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«La conjura de los necios» de John Kennedy Toole | Reseña literaria

Publicado el 28 noviembre 2018 por Carmelo Carmelo Beltrán Martínez @CarBel1994

El artículo «La conjura de los necios» de John Kennedy Toole | Reseña literaria es propiedad de Carmelo Beltrán.

Tener un blog no es una tarea fácil. Sí. Sé que desde fuera puede parecerlo. Al fin y al cabo, quienes decidimos esgrimir la palabra en internet lo hacemos para explayarnos sobre aquello que nos apasiona. En mi caso, como sabes, es la literatura. Sin embargo, que el arte enamore no nos facilita la tarea de descubrirlo, comprenderlo y compartirlo. En esta ocasión me enfrento a La conjura de los necios, la famosa novela de John Kennedy Toole. Esta es su reseña literaria.

La conjura de los necios John Kennedy Toole

La conjura de los necios de John Kennedy Toole

Título: La conjura de los necios
Autor: John Kennedy Toole
Editorial: Anagrama
Páginas: 392
Año de publicación: 1980
ISBN: 978-8433920423
Cómpralo: Edición Física | Edición Digital

Sinopsis de La conjura de los necios

La Conjura De Los Necios es una disparatada, ácida e inteligentísima novela. Pero no sólo eso, también es tremendamente divertida y amarga a la vez. La carcajada escapa por sí sola ante las situaciones desproporcionadas de esta gran tragicomedia. Ignatius J. Really es, probablemente, uno de los mejores personajes jamás creados y al que muchos no dudan en comparar con el Quijote. Más aún, es el antiprotagonista perfecto para una novela repleta de excelentes personajes, situados en la portuaria ciudad de Nueva Orleans, magistral Ignatius. Él es un incomprendido, una persona de treinta y pocos años que vive en la casa de su madre y que lucha por lograr un mundo mejor desde el interior de su habitación. Pero cruelmente se verá arrastrado a vagar por las calles de Nueva Orleans en busca de trabajo, obligado a adentrarse en la sociedad, con la que mantiene una relación de repulsión mutua, para poder sufragar los gastos causados por su madre en un accidente de coche mientras conducía ebria. El autor, John K. Toole, consigue una crítica clase media. Logra mantener el interés del lector (incluso mayor en una segunda lectura que en la primera) con un abanico de personajes a cuál más desagradable. No deja títere con cabeza y, a través de la tortuosa y enrevesada personalidad de Ignatius, da un repaso a la época que le tocó vivir en un tono de burla que contrasta con la triste visión de las vidas de los personajes retratados. No encontramos únicamente una loca y angustiosa historia de crítica social, sino que el argumento engancha desde el comienzo. Momento en el que, como dice su protagonista, Fortuna hace girar su rueda hacia abajo y nunca sabemos cual es la desagradable sorpresa que nos depara el destino. A partir de aquí, unas situaciones enganchan con otras, al igual que lo van haciendo los personajes, y se va formando una enorme bola de nieve que terminará estallando al final de la novela. Tras terminar La Conjura De Los Necios, a sus 32 años, el autor intentó infructuosamente que la publicasen. Ello derivó en una profunda depresión que le condujo al suicidio. Gracias a la tenacidad e insistencia de su madre hoy podemos disfrutar de esta deliciosa obra galardonada con el Premio Pulitzer. También podemos encontrar publicada La Biblia De Neón, novela escrita cuando el autor tenía 16 años.

Nos encontramos ante una de las obras más extravagantes que he tenido el placer de leer. Seguramente, es una de las más esperpénticas que se han dado en la historia de la literatura. La conjura de los necios habla de decenas de temas, pero tampoco de ninguno en particular. Mientras tecleo estas líneas me hallo sentado en frente de un ordenador que me juzga. Él es sabedor de que realizar la reseña de esta novela es harto complicado y está listo para dejarme caer. Sin embargo, yo quiero transmitirte todo lo que me ha hecho sentir.

La historia de una publicación tardía

La conjura de los necios fue escrita por John Kennedy Toole en el año 1962. Por aquel entonces, el escritor únicamente tenía veinticinco años. Se encontraba realizando el servicio militar en Puerto Rico. El escritor, tras haber sido un alumno brillante y convertirse en profesor con todos los honores en la Universidad de Tulane, discurrió por diversos centros educativos en busca de un rol que le satisficiera sus requerimientos profesionales. Pasó por varios espacios formativos, pero el destino le tenía preparado otra meta. Una llamada del ejército de Estados Unidos en 1961 implica su traslado hasta las tierras caribeñas.

La aventura militar tuvo su final. John Kennedy Toole retornó a Nueva Orleans y volvió a vivir en casa de sus padres. Recuperó su labor de profesor. Disfrutaba de su tiempo libre paseando por la ciudad. Es más, se conoce que en más de una ocasión ayudó a un amigo en la venta callejera de tamanes arrastrando un carrito como el que protagoniza alguno de los aspectos más interesantes de esta obra que nos ocupa hoy: La conjura de los necios. Es más, la vida como docente no fue todo lo que esperaba. Por ello durante un tiempo tuvo que trabajar como vendedor de ropa en una fábrica. Etapa que influenció de sobremanera su pluma.

Entre todas sus aventuras vitales, John Kennedy Toole nunca dejó de trabajar en la escritura de La conjura de los necios. Se enamoró tanto de su propia historia que en cuanto puso el punto y final estaba convencido de que se trataría de una obra maestra. Tras ello, y con la premura del apasionado, comenzó a dirigir su manuscrito al sector editorial. Existen dudas acerca de a cuántos ámbitos alcanzó la obra, aunque muchos afirman que únicamente se atrevió con una: Simon & Schuster.

A pesar de que el interés inicial con la obra fue amplio, pronto terminaron por elevar un no en sus conversaciones. Argumentaban que la trama de La conjura de los necios no trataba sobre nada. Al menos esta fue la versión oficial. Pues otras voces más ocultas del medio afirmaron que la razón era precisamente la contraria: la crítica social era demasiado certera.

Poco tiempo después de esta respuesta el autor se quitaría la vida. Sucedió el 26 de marzo de 1969 cuando solo contaba con treinta y un años. Colocó la manguera de su jardín en el tubo de escape del coche y dejó el otro extremo en la ventanilla del conductor. Pese a que dejó una nota de suicidio, esta fue destruida por su madre y nunca se conoció el contenido real.

¿Qué sucedió tras la muerte de John Kennedy Toole?

Muchos han argumentado que la razón última por la que John Kennedy Toole se quitó la vida fue el rechazo editorial de Simon & Schuster. Sin embargo, a todas luces parece una teoría fallida, sin fundamento y cuyo único objetivo es engrandecer la figura de un escritor al que no lo necesita. Su trabajo habla por sí mismo.

Es cierto que el rechazo editorial fue el comienzo de su decadencia. Es más, puede que incluso actuara a modo de catalizador. No en vano, tras la respuesta el alcohol alcanzó su vida, descuidó su vida profesional y se quedó sin trabajo sumido en una profunda depresión.

Sin embargo, achacar esta realidad al rechazo editorial parece difícil. Después de todo, el escritor únicamente envió La conjura de los necios a una editorial. Tenía múltiples posibilidades al alcance para ver su obra publicada. Además, la entidad no cerró las puertas de forma terminante, sino que argumentó que requerían más tiempo para llegar a la decisión final, aunque la inclinación era evidente.

John Kennedy Toole falleció sin ver su obra publicada. Sería su madre quien tomara el testigo en esta tarea. Ella encontró el manuscrito años después de su muerte. Al leerlo y comprobar que tenía calidad, encauzó un camino de envíos a tantas editoriales como fuera posible. Quería ver el trabajo de su hijo publicado. Aunque la realidad es que solo recibía respuestas negativas. Al menos en principio.

Todo cambia cuando se pone en contacto con Walker Percy. Ella quería que leyera la obra y le ayudara a publicarla en caso de que le gustara. Aunque el autor de El cinéfilo se mostró reticente en un primer momento, acabó por ceder ante la pretensión de su interlocutora. Fue una gran decisión. Cuando finalizó la misma esgrimió que no creía posible que una novela pudiera ser tan buena.

Así, y después de mucho pelear, la novela vio la luz en el año 1980. Con el título de La conjura de los necios, ocupó un papel importante en las librerías once años después de la muerte de quien la concibió. Su impacto fue increíble. Un año después recibiría el Premio Pulitzer. Desde entonces se ha convertido en una de las novelas más icónicas de la historia de la literatura.

¿De qué trata La conjura de los necios?

Desde luego, esta cuestión no tiene fácil solución. El principio del artículo brindaba un adelanto. Es hartamente complicado determinar cuál es el tema principal de esta obra. Ciertos capítulos parecen cargados de una fuerza reivindicativa imparable, mientras que al tornar las páginas hallamos los delirios de una persona que ha perdido el juicio. Mensajes e ideas incoherentes que solo encajan en el delirio de Ignatius J. Reilly, protagonista de la obra.

La novela nos narra la historia de este personaje. Se trata de un treintañero inadaptado que vive solo con su madre. Su padre les dejó muchos años atrás. No sabemos por qué, solo que fue repentino.

Él quiere cambiar el mundo. Tiene grandes ideas para hacerlo. También para el régimen a instaurar. No se siente cómodo en la realidad que habita. Por ello sueña con que la fuerza de sus palabras pueda llevar esta realidad a un mejor fin. Con este cometido, cada día se encierra en su habitación y rellena de textos decenas de cuaderno. Ellos guardan su visión del futuro. El hito a lograr. Los cambios que deben ser realizados. Su incomprensión se grava a fuego en el papel con el anhelo de ser atendidos algún día.

La alucinación revolucionaria tarda poco en desaparecer. Necesitamos pocas páginas para comprender que no es un héroe, sino una persona enfadada con el mundo. Su visión filosófica surge de chispazos de inspiración cuando se enfada con toda la existencia. Su fuerza se desprende por sus dedos. Almacena los cuadernos y no los ordena. Siempre presente la promesa de ordenarlos y lanzarse a su tarea, no necesitamos demasiado para comprender que no tiene fuerza de voluntad.

La trama arranca en el momento en el que casi es detenido. En este instante no está haciendo nada en particular. Tampoco le hace falta más para llamar la atención. Se encuentra dentro de un coche mal aparcado mientras espera a que su madre termine de realizar unas gestiones. En este contexto esperpéntico, un policía y un anciano se suman al instante para conformar el desaguisado. Un duelo dialéctico dará comienzo y solo la llegada de su madre conseguirá que no se lo lleven preso. El anciano, que ha osado llamar comunista a agente, no tendrá tanta suerte.

Su madre tiene grandes problemas del alcohol. Somos conscientes que se achacan a no poder soportar el cuidado de una persona tan cargante como Ignatius J Relley. Está perdiendo el juicio rodeada de tanta presión y, encima, la vida todavía le tiene preparada una sorpresa esta noche. Después de tomar un par de cervezas en un bar sufrirá un accidente de tráfico y se verá obligada a hacer frente a una multa de cantidades astronómicas que no puede permitirse.

En este contexto, rogará a su hijo porque comience a trabajar y le ayude a hacer frente a esta cantidad económica. La cruz es la cárcel. Ignatius J. Relley se verá abocado a una actividad que considera semejante a la esclavitud. Con la diosa Fortuna siempre en su contra, arrancará una nueva etapa de su vida como parte de una oficina y vendedor ambulante de perritos calientes. No se adaptará demasiado bien a ninguna de las dos ofertas.

Para soportar la tortura de su reciente porvenir, Ignatius J. Reilly se comparará de forma constante con Boecio, un importante filósofo de la era romana que aceptó su propia ejecución. La realidad de más allá de las barreras de su mente será complicada de compaginar con el habitual funcionar de esta. Así, nos enredamos en una novela de realismo extremo. Una obra que describe de forma despiadada el género humano y sus miserias. Circunscribe la realidad de forma egoísta. Esta se camufla a partir de risas que nos roba La conjura de los necios, pero que no restan un ápice de su denuncia social.

Este instante marcará el punto de partida de la hilaridad. Las situaciones más esperpénticas tomarán las páginas. En ellas se contemplará a un hombre que no encuentra su lugar. A un alma reivindicativa que se perderá entre delirios. Las dudas como lectores de no saber si estamos ante un genio adelantado a su tiempo o una de las personas que debería ser encerrada sin miramientos.

Sin tener una razón clara, la trama compuesta de desvaríos nos enamorará como lectores. Tomaremos el papel con fuerza. Leeremos sin freno de manera constante. No querremos olvidar detalle. Nos perderemos en una trama que cuenta muchas circunstancias que nos afligen y contra las que no nos atrevemos a pelear, aunque querríamos hacerlo. En definitiva, la trama de La conjura de los necios es una de las críticas a la sociedad que más he disfrutado en mucho tiempo.

La lucha imparable de incomprendidos y soñadores

Ignatius J. Reilly representa la figura del incomprendido que sueña con encajar. Anhela otra época en la que poder formar parte de la realidad que le rodea. En este contexto, es despiadado y crítico con todo detalle que le rodea. Sus palabras albergan dolor, pero también rencor. Ha sufrido mucho, pero tampoco ha hecho nunca nada por formar parte del plan establecido.

A pesar de que no compartiremos el objetivo que muestra en la obra, sí que nos sentiremos identificados con él en cuanto a la forma con la que desea lograrlo. Todos nos hemos sentido en alguna ocasión fuera del mundo. Esos momentos, días, semanas o meses en los que pareciera que este no deseara que formáramos parte de él y nos coloca decenas de trampas en nuestro camino. Esta sensación es la que experimentará Ignatius J. Reilly de manera recurrente.

Su meta consiste en el retorno a una forma de vida donde impere la moral medieval. Utopía para su tiempo, retornar a este momento concluiría en un fracaso social. Sin embargo, y con la palabra y la política como sus armas predilecta, Ignatius J. Reilly no se rendirá en ningún momento. Cuando la oscuridad se cierna sobre él, sabrá encontrar la luz que le permita respirar. Observarle es interesante, comprenderle misión imposible. Compartir sus fuerzas y luchar por tus anhelos es pan comido.

El mundo es de los soñadores. Es cierto que querer, creer, trabajar y luchar por algo no te permite lograrlo. Es más, la vida casi siempre tiene fracasos por delante. La mayoría de las veces te estrellarás contra el suelo cuando intentes volar. Sin embargo, hay momentos en los que se consiguen pequeñas conquistas que concretan el valor de las heridas de guerra. Todo ello se verá representado en el protagonista.

Una moralidad de otra época

Cuando leemos La conjura de los necios somos conscientes de que el principal problema de conducta que muestra Ignatius es que su mentalidad es de una época pasada. Hecho que se representa en cada una de sus acciones y condiciona las relaciones sociales de manera recurrente.

El trato que le dispensa a su madre es la clave del razonamiento. Esclavizada, la utiliza de manera egoísta para sus propios intereses. Ha perdido la cabeza. El alcohol ha hecho mella en su realidad. Recobrará parte de la cordura cuando se aleje de su hijo y reciba el consuelo de una amiga. La muerte de su marido fue compleja. Desde entonces ha tenido que cargar con todo el peso que ha supuesto la educación de Ignatius J. Reilly. Un pequeño brillante que parecía que se comería el mundo. Sin embargo, en algún momento perdió el norte.

El comportamiento que esgrime contra su madre se puede extrapolar, también, al resto de las mujeres. Con unos criterios de valor de otra época pasada, Ignatius J. Reilly se comporta con la cabeza altiva y el pensamiento de que toda persona del mundo le debe algo debido a su gran inteligencia. Al género femenino lo tratará con la condescendencia que ha caracterizado al hombre durante tanto tiempo. Escenas en las que el escritor reflejará una crítica irónica con maestría.

La clave de todo este comportamiento se hallará en la represión sexual. Durante toda la novela tenemos una voz que enmarca a Ignatius como realmente es. Se trata de una amiga con la que fue a la universidad. Seguramente la única persona que lo ha comprendido de verdad. Mantienen correspondencia en la que se cuentan sus novedades. Ella, por razones que no llegamos a comprender, se muestra preocupada por él. Le narrará sus aventuras. Incluso se interesará por sus actividades. Por su parte, él juzgará todo acto que realice. Cada frase que escriba tendrá el objetivo de mostrar su supremacía y de criticar sus comportamientos.

Sin embargo, cuando la pluma se apoye sobre el papel, nos daremos cuenta de que en realidad la concepción de Ignatius J. Reilly sobre sí mismo es muy pobre. Se siente menos que toda persona. Gran parte de las razones que albergan sus acciones componen una necesidad de compararse con su amiga y tratar de superarla. Desea sentirse admirado por ella. Superarla.

Su moralidad atrasada también tendrá impacto en las relaciones laborales. Ignatius J. Reilly no cree en el trabajo. Subestimará a todos los que formen parte de este círculo. Jefes y responsables serán engañados por sus patrañas. Tanto, que su tiempo en cada puesto será escaso. No obstante, el tiempo que permanezca bajo su mandato empleará a personas y tiempo para lograr sus pesquisas revolucionarias. Todas fracasarán.

El desvelo de los escritores

Más allá de la crítica instaurada en este espacio hacia la figura del protagonista, hay un tema en La conjura de los necios con el que todos los que améis la escritura os sentiréis identificados. Ignatius J. Reilly es escritor. Sus anhelos buscan lograr algo importante en la literatura. Habrá páginas que discurriremos por su propios textos. La trama se alternará con escritos.

Estas palabras son la clave para entender más al personaje. Él mismo encierra sus narraciones entre distintos alter ego en función de la temática y rol que adquieran sus textos. Observaremos y comprenderemos que su forma de pensar es totalmente opuesta a la nuestra. No en cuanto a ideología, sino a funcionamiento de sus razonamientos.

Su mensaje alberga fuerza, aunque no lo compartamos. Su calidad literaria está fuera de toda duda. Se trataría de textos que podría convencer a cualquier incauto sobre su forma de pensar. No obstante, su relevancia se pierde cuando él aparece de forma personal y echa por tierra su poder persuasivo al entablar conversaciones.

Como cualquier escritor, Ignatius J. Reilly muestra en La conjura de los necios el natural porvenir de las letras. Empleará cualquier momento para encerrarse y olvidarse del mundo que le rodea. Querrá escapar de su realidad. Cada autor escribe sobre lo que quiere, pero todos compartimos ese instinto irrefrenable de huida de la realidad. Se alberga en nuestra sangre. Queremos escapar y alcanzar otros mundos. Formar parte de otras dimensiones. Por ello narramos historias. Él es igual.

El punto de inflexión

Durante toda la novela tenía una preocupación. Pensaba que el escritor no iba a proporcionarme una explicación al porqué de Ignatius J. Reilley. Quería saber por qué una persona corriente se convierte en una especie de monstruo inquisitivo.

Sin embargo, y evitando todo tipo de spoiler, se alcanza un momento en La conjura de los necios en el que comprendemos todos los aspectos a la perfección. Yo, por lo menos, que ya he experimentado esas sensaciones en algún momento de mi vida comparto su dolor. Su pesar no me es extraño. No comprendo la manera en la que digiere la realidad. Menos aún justifico sus acciones. Pero entiendo por lo que ha pasado.

A penas se le da importancia a este instante en la novela. Nada cambia. Todo continúa como de costumbre. En este entorno, yo tengo que admitir que conocer ese detalle humanizó para mí el personaje. Todos los elementos extraños que albergaba desaparecieron. Encontré, por fin, a la persona que se escondía en él.

Este cambio de perspectiva solo se puede lograr con un dominio de la narración magnífico. No será el único momento que se le dé. También aparecerá en una escena final en la que huele el cabello de una persona. La nebulosa de excentricidad será menos opaca.

¿Es ignatius J. Reilly una representación del escritor?

Una de las preguntas que se han formulado muchas personas al terminar La conjura de los necios es si el protagonista de la obra es una especie de alter ego de John Kennedy Toole, el autor.

Si lo pienso, es algo que me encantaría. Sería genial. Uniría la realidad con la teoría más extendida por todos los lugares del mundo literario: La conjura de los necios constituiría una carta de suicidio.

Sin embargo, lamento decirte que parece que esto no es así. Aunque se ha narrado que el autor era bastante excéntrico en cuanto a sus manías, parece que se encontraba muy lejos del nivel esgrimido por el protagonista de la novela.

Otra razón a destacar es porque de su vida y de su obra coinciden elementos muy esporádicos. Cierto es que son importantes. Por ejemplo, ambos trabajan en una fábrica y como vendedor ambulante. No obstante, si hay un detalle que sobresale sobre manera es el razonamiento que deslumbra la biografía de Mclauchlin: Bobby Byrne, amigo del autor, encaja a la perfección en la definición del personaje de Ignatius J. Reilly: el bigote, sobrepeso, alto, torpe, adoraba los perritos calientes y estaba obsesionado con la filosofía medieval. Era un intelectual, pero al mismo tiempo grotesco y era conocido por tirarse pedos en público.

De esta manera, y aunque hubiera sido algo muy interesante, se puede llegar a concluir que no está basada en él.

Conclusión sobre La conjura de los necios

La conjura de los necios es una novela magnífica. Obra que destaca por su excentricidad y que podría llegar a considerar como una de las mejores de la historia personal. Crítica despiadada cargada de humor y de ironía, no creo que se trata de una novela que pueda disfrutar todo el mundo. No obstante, quienes consigan amar sus letras verán muy recompensado sus esfuerzos.

Se la recomendaría a todos. Es cierto que acabo de escribir que no todos podrán con ella. Pero si no prueban, nunca lo sabrán. Es una de esas novelas que con que una persona a la que se la has recomendado la disfrute, es suficiente. Su mensaje reivindicativo hará mella en él. Tiene una mirada difusa y un impacto certero en el corazón de todo lector.

¿Tú has leído algo del escritor? ¿Conoces su obra? ¿Qué es lo que más te gusta de ella? ¿Te planteas leerla ahora que hemos analizado su contenido?

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