El estado de bienestar está fundiéndose como la nieve durante el deshielo. Fue el gran logro de la Europa cristiana conseguido mediante sangre sudor y lágrimas durante los últimos siglos. Dos mil años de historia no deben ni pueden acabar en el olvido tal como ocurre en la distopía orwelliana1 984; novela donde desaparece y se manipula la historia. Si utopía significa ningún lugar, su contrario; distopía, significa algún lugar. Es decir, las utopías, ya sean ideologías o sistemas perfectos de gobierno no existen; pero, las distopías sí están presente entre nosotros.Todo sistema de gobierno es imperfecto, algunos resultan verdaderas aberraciones y la democracia se salva siendo el mejor de los sistemas imperfectos: es el que tiene menos imperfecciones.
Si en los años sesenta del siglo pasado florecía una clase media en Europa y América del norte con un envidiable estado de bienestar que vencía los fracasos de las dos grandes guerras, la desaparición de la clase media, su desmoronamiento junto a la manipulación de la historia no resultan sucesos puntuales de tipo apocalíptico, sino que también están siendo progresivos. Entonces, llegaría un punto en el que nadie recordará que existió una clase media en cierta época histórica y mucho menos se sabrá nada del estado de bienestar que se logró. Cuando desaparezca por completo la clase media también lo hará el estado de bienestar y viceversa; y pasaremos al estado de malestar: al de la distopía en estado puro.
Se ataca al cristianismo no porque se trate de una religión sino porque forma parte de nuestra cultura más íntima: históricamente cristianismo e historia son caras de la misma moneda en el desarrollo de occidente y sobre todo de nuestra cultura. Contra el pensamiento libre se utilizan vectores como la crisis, la corrección política, políticas de inmigración y la globalización o los mercados para acabar con el orden y la tendencia que surgió después de la Segunda Gran Guerra. No creo en teorías conspiranoicas como las expuestas por Kalergi (poco conocidas) donde parte de ese plan consistiría en provocar dos guerras mundiales, introducir los fascismos, el marxismo y forzar un mestizaje para acabar con Europa. El motivo para rechazarla es que el melting pot o mezclas de inmigrantes provenientes de distintas partes ha contribuido en EE UU a su grandeza y que a toro pasado es fácil hablar sobre lo que todos sabemos que ha ocurrido. Ahora bien, respecto a las políticas de inmigración pueden influir también variables extrañas que diesen otro tipo de resultado para Europa; por ejemplo, una de esas variables podría consistir en la ausencia de democracia y la imposición de la corrección política. Lo que sí es cierto es que hemos entrado en una dinámica muy alarmante donde Europa no sabe cómo resolver ninguno de sus problemas, para variar. Por no saber resolver sus problemas sobrevinieron dos grandes guerras que al final pudieron impulsar una gran recuperación social y económica. Pero nada podrá salvarnos de una globalización convertida en invasión. Que grandes masas de población se trasladen de un punto a otro del globo no soluciona ningún problema, sino que causa otro mayor i insalvable.
Basta con que se introduzcan unos cuantos caballos de Troya para desintegrar una sociedad. El gen de la autodestrucción forma parte del género humano tanto como el de la supervivencia y la vida. En la Iliada el astuto Ulises contó, gracias a la ayuda de los dioses con ese oscuro secreto del alma humana: Ulíses supo introducir el más eficaz vector dentro de Troya; el deseo de toda sociedad de buscar su autodestrucción. Si la caída de la inexpugnable ciudad amurallada no pudo llegar por elementos exógenos, sí que llegó por los endógenos. Dentro de nosotros pervive un fuerte instinto de supervivencia, pero el deseo de autodestrucción también se halla ahí dentro y agazapado. Tras diez años de intentar destruir Troya los griegos levantaron el campamento y dejaron ante la puerta de la ciudad un gran caballo de madera. A los pies del caballo un cartel: "Este regalo de los griegos es una ofrenda dedicada a Atenea para que nos permita volver a casa". Gracias a la astucia de dejar un enorme caballo de madera ante las murallas de Troya fueron los mismos troyanos quienes precipitaron la caída de su ciudad al introducir una nave repleta de enemigos. La lectura del mito es fácil: no nos podemos fiar de las apariencias de las cosas y menos de los regalos de los enemigos. Un análisis científico del caballo lo hubiese diseccionado y habrían dado con el virus genocida que llevaba en su panza: no nos podemos fiar de la apariencia de la cosas. De nada sirvió tampoco el sentido común de unos cuantos ancianos pidiendo que lo quemasen, que aquel engendro jamás debía pasar dentro de los muros; que ese caballo iba a ser la destrucción de todos. Casandra, una de las hijas del rey troyano, Príamo, advertía desesperada que era una trampa, pero nadie le hizo caso; así que el enemigo acabó dentro de la ciudad. Nadie hizo caso al sentido común, a la inteligencia..., ganó la locura colectiva en busca de su propia autodestrucción, ganó la corrección política y el gobernante de turno, cómo no, tomó la decisión equivocada. El resultado: el genocidio y la aniquilación total de una civilización. A eso pueden llevarnos los malos gobiernos al obligarnos a pensar como ellos quieren (con corrección política) y coartar la inteligencia y el sentido común.
Analicemos realidades: la burbuja inmobiliaria, la globalización, la recesión, las altas finanzas sin pizca de moral, la destrucción de empleo, las políticas de inmigración, etc., todo ello ocurre obedeciendo a motivos de los que no tenemos ni tendremos jamás información, pero cuyos cuyos efectos sí estamos experimentando: antes, un mileurista era considerado como un paria y ahora los canales de TV se encargan sutilmente de presentarlo como a un privilegiado. En realidad, estamos acercando el tercer mundo al primero y no ayudando a que ellos salgan de la miseria. Si vemos unas pisadas sobre la nieve podemos deducir que alguien ha pasado por allí y también esa mismas pisadas evidencian hacia donde se dirigen las huellas. Podemos empíricamente estudiar las pisadas y los vectores: son flechas que apuntan todas hacia una misma diana, pero la interpretación que los medios y los tertulianos nos ofrecen con su miopía sobre estos sucesos cotidianos se nos presentan bien amalgamados y distorsionados por la corrección política; es decir, con la forma en la que hemos de interpretar empíricamente los hechos históricos de los que nos ha tocado ser testigos, que no actores, pues no podemos decidir nada al carecer de democracia en Europa. La represiva corrección política ata las mentes y nubla la inteligencia y nos impide ver hacia dónde nos dirigimos. Todas convergen en un punto: la destrucción de la cultura occidental y de la clase media, es decir, la destrucción de una civilización con más de 3000 años de historia. Y hasta aquí puedo leer. Pero todavía estamos a tiempo: si somos capaces de detectar el problema estamos dando un paso muy importante: el primero hacia la solución.
iLas variables extrañas en un experimento son aquellas que influyen en el resultado final pero que no hemos tenido en cuenta. El motivo puede ser por azar o simple desconocimiento. Se descubren una vez obtenido el resultado final si éste no coincide con lo que esperábamos.