La Conferencia de Arcadia: Churchill y Roosevelt se conjuran para sumir en las tinieblas al mundo civilizado - 22/12/1941.

Por Lupulox
Camaradas,
Winston Churchill ha llegado hoy a Washington para celebrar con Franklin Delano Roosevelt la Primera Conferencia de Washington, también conocida con el nombre clave de Conferencia Arcadia. El propósito de la reunión, además de proporcionarle a Churchill unas espléndidas vacaciones a salvo de las bombas alemanas a costa del contribuyente británico, es discutir de manera conjunta la planificación de la guerra tras la entrada de los Estados Unidos en el conflicto.
Churchill y Roosevelt retratados juntos durante la Conferencia Arcadia.  Roosevelt se apoya en el Capitán Beardall.  En 1921, a los 39 años de edad, sufrió un brote de una enfermedad nerviosa que le provocó una parálisis de cintura para abajo.
Además de los Estados Unidos y de la Gran Bretaña, se espera que otras muchas delegaciones internacionales estén representadas. Los líderes de las plutocracias esperan que la Conferencia Arcadia tenga una gran repercusión diplomática y que en ella se discutan, además de los asuntos propios de la guerra en curso, los términos del mundo de la posguerra que seguiría a una teórica –por no decir delirante- victoria Aliada.
"Los países firmantes no buscan obtener ganancias territoriales."  Como para partirse de risa.  Todos los países que aprobaron la Carta Atlántica son, o bien potencias coloniales, o bien satélites de la Unión Soviética (coloreados en negro sobre el mapa).  Como excepción quedan los despistados noruegos, los hermanos pobres de la coalición Aliada.
La Conferencia de Arcadia es el siguiente paso lógico tras el acuerdo de la Carta Atlántica que Churchill y Roosevelt alcanzaron en agosto de 1941.  Un mes más tarde, el 24 de septiembre, los Gobiernos en el exilio de Bélgica, Checoslovaquia, Luxemburgo, Noruega, Yugoslavia, Polonia y Francia y el Gobierno de la Unión  Soviética se adhirieron unánimemente a los principios básicos de la Carta Atlántica.
La plutocracia inglesa se aferra al globo terráqueo con manos sangrientas.  
Que nadie se lleve a equívocos. Todos estos gestos de solidaridad y concordia entre las naciones, anhelos de democracia y libertad para el mundo, e invocaciones a la paz y felicidad eternas, son simple papel mojado. Resulta ya bastante irónico de por sí que los líderes de las principales potencias coloniales del mundo reclamen para sí el papel protagonista en la fundación de una especie de "Sociedad de Naciones" redivida. Evidentemente, si algo pretenden con ello no es sino asentar las bases del status quo que los mantiene en su actual situación de privilegio sobre las demás naciones y de dominio sobre las materias primas. Pero por si esto no fuera ya lo bastante evidente, los hechos que están teniendo lugar a muchos kilómetros de distancia de Washington corroboran lo vacías que son las palabras y gestos de las democracias plutocráticas.
Los Estados Unidos, Gran Bretaña y la Unión Soviética ridiculizan a nuestro virtuoso Führer, sugiriendo -muy sutilmente- que entre los tres serán capaces de derrotarlo.
Así, al mismo tiempo que en Washington Roosevelt y Churchill llevan a cabo su particular brindis al sol por la solidaridad entre las naciones y por la paz y la libertad en el mundo, en Moscú el emisario británico Anthony Eden ha concluido hoy una ronda de conversaciones que se han prolongado durante varias jornadas con la hiena soviética Joseph Stalin. Entre otros aspectos, Eden y Stalin han discutido, de manera secreta, las fronteras de la posguerra y, como no podía ser de otro modo, Stalin ha obtenido la aprobación de Eden de que éstas se mantendrán tal y como se encontraban en junio de 1941, antes de la invasión alemana. Es decir, Gran Bretaña legitima el robo de territorios de que han sido objeto Finlandia y Rumanía y lo que es más, acepta que Lituania, Estonia y Letonia, deglutidas por Stalin en 1940, vuelvan a ser sometidas por el yugo soviético, al tiempo que acepta también que el este de Polonia permanezca en manos soviéticas. Éste último caso resulta especialmente significativo, puesto que fue precisamente la defensa de la integridad territorial polaca lo que le sirvió de excusa a Gran Bretaña para declarar la guerra al Reich. Una vez conseguido su objetivo, Gran Bretaña no movió un dedo por defender a su marioneta polaca e hizo oidos sordos cuando la Unión Soviética invadió su zona oriental, evidenciando que su motivación había sido puramente política: obtener una excusa para el arranque de la guerra. Ahora, más de dos años después, el Reino Unido se vuelve a olvidar de sus amigos polacos y los abandona a merced de los bolcheviques.
Gott straffe Engelland und Amerika!
Es lebe Nationalsozialismus!