Si este principio es cierto, España es ya un terreno lo bastante abonado para padecer una dictadura. El último de los escandalos de corrupción, la utilización en Andalucía de fondos públicos para prejubilar a socialistas y amigos del poder en empresas en las que nunca trabajaron constituye, probablemente, la cima de la montaña de estiercol que la falsa democracia española ha construido desde la muerte de Franco. El escándalo de los falsos EREs en Andalucía apesta tanto que ya debería haber dimitido medio gobierno andaluz, pero, como suele ocurrir cuando las entrañas del sistema están podridas, nadie ha dimitido y los responsables, aunque la nausea indigne a los ciudadanos, se ponen de perfil.
Matsa, Mercasevilla, la tela de araña de contrataciones a dedo tejida por los socialistas y ahora el fondo de reptiles para pagar jubilaciones a los amigos del poder, junto con otros cientos de escándalos, hacen que el nivel de corrupción andaluz se coloque a la cabeza del español, que ya es inasumible. El escándalo de las falsas prejubilaciones pagadas con dinero de todos los andaluces, en el que están implicados varios cargos y ex cargos públicos, es un golpe moltal para el cortijo que han creado Manuel Chaves, José Antonio Griñán y compañía.
El hecho de que la corrupción sea el cimiento sobre el que los dictadores construyen sus reinos está más que demostrado, como también está probado que la corrupción es letal para la democracia, un sistema que se basa en la confianza de los ciudadanos, un valor decisivo que se pierde con el mal gobierno, el abuso del poder y la corrupción.
Muchos demócratas no entienden por qué los inteligentes italianos votan a Berlusconi y le perdonan casi todas sus extravagancias y carencias democráticas, pero la razón es evidente: los partidos tradicionales, en teoría demócratas, como la democracia cristiana, el comunista y el socialista, fueron tan corruptos que los italianos prefieren a un millonario en el poder, que no necesita robar y que al menos tiene el mérito de haber hecho su fortuna al margen del erario público.
En muchos países destrozados por el mal gobierno y la corrupción, el terreno está abonado para cualquier tipo de tiranía. En España, después de Aznar y Zapatero, con la confianza de los ciudadanos derrumbada, el país al borde de la ruina por el mal gobierno y la democracia desprestigiada por la corrupción, el abuso y la impunidad de los políticos, la democracia está tan deteriorada que cualquier salvapatrias que prometa limpieza y regeneración sería recibido con los brazos abiertos por el pueblo frustrado y empobrecido, incluso si el redentor fuera un tirano.
Ese drama de la llegada a España de un tirano, si algún día ocurriera, habría que incluirlo en el enorme saco de estragos que han causado a España la derecha y el socialismo, especialmente este último con la figura lamentable de Zapatero. Ni unos ni otros han sabido prestigiar la democracia, ni generar confianza e ilusión en unos ciudadanos españoles que ya contemplan a los políticos, que deberían ser queridos y apreciados como representantes del pueblo, como uno de los peores problemas de la nación.