La selección española ganó su primer título en la Copa de Europa de Naciones celebrada en España en 1964. El país pudo disfrutar con un equipazo en el que destacaba un consolidado Luis Suárez, pero que complementaba su once titular con figuras como Iribar, Amancio, Fusté, Marcelino o Pereda. Las generaciones de futboleros que no tuvimos la suerte de verlos jugar percibimos su importancia, al menos en mi caso, gracias a la memoria de nuestros padres.
Sin embargo, algo que mi padre nunca me contó, seguramente porque nunca se lo pregunté, es la razón por la que una de las selecciones con mayor número de figuras de la historia del fútbol mundial no logró hazaña deportiva alguna. Me refiero a la España de Di Stéfano. La España de Kubala. Esa España en la que ambos coincidían con Ramallets y Paco Gento y con el anteriormente nombrado Luis Suárez. La España de Luis del Sol y Peiró. Esa selección.
He de reconocer que, en mi caso, nunca había echado la vista tan atrás. No conocía mucho acerca del triunfo en la Eurocopa del 64 y, menos aún, de épocas anteriores. Fue una foto en la que reconocí a Kubala, Di Stéfano y Luis Suárez juntos, con la zamarra española, la que me abrió la mente para que entrara la luz. Después me fijé en que había fotos de la misma época en las que también estaba Gento. Y, entonces, llegaba la pregunta obvia: ¿Cómo puede ser que la España que coincidió con el Real Madrid de las 5 Copas no ganase nada? ¿Cómo puede ser que una selección con dos Balones de Oro, uno de ellos el mejor jugador de la historia hasta ese momento, no lograse un triunfo en un torneo grande?
El punto de inicio pueden ser las nacionalizaciones de Ladislao Kubala en 1953 y la de Alfredo Di Stéfano en 1956. Una vez que ambos pudieron ser seleccionables, el potencial español se disparó. En aquella época la Eurocopa era solo un sueño de futuro y el primer evento deportivo al que se enfrentarían juntos en la selección fue a la fase de clasificación para el Mundial de Suecia de 1958.
España fracasó y no superó un grupo en el que se tuvo que enfrentar a Escocia y Suiza. Un empate a dos goles con Suiza y una derrota en Glasgow en una gran noche del buen jugador escocés Jackie Mudie, con un hat trick, hicieron inútiles las dos victorias por goleada que se cosecharon frente a los mismos equipos con posterioridad.
De modo que la España de, lo repito, Di Stéfano, Gento, Kubala, Luis Suárez, Ramallets o Campanal II quedó fuera de un Mundial que, a la postre, dio a conocer al mundo a un tal Edson Arantes do Nascimento, Pelé, goleador en la final, con 17 años.
La oportunidad del Mundial se perdía entre sorbos de un Scotch Single Malt, pero, en la construcción de la nueva Europa, tras la Segunda Guerra Mundial, el fútbol quería poner su granito de arena y, como ya se hacía a nivel de clubes, existía una predisposición clara a la celebración de un torneo que englobara a las selecciones representantes de los estados europeos. A pesar de la existencia del Telón de Acero, la primera edición de la Copa de Europa de Naciones al fin cristalizaba en el año 1960.
17 selecciones se unieron al reto. Las grandes ausentes, que no aceptaron participar en el torneo, fueron Inglaterra, Italia y la República Federal de Alemania. Tres potencias. Esto incrementaba aún más las opciones de una España con sus estrellas conjuradas ante lo que consideraban la gran oportunidad de sus vidas.
El sistema en aquellos años era el de eliminatorias a doble partido en una competición alargada en el tiempo y una fase final, que se jugaría en Francia, en la que jugarían los cuatro últimos supervivientes. Irlanda quedó eliminada en una clasificación previa con lo que ya solo quedaban 16.
El sorteo quiso que España se enfrentase en octavos a Polonia. En aquellos tiempos la selección polaca quedaba englobada en la Europa del Este, no solo geográficamente, como siempre, sino también políticamente. Es decir, pertenecía al bloque comunista, en las antípodas del régimen franquista. Esta situación no fue óbice para que se celebraran los partidos con normalidad y, en el plano deportivo, España arrasó a Polonia venciéndole 2-4 en la ida, jugada en el estadio de Chorzow, en Silesia, con dobletes de Di Stéfano y Luis Suárez y un 3-0 en la vuelta jugada en el Santiago Bernabeu con goles de Di Stéfano, nuevamente, Gensana y Gento.
La moral, algo típico en nuestro carácter, se llenó de ilusión y, verdaderamente, aquella selección creía en sí misma. El hecho de ser un equipo con muchos jugadores de carácter ganador potenciaba esa sensación de seguridad. Pero, lo que no significó ningún problema en octavos de final, fue un absoluto muro infranqueable en los cuartos. El sorteo quiso que España se enfrentase a la URSS del gran Yashin, y eso, lo de la URSS, no lo de Yashin, era un gran problema.
Y no de carácter deportivo. Son famosas las declaraciones de Luis Suárez en las que afirmaba que " nosotros estábamos seguros de que les podíamos ganar y ser campeones de Europa". Sin embargo, al acercarse la fecha señalada, el 29 de mayo de 1960, los rumores se hicieron ciertos y desembocaron en un decreto, de 24 de mayo, de los ministros de Presidencia, Carrero Blanco, y Gobernación, Alonso Vega en el que adelantaban que la eliminatoria no se jugaría. Justo esta semana se cumplen 60 años de aquella errática orden.
El día después, el 25 de mayo, se pudo leer en la prensa: " La Federación Española de Fútbol ha comunicado a la FIFA que quedan suspendidos los encuentros de fútbol entre las selecciones nacionales de España y de la URSS para la Copa de Europa de Naciones". Ya sabemos que en aquella época se podían tomar decisiones sin demasiadas explicaciones, pero es que ni los jugadores las recibieron. Lafuente Chaos, presidente de la Federación Española de Fútbol, solo alcanzó a decirles que eran órdenes de arriba. Y en aquella época eso tenía poca discusión.
Tras ello, aunque se intentaron alternativas, España fue expulsada de una competición que incluso corrió el riesgo de desaparecer. El resto son interpretaciones, dimes y diretes en los que se habla del miedo de Franco a perder contra un país comunista al que, además, odiaba personalmente por el apoyo que brindó al frente republicano en la Guerra Civil.
El caso es que la decisión del caudillo nos privó del beneficio de la duda. Evitó que una de las generaciones de deportistas más brillantes de nuestra historia pudiera henchir a España de orgullo y llenarla de prestigio. Pero quizá hizo que contrajese una deuda con esos deportistas. Lo que desembocó en la celebración de la Fase Final de la Copa de Europa de Naciones de 1964 en España. Y aquí, en Madrid, cuatro años después, ya nada pudo impedir ese cruce que tanto miedo daba.
Eso sí, ni Di Stefano, ni Kubala, ni Ramallets, ni Gento, ni tantos otros pudieron alcanzar la gloria con España. Solo Luis Suárez y Olivella jugaron esa final, de los que no pudieron jugar los cuartos en 1960. Me gusta imaginarme al Arquitecto de la Coruña, con su ironía y repeinado, levantando el teléfono durante cuarenta años, todos los meses de junio, en los albores del verano, para compartir unas palabras con La Saeta Rubia y recordar, juntos, que ellos tenían razón. Que ya en 1960 podrían haber sido campeones.