La condesa Marga d’Andurain, espía y aventurera en Oriente Próximo

Publicado el 25 mayo 2010 por Evagp1972


'Cautiva en Arabia. La extraordinaria historia de la condesa Marga d’Andurain, espía  y aventurera en Oriente Próximo'. Así titula Cristina Morató  (Plaza y Janés, 2009) la apasionante biografía de esta mujer singular que, más allá de las aventuras de otras mujeres exploradoras ya retratadas por la periodista, añade a su carácter aventurero el de espía y asesina.
Nacida en 1893 en el seno de una familia burguesa vasca en el Pirineo francés, ya de pequeña Marga d’Andurain dio muestras de su carácter rebelde, que no toleraba bien las convenciones sociales ni los obstáculos a su voluntad. Expulsada de diversos internados religiosos, su indisciplina llegó hasta el extremo de llevar a su madre a encargar para ella un exorcismo. Prueba de su osadía es la anécdota según la cual, en palabras de la autora, cuando Marga oyó decir al sacerdote el famoso Vade retro Satana, se echó a reír ante la mirada horrorizada de su madre.
Atractiva, elegante y excéntrica, caprichosa y fascinada por el poder y el lujo, su amor por la aventura y el riesgo la hacían incapaz de permanecer en el mismo lugar durante mucho tiempo. Viajó por Argentina, Egipto, Irán, Siria, Líbano, Palestina y la costa del Mar Rojo en Arabia. Se inventó un título de vizcondesa para codearse más fácilmente con lo mejor de la sociedad francesa y británica de El Cairo, dirigió un salón de belleza exclusivo en el que, además de hacer la manicura, vendía collares de joyas falsas a sus clientas inglesas y egipcias, y más tarde, creyéndose heredera de la reina Zenobia, dirigió un hotel exclusivo en las ruinas de Palmira: el Zenobia Cham Palace (antiguo "Hotel Zenobia") se honra de contar entre sus distinguidos clientes del pasado a la famosa Agatha Christie. Durante los oscuros días de la ocupación nazi en Francia, Marga d’Andurain se hizo traficante de opio, comida, licores y de cualquier producto que le proporcionase los ingresos necesarios para seguir vistiendo a la última moda. Carente de escrúpulos, vendió sus servicios como espía al mejor postor, trabajando como agente doble para Inglaterra y Francia o incluso actuando como espía triple (intentó convencer a su hijo Jacques, héroe de la resistencia francesa, para que la ayudara a liberar a un cabecilla de la Gestapo).
Marga d’Andurain podía ser encantadora y muy divertida con aquellas personas a las que pretendía agradar, y una auténtica pesadilla para quien se interpusiera en su camino. Presumía de sus contactos en las altas esferas, y no sin motivo, pues en más de una ocasión esos contactos – o el temor de los gobiernos a la mala imagen que podían dar de su país los escándalos o la muerte de la vizcondesa – la salvaron de la prisión y de la muerte. Sin embargo, su prepotencia le granjeó también las iras de otros hombres poderosos, que confabularían para perjudicarla e, incluso, para hacerla desaparecer.
Casada con Pierre de Andurain, Marga tuvo diversos amantes. Su marido, de carácter tímido y flemático, doce años mayor que ella y, según los diarios personales de Marga, no muy dotado para satisfacerla sexualmente, parece haber conocido y tolerado estos deslices. No lo aceptaron así sus hijos: Pío, su hijo mayor, intentó asesinarla con una bomba casera al descubrir que era infiel a su padre. Uno de sus primeros amantes, el mayor W.S. Sinclair, abandonó por ella a su esposa, pero se suicidó disparándose en la sien cuando ella renunció a abandonar por él a su marido e hijos.
Quizá su aventura más conocida fue el intento de penetrar impunemente en la ciudad santa de La Meca. Marga hizo caso omiso a todas las advertencias, y no se arredró a pesar de no hablar árabe a la perfección y desconocer completamente los ritos relacionados con la peregrinación a la Meca – precisamente, las mujeres de un harén la descubrieron al ver en el hammam que, en contra de lo preceptivo para cualquier musulmana que viaja a la Meca, Marga no se había depilado el vello púbico- y a sabiendas de que la ahorcarían o lapidarían en caso de ser descubierta. Su increíble poder de persuasión hizo que su marido aceptara divorciarse de ella y así, tras una falsa conversión al Islam, Marga se casó con el beduino Soleiman el Dekmari que, a cambio de no tocarla y de cobrar una elevada suma de dinero, se dispuso a guiarla hasta su objetivo. Los intentos de Soleiman de consumar el matrimonio, así como su comportamiento con ella, cada vez menos sumiso y más violento, harán que Marga se convierta en una experta en venenos.
En efecto, más allá de sus excesos y rarezas (por ejemplo, sólo compraba ramos de flores que ya hubieran empezado a marchitarse), Marga d’Andurain parece haber asesinado al menos en dos ocasiones; la primera, a su esposo beduino, y la segunda a un amigo de la infancia de su hijo Jacques, Raymond. Éste se negó a abandonar un apartamento en París que Marga le había prestado. Ella le invitó a su casa donde, tras una animada charla, en el momento de despedirse, puso en la boca de Raymond una trufa. Antes de llegar a la calle, el joven empezó a sentirse realmente mal y, sospechando lo que sucedía, garabateó tembloroso en un billete: Mi tía Marga me ha dado un dulce que tenía un sabor muy extraño. Su agonía duró dieciocho días. Años más tarde, al descubrir la verdad, su hijo Jacques se separó de su lado definitivamente. Marga d’Andurain, que contaba entonces con cincuenta y cinco años, moriría pocas horas después, en un final novelesco, acorde con una existencia que se complació en bordear peligrosamente el abismo.