Ésta palabra de las Sagradas Escrituras es un buen ejemplo, para que reflexionemos sobre la importancia de criar nuestros hijos, y no dejarlos a la deriva para que nadie les haga daño; tal como la madre avestruz, que no tienen cuidado de sus crías. La responsabilidad de la crianza de los hijos es de ambos padres (mamá y papá), y debe estar basada en los mandatos de Dios; pero como madres, coherederas de la gracia de la vida, nos corresponde el cuidado de nuestros hijos, no importa la edad, ni las circunstancias, son nuestros hijos; la herencia que Dios nos ha dado (Salmo127:3) y que un día estaremos ante su presencia para dar cuenta de ellos. El apóstol Pablo, en Tito 2:3-5 le recomienda a las ancianas de la iglesia: " Enseñar a las jóvenes a amar a sus esposos y a sus hijos, a ser juiciosas, puras, cuidadosas del hogar, bondadosas y sujetas a sus esposos, para que nadie pueda hablar mal del mensaje de Dios" (el subrayado es mío). El Señor por boca de Moisés le ordenó al pueblo de Israel que guardaran sus mandamientos para que los pusieran por obra y se los enseñaran a sus hijos y a los hijos de sus hijos todos los días de sus vidas, y dijo: " Y estas palabras que yo te mando hoy, estarán sobre tu corazón; y las repetirás a tus hijos, y hablarás de ellas estando en tu casa, y andando por el camino, y al acostarte, y cuando te levantes" (Deuteronomio 6:1-7). También el Señor como padres nos exhorta a no provocar a ira a nuestros hijos sino a criarlos en disciplina y amonestación del Señor (Efesios 6:4).
Bendiciones