Jeanne Amélie Marguerite Clérisse nació el 29 de mayo de 1893 en una distinguida familia de Bayona. Marguerite era la hija pequeña del magistrado Maxime Clérisse y su esposa, Marie Diriart. Desde bien pequeña demostró ser un espíritu libre que ninguna escuela, por más estricta que fuera, conseguiría cortarle las alas. Marguerite peregrinó por un sinfín de reputados y estrictos colegios religiosos de los que fue expulsada una y otra vez. Desesperada, su propia madre llegó a organizar un exorcismo en la catedral de Bayona creyendo que su hija estaba poseída por el demonio. Dicha experiencia no sólo divirtió a la díscola Marguerite sino que no consiguió frenar sus ansias de aventura.
Con tan sólo dieciocho años, la joven a la que empezaron a conocer como Marga, decidió descartar cualquier pretendiente que ayudara a su madre en su imposible cruzada de sentar la cabeza y se casó con un primo lejano doce años mayor que ella con escasa alcurnia y poco futuro. Pierre d’Andurain se llevó a su joven esposa a una romántica luna de miel por España y Argelia. De vuelta a casa, la pareja decidió empezar una nueva vida en la lejana Argentina. El sueño de Pierre consistía en crear un próspero negocio de cría de caballos pero su proyecto acabó convirtiéndose en una granja de poca monta en medio de la nada donde a duras penas sobrevivieron dos años como ganaderos.
De vuelta a Bayona, la pareja buscaba la manera de continuar con su atípica vida cuando el destino les deparó una gran fortuna. En 1925 fallecía el ilustre magistrado Maxime Clérisse y su hija heredaba una importante suma de dinero. La pareja ya tenía por aquel entonces dos hijos, Pío y Jacques.
Marga decidió entonces aprovechar el dinero para abrir un salón de belleza en El Cairo en el que se relacionó con la realeza de Oriente Próximo y con las mujeres de los oficiales británicos que vivían en Egipto, lo que hizo pensar a algunos que en realidad el negocio era una tapadera y que Marga ejercía de espía para Inglaterra. Marga y Pierre d’Andurain se presentaron en El Cairo como condes, un título inventado pero que nunca nadie cuestionó y que mantuvieron vigente toda su vida.
La pareja disfrutó del lujo y la belleza del lugar hasta que un día la inconstante Marga decidió seguir adelante. En una de sus veladas en el concurrido y elitista Sporting Club de El Cairo, la baronesa Brault le habló a Marga de un viaje por Palestina al que se apuntó sin pensárselo dos veces.
El hecho de que Marga emprendiera aquel viaje en compañía del jefe del servicio de inteligencia británico en la zona, el mayor Sinclair con quien, por cierto, mantuvo un breve pero intenso romance, alimentó la leyenda de sus actividades como espía.
El final del viaje fue Palmira, la mítica ciudad que siglos atrás se había enfrentado con el todopoderoso Imperio Romano de la mano de su reina Zenobia. Junto a las ruinas se levantaba un destartalado hotel que Marga decidió convertir en un lujoso complejo turístico. En 1930, después de liquidar sus negocios en El Cairo, se trasladó a Palmira donde inició la restauración del hotel al que bautizó como Hotel Zenobia. Cuando parecía que Marga había encontrado su particular paraíso, tres años después de su llegada a Palmira, su espíritu inconstante la llevó a soñar con un nuevo destino. Esta vez se trataba de algo mucho más temerario. Marga se dispuso a pisar uno de los lugares más santos para el Islam, La Meca. Como la ciudad santa estaba vetada a los infieles, decidió convertirse al islamismo y buscar un marido musulmán que la pudiera acompañar. Por aquel entonces ya se había separado legalmente de su marido Pierre aunque continuaban haciendo vida normal de pareja.
Marga escogió a un humilde camellero beduido llamado Soleiman el Dekmari como nuevo esposo y puso rumbo a La Meca. Esta vez los planes no le salieron como había planeado. Nada más desembarcar en el puerto de Yidda las autoridades locales sospecharon de su rápida conversión y fue detenida. Marga fue recluida en el harén del vicegobernador mientras su marido beduino realizaba la peregrinación. Sin embargo, su situación se complicó al conocerse la muerte de Soleiman en extrañas circunstancias. Marga fue acusada de asesinato y encarcelada en la lúgubre cárcel de Yidda donde vivió unos días de auténtica pesadilla mientras esperaba ser condenada a morir dilapidada.
El cónsul francés Roger Maigret la salvó de aquella muerte cruel y fue liberada de la prisión de Yidda. Pero no pudo volver a reencontrarse con Pierre y Jacques que la esperaban en Palmira. Marga fue expulsada a Francia y tardó un año en poder regresar a Palmira. De nuevo al frente de su hotel, y a petición de su hijo, se volvía a casar con Pierre. Una segunda oportunidad dada a su matrimonio que duraría muy poco pues Pierre fue asesinado en extrañas circunstancias. En 1937, cansada de intentar desenmascarar al asesino y hacer justicia a su difunto marido, Marga regresó a Europa.
Marga se instaló con Jacques en el París de la ocupación nazi donde la condesa encontró un buen negocio con el tráfico de opio mientras conocía la trágica muerte en el frente de su otro hijo, Pío. Finalizada la guerra, Marga se marchó a la Costa Azul donde fue detenida y acusada del asesinato de su sobrino Raymond Clérisse. La falta de pruebas le permitió volver a ser libre.
En la última etapa de su vida, emprendió una nueva aventura poniendo rumbo a Tánger a bordo de un velero en el que encontraría la muerte años después. Marga se había introducido en el peligroso mundo de la compra venta de oro del Congo. El 5 de noviembre de 1948 fue asesinada en su propio barco. Su cuerpo, lanzado al mar por los asesinos, nunca fue encontrado.
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