Tengo sobre la mesa desde hace mucho uno de los libros más importantes del panorama editorial institucional de este año. Digo de este año porque, aunque la fecha del Depósito Legal es 2019, si no estoy equivocado, su distribución se hizo en 2020. Al menos, mi ejemplar me llegó en los primeros días de enero. Y digo institucional porque está editado por el Museo Extremeño e Iberoamericano de Arte Contemporáneo (MEIAC), con la subvención de la Consejería de Cultura, Turismo y Deporte de la Junta de Extremadura, y apoyado por la Asociación de Amigos del MEIAC. José Antonio Cáceres. La consciencia de ser (Badajoz, MEIAC, 2019, 348 págs.) es un libro que merecería una atención que yo sigo echando en falta, a pesar de que se presentó en la Feria del Libro de Badajoz, y que estoy seguro no voy a contribuir a forjar por escribir una entrada sobre él. Dos hechos infaustos han impedido la merecida visibilidad y difusión de esta obra: la muerte el pasado enero de Antonio Franco, que fue uno de los grandes impulsores del reconocimiento del artista y escritor extremeño José Antonio Cáceres (Zarza de Granadilla, 1941) como promotor de diversos actos expositivos de su singular obra y como depositario en calidad de, en su día, director del MEIAC, de todo su fondo de obra experimental y plástica, de revistas, cartas, fotografías, catálogos y folletos, etc.. El otro hecho infausto fue el maldito estado de alarma —el de marzo, ay— que dio al traste con tanto; también en el terreno de la divulgación cultural. Es justo recordar el entusiasmo de Antonio Franco y el apoyo económico de las instituciones; pero si hay que explicar cuál es el cimiento conceptual y la trama de composición de este libro, con la contribución de varias firmas en «caminos cruzados» (Fernando Millán, Jorge Urrutia, Pablo Jiménez, Elisabeth Slavkoff, Antonio Gómez y Juan Luis Campos), solo hay un nombre principal que explica este descomunal proyecto de rescate de una obra así de importante. Se trata de la profesora y escritora Emilia Oliva, que se ha echado a las espaldas la tarea de reivindicar la creación de José Antonio Cáceres desde hace muchos años y ahora en más de trescientas páginas que incluyen un soberbio estudio muy bien documentado que recorre la trayectoria del «ignoto» Cáceres, su poesía concreta, hermética o cifrada, su poesía discursiva, su poesía toda, en análisis muy lúcidos, que concluyen en unas páginas —todas, eso sí, iluminadas con muestras gráficas de la obra de J.A.C.— sobre «Poesía y conocimiento» que constituyen el más amplio y mejor estudio —he leído tesis doctorales que no llegan a este nivel— que yo conozco sobre todo el universo creativo del de Zarza de Granadilla. De Miguel de Molinos, José Ángel Valente y María Zambrano son los epígrafes que encabezan ese capítulo en el que Emilia Oliva aborda la «inmensa obra» de un poeta, de un pintor, de un artista como Cáceres, que «oye el fluir de la consciencia, que habla —aunque adopta máscaras diversas— deja como rastro una estructura casi diarística en sus poemas y una datación exhaustiva de cada una de sus producciones artísticas, incluidos los más pequeños dibujos». Y es que Emilia sabe mostrarnos el mundo creativo de José Antonio Cáceres envuelto en un contexto histórico y teórico enormemente sugerente, que puede allegar a su exégesis consideraciones sobre filosofía, mitología o poética que están en la base de los ejemplos de la obra de Cáceres a los que va aludiendo, que va comentando en estas páginas enjundiosas. Insisto en la importancia de esta publicación. Qué extraordinario placer —me apetece recordarlo ahora— tuve al tener entre mis manos, gracias a Emilia Oliva años atrás, la «novela visual» —24 x 33 cm— Fábula de Don Facundo Jeremías que pasó por el mundo y murió de pulmonía, algunas de cuyas páginas se muestran en este volumen, y de la que también se trata en otro capítulo anterior al mencionado. La bibliografía y la cronología finales son impagables. Lo de la página 337 me enterneció: «Condiscípulo y amigo de Aníbal Núñez, ambos comparten la pasión por la poesía y la pintura. Son años de efervescencia creativa a expensas de los estudios: suspende Latín y Griego». Qué cosas.