Antes de dejar nuestro estudio de los milagros del Nuevo Testamento, vamos a dedicar un capítulo al milagro espiritual que siempre ha tenido el lugar de preeminencia entre todos los demás. Dos hombres de Inglaterra, Gilbert West y Lord Lyttleton, querían destruir el cristianismo con argumentos irrefutables. Ambos tenían dinero para viajar y una determinación indomable de probar que la fe cristiana era totalmente falsa. Se dieron cuenta que si se podía negar con argumentos científicos la resurrección de Jesús y la conversión de Saulo, lograrían su intento.Estos dos jóvenes, pues, hicieron un convenio. West escogió la resurrección de Jesús y Lyttleton la conversión de Saulo como blanco de sus ataques. Iban a tomar un año para sus viajes e investigaciones minuciosas, y prometieron reunirse en Inglaterra para comparar sus conclusiones al fin del año.Al pasar el plazo señalado, los dos se reunieron conforme a lo acordado. West dijo a su amigo con algo de titubeo: “Tengo que confesarte que mis investigaciones acerca de la resurrección de Jesús no resultaron como había esperado. En vez de ser confirmado en mi ateísmo, cada día de viaje y de estudio me hizo avergonzarme más de mi incredulidad, y ahora creo firmemente que en verdad Jesús resucitó de entre los muertos, y deseo ser uno de sus discípulos.”Grande fue su sorpresa al ver una sonrisa de consuelo en lugar de enojo en la cara de su amigo. Lord Lyttleton confesó también que todas sus investigaciones le habían convencido de la realidad de la conversión de Saulo; y ambos se convirtieron en fieles siervos y testigos de Jesucristo hasta el fin de sus vidas.Saulo era un hombre joven, honrado, inteligente, bien educado, discípulo de Gamaliel, el fariseo célebre de Jerusalén. Nació en Tarso, la gran ciudad de Cilicia en Asia Menor, donde su padre era un judío fiel que había recibido los privilegios de la ciudadanía romana (Hechos 21:39; 22:25–29). Saulo era un fariseo fanático, activo y ferviente, y vino a ser miembro del concilio del Sanedrín. Era muy sincero en la ley de Moisés, y resolvió exterminar la religión cristiana, a la que él consideraba una herejía perniciosa.El no sólo perseguía a los cristianos en Jerusalén. He aquí su testimonio al respecto: “Yo encerré en cárceles a muchos de los santos, habiendo recibido poderes de los principales sacerdotes; y cuando los mataron, yo di mi voto. Y muchas veces, castigándolos en todas las sinagogas, los forcé a blasfemar; y enfurecido sobremanera contra ellos, los perseguí hasta en las ciudades extranjeras.” (Hechos 26:10, 11).Nunca hubo ni habrá hombre con más odio al mero nombre de Jesús que Saulo. ¿Qué fue, pues, lo que le cambió en un momento? ¿Qué le hizo abandonar todos sus esfuerzos en contra de los cristianos? ¿Qué le transformó de un perseguidor rabioso en un seguidor humilde y devoto del despreciado Nazareno? ¿Qué convirtió al enemigo más feroz en el misionero más consagrado que ha tenido el cristianismo? No hay hombre en toda la historia con un carácter más puro, más sincero, más consagrado, ni más humilde que el de Pablo; aun sus mismos enemigos jamás hallaron falta en él. Su vida como cristiano no es la de un hombre alucinado ni la de un loco fanático. Tanto de sus escritos como de sus sermones y de toda su conducta, podemos probar su cordura, su inteligencia, su veracidad y su sentido común.Es evidente, pues, que no estaba alucinado ni se había vuelto loco, y lo que le cambió fue descrito por él mismo de esta manera: “Pero aconteció que yendo yo, al llegar cerca de Damasco, como a mediodía, de repente me rodeó mucha luz del cielo; y caí al suelo, y oí una voz que me decía: Saulo, Saulo, ¿por qué me persigues? Yo entonces respondí: ¿Quién eres, Señor? Y me dijo: Yo soy Jesús de Nazaret, a quien tú persigues. Y dije: ¿Qué haré, Señor? Y el Señor me dijo: Levántate, y ve a Damasco, y allí se te dirá todo lo que está ordenado que hagas.” (Hechos 22:6–8, 10). Saulo vio a Jesús glorificado, y esa visión le cambió.La mayor parte del libro de los Hechos se ocupa de los triunfos del evangelio predicado por Pablo en todas partes del mundo entonces conocido (Colosenses 1:5, 6, 23). Sus epístolas a las iglesias gentiles, todas escritas antes de los evangelios, nos prueban que él había recibido lo que llama “mi evangelio” (Romanos 2:16) no de hombre alguno, sino por revelación de Jesucristo (Gálatas 1:11–24). “La teología paulina, esta teología de un fariseo convertido, es la prueba más fehaciente del poder universal y completo por sí mismo de la influencia de la persona de Jesucristo” (Harnack).Existen cuatro teorías que podrían explicar la conversión de Saulo (1) Que era impostor, predicando lo que sabía ser falso, con la intención de engañar a sus oidores. (2) Que era entusiasta, engañándose a sí mismo por el ardor de su imaginación. (3) Que era engañado él mismo por el fraude de otros, y que todo lo que predicaba se debía al poder engañador de ellos. (4) Que en verdad él vio a Jesús, y que esa visión gloriosa efectuó el cambio milagroso en él, lo que prueba terminantemente la verdad de toda la religión cristiana.En consideración de estas posibilidades, podemos notar:(1) Que no era impostor, porque no existe motivo alguno para que él emprendiese tal impostura, tampoco hubiera podido lograr el intento por los métodos que él usaba. Recordemos que:(a)Una impostura se motiva por una esperanza de ganancia o por la satisfacción de algunas pasiones; y no hubo tales motivos en Saulo.(b)Una impostura tan tremenda no hubiera podido ser efectuada por un solo hombre, teniendo en contra la política y el poder del magistrado; el interés, la reputación y la sutileza de los sacerdotes; los prejuicios y pasiones del pueblo; y la sabiduría y orgullo de los filósofos.(2) Que no hubo en Pablo los ingredientes de los cuales se compone el entusiasmo:(a)Ardor de las pasiones; (b) melancolía; (c) ignorancia; (d) credulidad; y (e) arrogancia.Por la ausencia de estas cosas en él, podemos ver que no era entusiasta.(3) Que era moralmente imposible que los discípulos de Jesús acometieran la empresa de cambiar a su enemigo por medio de un fraude. Juntamente con ello, les era físicamente imposible lograr tal intento, si lo hubieran concebido. El representaba todo el poder eclesiástico de los judíos, no sólo en Palestina, sino en todos los demás países, mientras que los cristianos eran por aquel entonces un grupo pequeño, perseguido, maltrecho y despreciado por todos.
(4) Queda, pues, la última de las teorías, probada y bien confirmada. Saulo vio a Jesús resucitado, y esta visión le cambió de perseguidor en seguidor. Su conversión ha influido en las corrientes de la historia hasta el día de hoy.