A este reloj que compré en el Anticuario nunca le llegó la hora por más que, a través de las manecillas,intenté poner la hora exacta, nunca la marca. No sé si es que es travieso, no se… porque es que nunca he utilizado reloj. Quise uno diferente, me aburren los relojes. Saber a dónde te tienes que dirigir a cada hora, la misma hora cada amanecer a través de ese despertador, cita… yo que sé qué más. Pero por más que lo pongo en hora, para llevar una vida normal, no la marca. Me levanto a las siete de la mañana para ir a trabajar y resulta que son las cuatro. Ya van tantos días que me “confundo” que me han hechado del trabajo. ¿De qué vivo ahora? Bueno, tengo rentas. Es por eso que nunca llega la hora. Ni la suya ni la mía ¿Será que es mi compañero ideal? o es que ¿será inmortal? Pensé en ponerle las pilas pero es que no usa. Quizá es que vaya demasiado lento y ya no hay posibilidad de arranque a través de mi alcance. Que las pilas no son caras pero sí su vida y de rebote la mía.
Llego tarde a las citas, tan pronto que me canso de esperar. Lo compré en el Anticuario, sí, para bien o para mal. En la Plaza Mayor, es muy antiguo, se las apaña… se las apaña para seguir. Es un reloj mentiroso o acaso ¿es que yo me he vuelto loco? De todos modos, es precioso. Es un reloj mentiroso y misterioso. Y sigo diciéndolo, es precioso. Lo miro en la noche y no sé qué hora es y creo que me está volviendo algo loco y arruinando mi vida, lo mismo que una mujer. Tal vez deba encontrar el reloj adecuado para encontrar una buena mujer.
Microrelato
Se llama Remedios y aún no he encontrado remedios para quitármela de encima.