La condición humana se vería muy beneficiada si fuese una constante poner a prueba todo tipo de afirmaciones (políticas, económicas, religiosas, etc.)

Por Bayo
«En cierto modo, la ciencia puede ser definida como el pensamiento paranoide aplicado a la naturaleza. En efecto, andamos a la búsqueda de conspiraciones naturales, de nexos entre hechos aparentemente dispares. Nuestro objetivo no es otro que abstraer configuraciones o modelos de la naturaleza (pensamiento del hemisferio derecho), pero muchas de las pautas propuestas no se corresponden en la práctica con la realidad de estos hechos. De aquí la conveniencia de someter todos los criterios avanzados al cedazo del análisis crítico (pensamiento del hemisferio izquierdo). La búsqueda de configuraciones sin análisis crítico y la ostentación de un rígido escepticismo sin la búsqueda de configuraciones son las antípodas de una ciencia incompleta. La búsqueda efectiva del saber requiere la concurrencia de ambas funciones.
En la actualidad, el cálculo matemático, la física newtoniana y la óptica geométrica —todos ellos inferidos de argumentos esencialmente geométricos— se enseñan y demuestran en gran parte en base a razonamientos analíticos; el hemisferio derecho interviene más en el aspecto creativo de la física y de la matemática que en la enseñanza de dichas disciplinas. Lo mismo ocurre hoy en el terreno de las grandes formulaciones científicas, generalmente intuitivas y expuestas en los artículos científicos, también por norma, mediante argumentos analíticos lineales. Nada anómalo hay en ello. Por el contrario, así es como debe ser. Los actos creativos son en buena medida resultado de los componentes del hemisferio derecho, pero los razonamientos sobre la validez del resultado son, primordialmente, funciones del hemisferio izquierdo.
Una de las más formidables intuiciones de Albert Einstein, de capital importancia para la teoría de la relatividad general, fue la de que la gravitación podía ser entendida asignando el valor cero al .tensor contraído de Riemann-Christoffel. Pero este argumento sólo fue aceptado porque era posible determinar con detalle las consecuencias matemáticas de la ecuación, ver si sus predicciones diferían de las de la gravitación newtoniana y recurrir luego a la experimentación para observar de qué lado se inclinaba la naturaleza. En tres notables experimentos —la desviación de la luz estelar en las proximidades del sol; el movimiento de la órbita de Mercurio, el planeta más cercano al astro; el corrimiento hacia el rojo (red shift) de las líneas espectrales por acción de un intenso campo gravitatorio estelar—, la naturaleza se inclinó a favor de las teorías de Einstein. Pero de no haber mediado estos ensayos experimentales muy pocos físicos hubiesen dado por buena la teoría de la relatividad general. Existen en el campo de la física numerosas hipótesis de valor y nivel intelectual comparables a las formuladas por Einstein que han sido rechazadas porque no consiguieron salir airosas de la confrontación con la vía experimental. Por mi parte, creo que la condición humana se vería muy beneficiada si esta pugna y afán de poner a prueba las hipótesis científicas y de otro género fuera una constante de nuestra vida social, política, económica, religiosa y cultural».
Los dragones del edén (1978)
[Extracto del libro escrito por Carl Sagan]
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