El próximo 30 de mayo Franco debería resucitar, pero solamente dos horas, para presidir la Copa de “S.E. el Generalísimo” y sustituir así al Rey Felipe VI, que tendrá que soportar afrentas a su figura y a lo que representa, una democracia libre y del primer mundo.
De volver, Franco sentiría nuevamente el entusiasmo que le entregaba la afición local a su dictadura, incluso muchos años antes de que ordenara cambiar las normas legales que impedían construir el actual Nou Camp y vender Las Corts para la especulación urbanística.
Un pelotazo que el mismo Franco le negó al monárquico Santiago Bernabéu, que le había pedido la reclasificación del actual estadio del Real Madrid para vender los terrenos y construir en ellos viviendas, y levantar otro en las afueras de la ciudad.
Esas dos horas gloriosas, como las que Franco vivió presidiendo seis finales en Barcelona, dejarían para el mundo las imágenes de aquella adhesión barcelonista fervorosa, como demuestran los periódicos y los No-Do de los años 1944, 1945, 1946, 1957, 1963 y 1970.
Ahora que hay una democracia los políticos catalanes, especialmente los nacionalistas, excrecencia descendiente del carlismo, hostil a la rama heredera de Isabel II, niegan que el franquismo hubiera arraigado en Barcelona más que en ninguna parte de España.
Han creado una historia falsa, con falsos agravios franquistas al mayor club local, el Barça, cuando este ganó la Copa del dictador en ocho ocasiones, las primeras levantando el brazo fascista, y sólo una menos que el otro club con el que competirán en mayo, el Athlétic de Bilbao.
Y el Real Madrid, al que acusan de protegido del régimen las aficiones de quienes jugarán la próxima final, ganó la misma copa solamente en seis ocasiones.
Nadie debería olvidar de dónde viene.
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SALAS