, tiene el cometido de convencer a su señoría de que la pena de muerte no será el veredicto más justo. Asistimos, en consecuencia, a un largo (quizás demasiado) parlamento pro-vida por parte de Welles que toca - de manera facilona, a mi parecer - la fibra sensible de los presentes. El gran pero de la película es, posiblemente, que no profundiza en la supuesta relación de los protagonistas, interpretados correctamente por Dean Stockwell y Bradford Dillman, y aunque lo que se nos sugiere es más que evidente, el alegato final y salvador resulta impreciso y vago por no querer llamar a las cosas por su nombre. Claro que, estamos en 1959.

Dean Stockwell y Bradford Dillman, protagonistas de la cinta.


Las adaptaciones de la historia de Leopold & Loeb no terminaron aquí. Al parecer, Funny Games (Haneke,1997) también bebe de las mismas fuentes, algo comprensible teniendo en cuenta la obsesión del director alemán por la violencia. En cuanto a los protagonistas reales de esta historia, esta suerte se super hombres que se creían capaces de cometer el crimen perfecto, fueron encerrados en la misma penitenciaría. Ambos trabajaron en la escuela de la cárcel y gracias al dinero que les hacía llegar su familia, disfrutaron de una posición privilegiada entre rejas. En 1936, Loeb fue apuñalado por otro preso en las duchas y, días después, falleció. Por su parte, Leopold se convirtió en un recluso modélico, a pesar de las depresiones que padeció. Continuó enseñando a los reclusos, reorganizó la librería y modernizó el sistema educativo dentro de la cárcel. En 1958, salió a la luz su autobiografía Life Plus 99 years y, al año siguiente, intentó por todos los medios detener el rodaje de la película de Richard Fleischer, al considerar que era una invasión de su privacidad. Leopold salió de la cárcel en el 58 y se fue a vivir a Puerto Rico, en donde se casó con una florista viuda, trabajó en una clínica de rayos x y se dedicó a varios proyectos sociales. No abandonó su pasión por los pájaros, llegando a publicar algún libro. Murió a los 66 años de un ataque al corazón. Sus corneas fueron donadas a la ciencia.