confía ciegamente en la cosecha, la
cosecha alumbra prodigios, mojada de gozos, golosa en lujuria, la
cosecha carece de preámbulos, la cosecha no atiende a metafísicas, nunca
obedece, desoye la luz cartesiana y homicida, la cosecha, esto dilo
hacia adentro, esto apréndelo, alumbra prodigios, conforme a esta
evidencia hocica la voz en la tierra, oye cómo respira, ahí en ese pulso
de aire tragado residen los dioses propicios, los únicos dioses
creíbles, los demás son figurantes, no saber al final qué se nos cuenta,
si las virtudes de la cosecha o el morbo de la ceniza, no saber, no preguntar, dejar las respuestas para los otros, solo constatar el arraigo, esa certeza sin aristas en la que el mundo gira y el aire fornica con el aire, invisible, confía en la cosecha, ciegamente, repítelo, no se te olvide, la cosecha es el dios caprichoso y rudimentario, la cosecha hace que el mundo esplenda, que fulja tu alma, que te exploten cien sonetos en el pecho