La corrupción de Odebrecht debe ser investigada en EEUU y Europa

Publicado el 17 febrero 2017 por Jmartoranoster
El escándalo de corrupción de Odebrecht S. A., una de las corporaciones contratistas de origen brasileño más grandes del mundo, puso en duda la credibilidad y honestidad de muchos gobernantes latinoamericanos.
La corrupción es como una bola de nieve. Una vez que empieza a rodar seguirá creciendo (Charles Caleb Colton, 1780-1832).
Sin embargo, hay ‘gato encerrado’ en el manejo de este asunto por parte del Departamento de Justicia de EEUU, que señaló solamente a 10 países latinoamericanos y dos africanos afectados por los sobornos de Odebrecht, sin mencionar que la corporación tiene contratos en 25 naciones, entre ellas Norteamérica.
Solamente un inocente podría creer que un conglomerado brasileño con 73 años de experiencia, que había creado una unidad especial, la ‘Structural Operation Division’ (División de Pagos Estructurales), con el propósito de usar sobornos a cambio de contratos, haya sido selectiva en el uso de coimas para su beneficio. Decía el político francés Joseph Fouché (1758-1820) que “todo hombre tiene su precio, lo que falta es saber cuál es”.
Por eso, es difícil de creer que los líderes y gobernantes de Argentina, Brasil, Colombia, República Dominicana, Guatemala, Ecuador, Panamá, México, Perú, Venezuela, Angola y Mozambique, señalados por la Sección de Fraude del Tribunal del Distrito Oriental de Nueva York, hayan sido propicios para la corrupción, mientras que sus colegas de EEUU, Reino Unido, Alemania, Austria, Suiza, Portugal, Rusia y Emiratos Árabes Unidos han sido inmunes a los ofrecimientos irresistibles de Odebrecht.
Una breve revisión de todo lo que se ha escrito sobre la corrupción en Europa y EEUU, y de las estrategias y tácticas usadas por las grandes corporaciones, muestra que don dinero tiene un poder prácticamente universal e ilimitado. Basta leer artículos como el de Jordi Pérez Colomé, titulado ‘cómo es la corrupción en Estados Unidos’, o revisar lo que publica WikiLeaks para no tener duda sobre la atracción mágica de los sobornos.
La Odebrecht S.A., fundada en 1944, tiene actualmente 200.000 empleados y ocupa el 13º lugar entre las corporaciones contratistas más grandes del mundo, con un capital cercano a los 60.000 millones de dólares. Esta corporación proyecta invertir 25.000 millones de dólares en los próximos tres años haciendo énfasis en Estados Unidos, donde viene realizando grandes proyectos desde 1990. Según la oficina de relaciones públicas de esta corporación, Odebrecht hizo obras en West Virginia, Texas, Pennsylvania, Louisiana y en Florida durante estos 27 años, compartiendo el trabajo con 300 pequeñas empresas norteamericanas, que utilizaron 103.000 trabajadores estadounidenses, obteniendo una ganancia de 800 millones de dólares en subcontratos.
Hasta hoy día, Odebrecht USA ha realizado 14 proyectos en Norteamérica, destacándose entre ellos Miami International Airport, Orlando International Airport, Seven Oaks Dam, etc. Además, ganó desde 1990 contratos federales. Mauricio Claver-Carone, el director ejecutivo del US-Cuba Democracy Political Action Committee, de orientación anticastrista, explicó a Miami Herald que Odebrecht siempre trató de “seducir a los comisionados de Miami-Dade por más de una década”. Inclusive, la corporación utilizó sus tejemanejes para evitar la Ley de Multas que impuso el Gobierno norteamericano en 2012 a las compañías que hacían obras en Cuba. En aquel entonces, Odebrecht ya estaba renovando el puerto cubano de Mariel y construyendo un ingenio azucarero.
Lo más interesante de la experiencia de Odebrecht en EEUU es que uno de sus primeros contratistas en Florida fue el tristemente célebre Jorge Mas Ganosa, activo opositor al régimen castrista de Cuba, quien organizó muchos ataques terroristas contra la isla, incluyendo la explosión de un avión que provocó la muerte de 73 personas en 1976. Es harto conocido que Mas Ganosa está vinculado a la mafia de Miami. Este siniestro personaje creó en 1981, por una orden del presidente Ronald Reagan, la Fundación Nacional Cubano-Americana con el propósito de luchar contra el régimen castrista. En realidad, Mas Ganosa fue el primer socio de Odebrecht en EEUU a través de Mas’ Church & Tower (ahora MacTec), al firmarse el contrato el 20 de agosto de 1990.
Actualmente, Odebrecht está terminando el contrato de 50 millones de dólares para reforzar los muelles en el puerto de Miami. Nadie en EEUU de los supuestos periodistas de investigación de la prensa globalizada se atreve a investigar la facilidad con que este conglomerado brasileño logra ganar las licitaciones y contratos. Simplemente prefieren catalogar a Odebrecht, como lo hizo Miami Herald (06-10-2013), como “maestro en obtener los contratos públicos”. Lo mismo está pasando con sus colegas de la Unión Europea, que prefieren no indagar la posibilidad de sobornos en los países de la unión, evitando así encontrarse con sorpresas de corrupción, tanto nacional como internacional.
Usando la consigna, que es menos peligrosa, ‘ver la paja en el ojo ajeno antes que la viga en el propio’, los medios de comunicación globalizados prefirieron volcar su atención a Latinoamérica y África para denunciar a una corporación también latinoamericana, como si las corporaciones norteamericanas, europeas y las transnacionales no tuvieran nada que ver con esta práctica nociva. Muchas de sus técnicas torcidas las describe el norteamericano John Perkins en su libro ‘Confesiones de un asesino económico a sueldo’ (2004).

Lo interesante de este destape de corrupción relacionado con Odebrecht fue que empezó con una campaña internacional contra el presidente populista de Brasil, Luiz Inacio Lula da Silva (2003-2011). El periodista Augusto Zamora escribió en La Insignia en 2005 que “contra Lula se aliaron en una cacería sacrosanta el emperador, el gran capital, la oligarquía, las transnacionales, las empresas europeas y norteamericanas, la CIA y la cúpula militar norteamericana”. Posteriormente, esta encrucijada alcanzó a Dilma Rousseff, con el único propósito de terminar con estos dos líderes, que representaban el mayor obstáculo para el saqueo del país por las transnacionales.
Precisamente en aquel entonces salió la información sobre la red de espionaje de la Agencia Nacional de Seguridad (NSA) estadounidense en Brasil, cuyo objetivo principal era la compañía petrolera nacional Petrobras. No hay que olvidar que el espionaje de la NSA se intensificó con el anuncio del descubrimiento de un yacimiento de oro negro que contenía no menos de 100.000 millones de barriles de petróleo en Brasil bajo el mar a 2.000 metros de profundidad, en el lecho oceánico denominado pre-sal. A partir de este momento, la NSA empezó a filtrar la información a los medios de comunicación globalizados sobre la red de corrupción generalizada montada en Petrobras, que los órganos judiciales de Brasil decidieron investigar. Así lanzó la Policía Federal la operación ‘Lava Jato’.
Sin duda alguna, como en el caso de cualquier gran corporación, encontraron pruebas de corrupción, saliendo finalmente a la luz Odebrecht. De allí la prensa globalizada ‘lanzó barro’ a Lula da Silva y a Dilma Rousseff, señalándolos como culpables de todo. Por supuesto, no pudieron probar el enriquecimiento ilícito de ninguno de ellos, pero lograron sacar a Dilma del Gobierno a través de su destitución, promovida por los congresistas de la oposición y por el vicepresidente del país, Michael Temer, que resulta estar también involucrado en corrupción, al igual que la mayoría de los líderes de la oposición en el Congreso.
La bola de corrupción empezó a crecer desmesuradamente, amenazando a los gobernantes del viejo continente y a los de Estados Unidos, lo que obligó a la prensa globalizada a centrar la atención en América Latina y África para proteger a Washington y Bruselas. El Departamento de Justicia (DOJ) norteamericano informó que el Grupo Odebrecht pagó más de 1.000 millones de dólares en sobornos, de los cuales 788 millones fueron destinados a los 10 países latinoamericanos, incluyendo a Brasil, y a dos países africanos. Lo que no dice el DOJ es el destino de los supuestos 212 millones de dólares restantes destinados a la corrupción.
En cada uno de los países latinoamericanos señalados en el documento del DOJ se inició una cacería de brujas. Cada nación eligió a una víctima fácil para tapar a los beneficiados de más peso. Así, en Perú, por ejemplo, toda la acusación se ha concentrado en el expresidente Alejandro Toledo (2001-2006), a quien los medios de todas las tendencias lo señalan como delincuente antes de una sentencia del poder judicial, dando origen a una persecución prácticamente política o, como lo está llamando el mismo Toledo, “linchamiento político”.
Esos medios ubicaron a Toledo en Estados Unidos y determinaron cómo Norteamérica lo extraditaría antes de que las autoridades estadounidenses declaren algo respecto al caso. Da la impresión que todos los medios de comunicación nacionales se convirtieron en fiscales y jueces, olvidando lo que se llama presunción de inocencia, que es un principio jurídico penal y una garantía consagrada en la Declaración Universal de los Derechos Humanos.
Lo extraño también en el caso peruano es que los medios de comunicación, enfrascados en cazar a Toledo, se olvidaron de que Alberto Fujimori facilitó contratos para Odebrecht durante su Presidencia (1990-2000). Igual lo hizo Alan García (1985-1990 y 2006-2011), en ese tiempo, director ejecutivo de Odebrecht en Perú. Jorge Barata “paseaba por el Palacio de Gobierno como por su casa”, según el periodista peruano Arturo Cruz (diario Uno, 11-02-2017).

Autor:

Viky Pelaez

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