La cosa tiene narices

Por Siempreenmedio @Siempreblog

Hay narices aguileñas y narices respingonas, narices chatas o de botón y graciosas naricillas de pitiminí, lo mismo que hay narices afiladas y alargadas, anchas y blanditas, señoriales e ilustres, de pobre y desgraciado borrachín, de boxeador, de bruja (con y sin verrugas), de pirata, mafioso y malandrín.

Existen narices rectilíneas, narices torcidas (a la izquierda, a la derecha, en zigzag, cóncavas y convexas); napias con cicatriz, plagadas de acné, salpicadas de pecas como la de Pippi Calzaslargas (nótese el momento viejuno) o con un lunar justo en la punta y tristes colgajos deformes como la de Calamardo.

La nomenclatura científica tradicional clasifica las narices en romanas, griegas y nubias, entre otras, mientras que la literatura ha hecho mundialmente conocidos por este apéndice a Pinocho, Cyrano de Bergerac y al hombre a una nariz pegado al que Quevedo dedicó un soneto.

Igualmente, hay narices picasianas, sutiles narices de personaje de anime, o en forma de L rudimentaria como la de los dibujos de los niños chicos; narices con o sin piercings, narices hinchadas y rojizas (por la gripe, el llanto o aquejadas por la alergia primaveral), pero también están las perfiladas con el último tutorial de Maybelline New York o la amplia gama de productos de maquillaje de Kiko Milano, así como las hermosas y mágicas narices de payaso.

Hay narices de berenjena, de zanahoria como la de los espantapájaros y los muñecos de nieve y hasta de pimiento morrón.

Hay narices famosas y narices anónimas, narices naturales y narices de bisturí, fosas nasales que imprimen carácter o que generan un complejo de narices y perfectas narices de Doctorado en Rinoplastia cum laude.

Yo que, hasta hace bien poco, cuando me hablaban de narices lo primero que se me venía a la mente eran Rossy de Palma, Barbra Streisand y Franco Battiato y, si acaso, la fisgona de mi portera que mete las narices en todo, después del confinamiento, me he dado cuenta de que, en materia de narices, todas estas tipologías, categorías o modalidades se pueden dividir únicamente en dos grandes grupos: el de los responsables que la tienen siempre cubierta y el de los papafritas (demasiados, por cierto) que son incapaces de oler el peligro y siempre la llevan por fuera de la mascarilla.

Recuerden, queridos amiguitos, la nariz siempre debe ir por dentro de la mascarilla.