La Constitución Española de 1978 nunca fue lo que dijeron que era. Ni siquiera sirvió para garantizar la democracia porque el sistema que instauró viola casi todas las reglas y leyes de la democracia real. Bajo esa Carta Magna los partidos políticos se atiborraron de poder, el gobierno se hizo demasiado poderoso, libre de los controles, frenos y contrapesos que son preceptivos en democracia, no se garantizó la separación de los poderes básicos del Estado, la Justicia fue controlada por los políticos, el Parlamento nunca respetó la libertad de expresión y de voto de los representantes del pueblo, que solo representaron a sus partidos, la sociedad civil fue desarticulada y desarmada, además de invadida por los políticos y el país fue víctima de lacras tan terribles como el desempleo, la pobreza, la desprotección de los débiles, la desigualdad ante la ley y el auge de vicios como el blanqueo de dinero, las estafas bancarias a sus clientes, el saqueo del sistema de cajas de ahorros, la prostitución, el tráfico masivo y consumo de drogas, el fracaso de la enseñanza y decenas de modalidades de corrupción institucional y abuso de poder.
Una Constitución que ha permitido tanta ignominia no merece ser mantenida y ensalzada públicamente como un texto ejemplar.
Ni siquiera hay que analizar la lista de fallos y argumentos antes expuestos para llegar a la conclusión de que la actual Constitución Española es un bodrio. Basta contemplar la labor de Artur Mas, un tipo que odia a España y que, desde el poder, estimula el rencor, el odio y la separación, para concluir que nuestra Constitución es impotente, inútil y que ni siquiera es respetada por aquellos que la juran.
El número de crímenes contra la Constitución que han cometido los políticos españoles es incontable: no han respetado los derechos humanos, no han defendido al débil frente al fuerte, han aplicado la Justicia de manera arbitraria y desigual, han concedido ayudas y subvenciones a los amigos, se han cobrado comisiones corruptas desde el corazón del Estado, se ha instaurado la mentira como política de los gobiernos, se han incumplido las promesas y los programas electorales, se han comprado votos y voluntades con dinero público, se han trucado oposiciones, se han concedido concursos públicos a dedo, se ha expulsado a los ciudadanos de la participación política y de la democracia y se ha impregnado de corrupción y vicio todo el edificio público, desde el que se ha pervertido al pueblo.
Hoy, esa Constitución tan alabada ni siquiera está vigente en decenas de capítulos y se viola cuando se miente, cuando se expulsan a los humildes de sus hogares, cuando se compran medios de comunicación y cuando se amparan a ladrones y banqueros que han robado y humillado a la población y en decenas de detalles mas. Ni siquiera existe un mercado único, ni normas únicas, ni una fiscalidad común para todos los españoles, ni el mismo acceso a la salud, a pesar de que la afirmación mas solemne de la Carta Magna es esa frase altisonante y hueca de que "los españoles son iguales ante la ley".
Le regeneración de España debe partir de la aprobación de una nueva Ley de Leyes que garantice la democracia y que impida el acceso al poder de sátrapas, corruptos y miserables. Sólo con esa premisa, España podría resucitar.