La creatividad del movimiento de derechos humanos y los símbolos de la resistencia

Publicado el 05 octubre 2024 por Adriana Goni Godoy @antropomemoria

La creatividad del movimiento de derechos humanos y los símbolos de la resistencia

En diálogo con Página/12, referentes de organismos rememoran las acciones e iniciativas artísticas que acompañaron al reclamo por la Memoria, Verdad y Justicia a lo largo de la historia.

Por María Daniela Yaccar

24 de marzo de 2022 –

Del pañuelo blanco en plena dictadura al barbijo intervenido de este 24 marzo: la historia de la lucha del movimiento de derechos humanos en la Argentina es de alto vuelo simbólico y creatividad. Ejemplos sobran: los carteles viales del Grupo de Arte Callejero (GAC) emplazados en los escraches de los noventa, el monumental «Mar de Pañuelos» de la manifestación contra el 2 x 1, campañas más recientes como la de plantar árboles en medio de una pandemia mundial que impedía copar las calles y poner el cuerpo para exigir Memoria, Verdad y Justicia. Referentes de los organismos y las investigadoras Ana Longoni y Ludmila da Silva Catena recorren y analizan distintos aspectos de esta singular faceta de la lucha.
«La creatividad comienza el primer día en que salís a la calle a buscar a tu familiar. Salvo lo normal –ir a la comisaría o al juzgado– no sabíamos qué hacer. No nos tomaban las denuncias. De ahí vino la creatividad», dice a Página/12 Graciela Lois, de Familiares de Desaparecidos y Detenidos por Razones Políticas. «La propuesta de dejar marcas y proponer acciones o actividades artísticas que acompañen la movilización y los reclamos viene de larga data. La instalación del pañuelo como símbolo es el faro de todo lo que vino después«, agrega Charly Pisoni, de HIJOS.

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El pañuelo blanco

No es el único que hace esta lectura. El sociólogo Carlos López Iglesias, por ejemplo, incluyó al Siluetazo (del ’83) dentro del lenguaje visual construido por Madres. El GAC, grupo que se integró a los escraches de HIJOS, reflexiona en un libro que repasa su historia:  “Los pañuelos blancos destacan que la acción de las Madres es altamente simbólica y el uso del espacio público conscientemente estratégico. Actuaron contra el sistema represivo de representación que tan efectivamente ha limitado las posibilidades de visibilidad y expresión». 

«Antes del uso de los pañuelos las Madres tuvieron una acción muy simbólica: en la primera marcha a Luján donde se encontraron se pusieron un clavo en la solapa del saco que llevaban, a modo de identificación», recuerda Ludmila da Silva Catela, doctora en Antropología Cultural que entrevistó a Madres en torno a este tema para su tesis. «El pañuelo blanco como símbolo de los pañales de sus hijos es una cuestión muy ligada a la vida, en oposición al pañuelo negro que siempre usaron las mujeres frente a la viudez, representando la muerte. Después llevó bordado el nombre de sus hijos: eso es importante. La lucha era colectiva y también individual. Lo interesante es cómo los organismos transforman objetos cotidianos y banales en objetos políticos y sagrados. Esto tiene que ver con la materialidad de la memoria.» También en esta tendencia se inscribe el portar las fotos de los desaparecidos en las movilizaciones.

«Como no nos dejaban al principio unirnos en grupos teníamos que estar caminando permanentemente. Queríamos identificarnos de alguna manera. Decidimos ponernos algo en la cabeza. Nos poníamos algo blanco de nuestros hijos… un pañal o lo que fuere. En un momento unificamos todo eso e hicimos los pañuelos», evoca Carmen Lareu, de Madres de Plaza de Mayo-Línea Fundadora. Esta creatividad, claro, pudo y puede chocar con la monstruosidad que hay enfrente. Dos ejemplos de esto da Claudia: «Hubo un momento en que en toda la reja de la Esma hicimos figuras de los desaparecidos. Por supuesto al poco tiempo fue retirado. Hace unos días estuve en un homenaje que se hacía por mi hija en la calle. Tiraron de los balcones unos bidones de agua y ensuciaron los pañuelos. Las fuerzas de izquierda tenemos que unirnos para el momento de votar, para que la cosa no se vuelva a repetir. Tengo mucho temor».

Las rondas

La doctora en Arte Ana Longoni, especialista en los cruces entre arte y política, remarca también la importancia de las rondas como hecho creativo. En Mar del Plata sólo quedan con vida dos Abuelas. Una de ellas es Ledda Barreiro, quien recuerda: «En esta ciudad absolutamente de derecha, cuando nos veían juntarnos en la catedral y empezar a girar, los militares se ponían lejos. Enfilábamos hasta el mar por lo que hoy es la peatonal. Los comerciantes cuando veían un pañuelo cerraban. Lo primero que cerraba las puertas era la catedral. Me asombraba. Si eso pasara hoy armaría un escándalo. Lo hicimos hasta que llegó la democracia. Pero esto no se terminó. Mi nieto está en alguna parte. Nació en el Pozo de Banfield. Me gustaría, aunque sea de lejos si no quiere verme, mirarlo

«Aún en los momentos en que corre peligro tu vida, en que se supone que uno está bloqueado, fuimos creativas las Madres. Una cosa que me llama la atención es que los padres se quedaban en la casa. Me acuerdo de la primera vez que le dije a mi marido que íbamos a reunirnos en la catedral. Tengo la cara de él, su mirada en la cabeza. Sus ojos tenían miedo. Murió hace 35 años, nunca pudo volver a nombrar a su hija. Murió de inanición, porque dejó de comer. Si hubiera venido conmigo a la plaza hubiera vivido más. No íbamos en silencio. Teníamos consignas, sacás, le ponés palabras. Silvia no hubiera querido una madre taciturna y sombría«, dice Ledda, que tiene 83 años y también fue secuestrada en la dictadura, como su marido.

Mar de pañuelos

«En los últimos años se gestó algo muy poderoso, por medio de los organismos o más abiertamente desde abajo, lo ciudadano. El pañuelo blanco antes era un elemento centrado en las Madres. Creo que por la cuestión del fin de la vida de muchas de ellas los traspasaron a los HIJOS, que los usan de otra manera, atado al cuello. Pero, sobre todo desde la pandemia, hay una extensión, una red de memorias afectiva. Y los pañuelos pueden ser resignificados, puestos en las puertas de las casas cuando no pudimos ir a la marcha, le podemos imprimir otros sentidos. Hay un juego entre las memorias más sagradas y las reapropiadas por todos nosotros«, plantea Da Silva Catela, investigadora del Conicet, que está por publicar el libro ¿Qué hacemos con las cosas del pasado? junto a otras autoras, por Eduvim.

En torno a la colectivización del símbolo, la marcha del 2 x 1 fue un hecho «bisagra», de acuerdo a Longoni, también investigadora del Conicet. «La iniciativa de llevar pañuelos se propagó por redes sociales anónimamente, y Madres-Línea Fundadora decidió aceptarla, con la condición de que nadie se pusiera el pañuelo en la cabeza. Tuvieron una proyección impresionante de la imagen que se iba a componer: si hay una foto que circuló internacionalmente es ese momento en que levantamos los pañuelos. Una multitud performativa. El otro sector de Madres planteó que no había que llevar pañuelo: muchas veces ha habido debates en torno a estos recursos», analiza. Ambas investigadoras coinciden en que el pañuelo verde del Aborto Legal, Seguro y Gratuito recibió la influencia del pañuelo blanco.

El Siluetazo

El célebre Siluetazo del ’83, aún con la dictadura en curso, marca un momento de fuerte colaboración del ámbito artístico con el movimiento de derechos humanos. A los artistas Rodolfo Agueberry, Julio Flores y Guillermo Kexel se les ocurrió «cuantificar el espacio físico que ocuparían entre nosotros los 30 mil cuerpos ausentes», recuerda Longoni, autora del libro El siluetazo junto a Gustavo Bruzzone. La propuesta consistió, fundamentalmente, en el dibujo de siluetas que representaban a les desaparecides, su recorte en papel y pegado por la ciudad. Los artistas llevaron la propuesta a Madres, que hicieron sus correcciones –por ejemplo, se negaron a que las figuras se pegaran en el piso–. «Fue un momento bisagra porque una iniciativa artística se volvió herramienta política. Y la multitud se apropió: uno de los artistas dijo que se podrían haber ido a su casa a la media hora, porque ya no se los necesitaba. Hay que hacer un ejercicio casi arqueológico para reconocer que hubo un artista detrás del Siluetazo. Es una herramienta imposible de escindir de las Madres, se reconoce dentro y fuera de la Argentina, y remite claramente a los desaparecidos», postula Longoni.

Los escraches junto al Grupo de Arte Callejero y Etcétera

Estela Schindel, licenciada en Ciencias de la Comunicación y doctora en Sociología, indica en un ensayo publicado en El Siluetazo que experiencias como aquella y otras más vinculadas a la performance más que evocar la memoria la realizan. «No abogan por la monumentalización de imágenes, sino que impulsan la memoria viva sobre el espacio público», define. 

«Con el surgimiento de HIJOS, al ser una agrupación juvenil, en los noventa, empezamos a plantearnos formas de comunicar distintas a las que venían realizando los organismos, para interpelar a la juventud«, cuenta Pisoni. Los escraches a genocidas eran acompañados de acciones artísticas: había murga, recitales, teatro, stand-up entre otras expresiones, «un bagaje artístico que no solía haber en otras marchas«. «Fue un momento histórico asociado a la irrupción de HIJOS y los momentos de impunidad, cuando había un discurso del silencio, del miedo, ya que no se habían abierto los juicios», contextualiza. «Con el escrache aparece la fiesta. Mucha gente empatizó con eso. No era una marcha aburrida, para abajo, tenía que ver con lo festivo», recuerda Carolina «Charo» Golder, del GAC.

Dos colectivos artísticos trabajaron codo a codo con HIJOS en esta etapa: el grupo Etcétera con sus grotescas performances teatrales y el GAC, que desde 1998 generó la gráfica de estos acontecimientos. Se trata de los característicos carteles que subvierten el código vial, simulando ser una señal de tránsito habitual (por su forma, color, tipografía) para señalar, por ejemplo, la proximidad de un excentro clandestino de detención, el hogar de un genocida, los lugares de los que partían los vuelos de la muerte, los sitios donde funcionaron maternidades clandestinas. Anteriormente, el GAC se había enlazado a los docentes de la Carpa Blanca. «El grupo no venía de una práctica política clásica, sino de una expresión meramente visual, de intervenciones urbanas. Cuando irrumpe la práctica del escrache nos contagia para pensar de qué forma aportar desde la imagen», dice Charo. «Todo venía muy en silencio. El escrache viene a despabilar los cuerpos, a poner ritmo a la nada que había en ese momento. No había mucho para hacer. El peronismo era un desastre, el resto también. El feminismo tampoco era lo que es hoy», completa para pintar el clima de época. El lenguaje del GAC se plasmó luego en otros soportes, como volantes, calcomanías, remeras. Es muy común ver en las marchas actuales la remera de «Juicio y castigo» con la imagen de la autoría del grupo. Era la consigna principal de los escraches. Se había impuesto después de la de «aparición con vida».

La búsqueda de Abuelas

Con el tiempo, el mundo artístico comenzó a colaborar fuertemente con la búsqueda de las Abuelas, aunque ya no específicamente en el espacio público. En democracia, otro de los hitos eTeatro x la Identidad, activo hace ya 22 años. Ledda cuenta que en Mar del Plata se replicó también con la música y los títeres. «Los artistas siempre estuvieron con nosotras. Tienen la veta de la sensibilidad. Antes se remarcaba mucho cuando se secuestraba a los bebés, ahora se hace con los nietos grandes. Fue muy lindo que los artistas se pusieran a buscar a los Nietos con nosotras», expresa. Además, de las Abuelas suelen surgir iniciativas que impulsan a la sociedad a la creación artística, como el concurso de poemas organizado a 45 años del golpe o los de micro relatos que pueden publicarse en Twitter.

La pandemia

Hay gran expectativa por la marcha de este 24, ya que ocurre a dos años de no poder movilizarse por la pandemia. Así como los organismos debieron apelar a la creatividad en contextos de terror y silencio, en los últimos dos aniversarios del golpe cívico militar tuvieron también que ser originales debido al avance del coronavirus y la imposibilidad de poner el cuerpo al reclamo. «La acción de colgar pañuelos en balcones, casas, instituciones fue una manera de conectarnos entre todos los que queríamos movilizarnos y no podíamos. El año pasado se continuó esa línea con el tema de la plantación de árboles, una actividad que recorrió el mundo», señala Pisoni. «Este año vamos a ver cómo está eso que se plantó. Es importante ver cómo sigue la memoria este año, si se desarrolló o se secó», añade Lois, quien destaca la adhesión de los clubes de fútbol, como Boca, a la campaña. «Fue la primera vez que hizo un acto relativo», advierte. «Fue una idea muy convocante y ecológica. Mientras algunos sacan árboles nosotros los ponemos. Y todavía se ven balcones con pañuelos. Quedaron a pesar del paso del tiempo. Quedan o se reponen, como señal distintiva de que ese lugar apoya la lucha», concluye.
“Marchamos con barbijo y nos cuidamos con memoria” es la consigna para este jueves. Se invita a intervenir los tapabocas con alguna de estas leyendas: «Nunca más», «Son 30 mil», «Dónde están». «Queríamos marchar pero nos preocupaba que la gente se descuidara al acompañarnos. No queríamos volver atrás con tanto cuidado y que sea contradictorio con nosotros mismos. Fue una salida interesante, como todas discutida por todos los organismos», explica Lois.
Con todo, «la cuestión de imprimir belleza al recuerdo de los desaparecidos estuvo siempre presente», concluye Da Silva Catela. La creatividad del movimiento de derechos humanos en la Argentina a lo largo de todos estos años es distintiva, coinciden los entrevistados. Según Longoni, incluso, «ha sido referencia para otros contextos y movimientos, que asumen estos recursos, los adaptan y resitúan».