En un colegio de educación primaria en Seúl, unos funcionarios que venían por parte del Ministerio de Defensa mostraron unas imágenes sobre las torturas de carácter extrema que desgraciadamente existen actualmente en los campos de concentración de Corea del Norte. Poco después, una muchacha que apenas ha cumplido diez años empieza a llorar de pánico. Y por consiguiente, sus compañeros, atemorizados por las imágenes, salen de la clase. La controversia estaba servida. Preguntaban los padres. ¿Como es posible mostrar dichas reproducciones a unos niños que están en pleno desarrollo físico y emocional y que cualquier objeto les puede afectar directamente? Esta clase de representación ya se ha extendido por todo el territorio coreano.
Los funcionarios alegan que en otras escuelas no había pasado nada. Ningún tipo de gritos o desmayos. Que solamente había pasado en esta escuela de Seúl. Pero los familiares se concentraron enfrente del Ministerio de Defensa para que retire esas imágenes y que opte por otras alternativas menos inicuas para contar la realidad de Corea del Norte. En Corea del Sur, desde mi punto de vista, no saben como podrían transmitir a sus ciudadanos desinteresados por el grave problema de los derechos humanos que dicta bajo el régimen y, optan por esta vía más escabrosa.
Tampoco creo que esto sea una buena forma de hacer pedagogía sobre Corea del Norte. Al otro lado de Seúl, unos alumnos han creado una especie de animación para concienciar a sus compañeros y padres. Sin mostrar algún tipo de violencia, sangre o "dientes afilados" de militares. Ellos mostraron algo simple pero grandioso. Una pequeña historia de unos niños que se tienen que separar de sus padres porque tienen que marcharse a China en busca de una vida mejor. Para contar una buena historia y necesaria, muchas veces, no requiere de unas herramientas complejas. Basta contar con la simplicidad que la mayoría de la gente no lo encuentra fácilmente en estos tiempos.