Coincidí con Valeria Correa Fiz (Rosario, Argentina) y su editor Juan Casamayor en los estudios de Gestiona Radio un viernes por la tarde. Antonio Martínez Asensio –el conductor de Todo literatura y compañía– iba a grabar su programa esa tarde, hablando con Valeria Correa Fiz, Almudena Sánchez, Manuel Cerdán y yo.
Cuando Valeria y Juan salieron del estudio y entraba Almudena, estuve hablando un poco con ellos y quedamos en que Juan Casamayor me enviaría La condición animal para que lo pudiera leer y hacer una reseña.
Me he acercado a este libro de relatos en diciembre, entre un libro de Mario Levrero y otro.
El libro de Valeria Correa está dividido en cuatro partes: Tierra, Aire, Fuego y Agua, y cada una de ellas contiene tres cuentos de muy variadas extensiones.
Una casa en las afueras es el primer relato. Aquí nos encontramos con la historia de una mujer argentina que vive en Florida. Desde un futuro cercano, se evoca una historia truculenta que le ocurrió en una casa alquilada, en una zona solitaria de Florida. El recurso de la evocación de la historia, con leves apuntes que adelantan lo narrado y, en parte, su desenlace, proyectando sobre él un misterio mayor, se utiliza en más de un cuento del libro. Esta narración va acumulando tensión, pero también algunos excesos descriptivos y lingüísticos, para acabar convirtiéndose en un cuento de terror pulp, que, como tal y dentro de su propuesta de literatura de género, acaba siendo efectivo.
El segundo cuento es La vida interior de los probadores. En él nos acercamos a la voz narrativa de un chico perturbado, que oye voces en su cabeza. Como en el caso anterior, también aquí nos encontramos con una narración pulp, pero en esta ocasión el desarrollo de la historia es más convencional y, por tanto, el resultado está menos logrado.
Las invasiones tiene dos tiempos narrativos: uno transcurre en una tienda de manicura de Buenos Aires, en la actualidad, y el otro en Japón, poco tiempo antes de que se lanzaran sobre su territorio las bombas atómicas. Es un cuento evocador y sus imágenes están bien dibujadas pero, para mí, le falta tensión narrativa.
Lo que queda en el aire evoca la infancia y el campo argentino desde el punto de vista de una niña de siete años, que tendrá que descubrir la existencia de la muerte, lo que posiblemente se relacione con el fin de su infancia. Hay belleza en la creación de las imágenes, pero las revelaciones del cuento me han resultado algo pobres. Tal vez habría faltado un mayor desarrollo de personajes.
El mensajero es un microrrelato. Lo he leído tres veces, pero no acabo de atravesar el velo del extrañamiento que provoca. No me gusta.
Aún a la intemperie, sobre una persona que ha de abandonar su hogar en el campo, es un cuento de atmósfera, escrito con un lenguaje poético, en el que apenas se desarrolla una historia. Me ha recordado a algunas páginas de Juan Rulfo, pero sin llegar a la precisión estilística del maestro.
Regreso a Villard es un cuento de tres páginas. Es una narración correcta pero, para mí, que me gustan los cuentos largos, las tres páginas han resultado algo escasas.
En Perros nos trasladamos a una villa miseria argentina. Toda la marginalidad y la violencia de una sociedad se encuentran aquí reunidas. En un cuento contenido y tenso. Bajo mi punto de vista, uno de los más logrados del libro.
Nostalgia de la morgue, con sus cuarenta páginas, es el cuento más largo del conjunto y en sus planteamientos se acerca bastante a la novela corta. En él, un homosexual que, en el momento de los hechos narrados, tenía treinta años evoca su amistad en el hospital con un chico de catorce al que le acaban de amputar las manos. Es un cuento muy hermoso, muy bien trazado, para mí el mejor del libro. Aúna ternura, crueldad y cierto aire fantástico que lo hacen muy atractivo; y si hasta ahora podía tener alguna duda, esta historia me demuestra hasta dónde puede llegar Valeria Correa Fiz narrando.
En Deriva volvemos a un cuento más corto y más convencional, con un guionista de cine en plena deriva creativa y descontrol personal, cuyos planteamientos no consiguen levantar vuelo.
Leviatán, un cuento que reúne una propuesta política y otra fantástica, me ha parecido original y me ha gustado bastante. Me ha recordado a esos cuentos estupendos del también argentino Elvio E. Gandolfo, que nunca sabes por dónde van a salir. Al abrir sus libros, puedes encontrarte con un cuento de ciencia-ficción mezclado con una narración de amor decimonónica, o con un relato que aúna el costumbrismo y lo onírico.
Criaturas, el último cuento del libro, también me ha parecido bastante bueno. «Hacía meses que tu país se había poblado de ranas y otras criaturas con piel de anfibio», leemos en la página 143. El relato es abiertamente fantástico y el mundo creado es muy atractivo para el lector.
Cuando leo reseñas de libros de relatos, observo que lo habitual es que el reseñista trate de encontrar elementos comunes en los cuentos e ilustre sus ideas citando algunos títulos, pero yo he preferido hacer un recorrido siguiendo el orden del libro y acompañarlo de un pequeño comentario sobre cada una de sus piezas. Compruebo que en este libro de doce cuentos, hay cinco que me han gustado mucho, que serían: Una casa en las afueras, Perros, Nostalgia de la muerte, Leviatán y Criaturas. Si sumamos sus páginas, deben de superar la mitad del libro.
En este volumen, Valeria Correa Fiz se acerca a la escritura del relato desde diversas perspectivas: desde el relato de terror pulp hasta el relato evocador y poético en el que casi no hay desarrollo narrativo. Tengo la impresión de que los cuentos que componen La condición animal están escritos durante un largo periodo de tiempo, en el que la escritora ha ido probando diversos enfoques y acercamientos a la escritura.
Hace no demasiado leí Qué vergüenza, el libro de relatos de la chilena Paulina Flores. Los cuentos de este libro me resultaron más homogéneos; se notaba que estaban escritos en un periodo de tiempo más reducido y con unas intenciones narrativas más claras y coherentes.
Realmente no creo que a un libro de cuentos se le deba pedir coherencia en sus planteamientos (que, por ejemplo, todos los cuentos sean realistas, todos fantásticos o que estén escritos en el mismo tono), porque los libros de relatos de Elvio E. Gandolfo se caracterizan precisamente por su diversidad, y creo que en ella reside gran parte de su encanto; pero sí que debería pedírsele más coherencia en cuanto a su resultados, unos resultados que han de evitar los titubeos propios de los ejercicios de un taller literario («esta semana trabajamos el cuento fantástico al modo de…, esta otra semana el cuento realista al modo de…»), y así conseguir un tono más propio.
He querido hacer estas reflexiones sobre los libros de relatos porque es un género que me interesa mucho y, pese a opinar que La condición animal es un libro un tanto irregular, no quisiera acabar esta reseña sin destacar el buen hacer de Valeria Correa Fiz en, al menos, los cinco cuentos que ya he señalado. Si sólo hubiera leído de ella el relato largo, o novela corta, Nostalgia de la morgue, pensaría que es una gran escritora. Si consideramos este relato aislado, podemos sospechar el nivel de escritura que puede alcanzar esta autora en el futuro. Un nivel parejo de calidad y madurez en sus planteamientos y resultados es lo que esperamos para sus próximos libros.