Solo se influye en política con las fuerzas suficientes, comprobando las que se poseen y teniendo claro las que son necesarias para realizar las acciones que se pretenden realizar, incluso para una retirada habrá que aglutinar fuerzas si queremos parar en una mejor posición que el desastre total, hasta reconstruir el tipo. En estos momentos la dispersión, desánimo y búsqueda de nuevas vías o de las antiguas revolucionarias o alter globalizadoras, genera tal revolutum de fuerzas que la derecha gobernante hará lo que quiera con este país, y con nosotros, sin mucha oposición.
Las derechas ganarán, pero el desastre puede ser mayor o menor, ahí se podría influir. También podría pedir el mundo feliz y como sueño me gustaría volar, y como dice IU no recortar más, etc. etc. bisutería política poco consistente, más parecen cartas a los reyes magos que opiniones de gente adulta, consciente y sensata, lo cual faculta pensar que la crisis que estamos padeciendo no se ha interiorizado todavía en los partidos políticos, grupos y ‘revoltosos’ de izquierdas, que creen suficiente para frenarlos, oponerse en declaraciones o indignarse con los recortes.
Algunos parecen creer que son tontas las poblaciones de Grecia, Irlanda, Islandia, Portugal, etc. y que pagar un 15% o 20% de intereses por la deuda puede evitarlo una declaración, el PP, o el papa. Pero además, es que ningún partido dijo qué hacer antes de mayo 2010 para evitar la debacle, nadie había propuesto recortes, ajustes, reformas, etc. Una vez producida la inflexión, todos opinan que así no, pero se trataba de decirlo antes, de movilizar a la gente antes de mayo, de haber sido permeable a la sociedad y sus intelectuales antes del desastre. Y este me parece que es el mayor error de los partidos españoles, de la sociedad española, no tanto el calado ideológico, o los sueños mejores o peores de paraísos futuros, sino el funcionamiento concreto, sensato, racional y democrático de los ciudadanos, militantes y simpatizantes, sus posibilidades de participar en las decisiones de los colectivos dirigentes, partidos, sindicatos, ayuntamientos, autonomías, gobierno.
Nadie quiere recortes, ni pagar cifras altas por la deuda, nadie quiere paro, nadie quiere…y algunos izquierdistas siguen jugando como si los demás fueran idiotas y quisieran hacer esas cosas. El problema es cómo evitarlo, qué podemos hacer ahora para salir del atolladero ya que antes no se hizo en mejor situación que la actual. La tensión entre lo inmediato y la utopía, el corto y largo plazo, no habrá futuro sin presente y éste tiene que contener rasgos de futuro utópico si quiere ser movilizador.
La regresión es posible hasta límites quizás no imaginados hoy, la redistribución de la riqueza hacia los ricos ha empezado su ciclo, después del paréntesis de la Transición en la que creamos el Estado de bienestar. Si queremos ver miremos a Gran Bretaña, Sudamérica en los últimos 30 años, los países del Este y Rusia, y la España franquista. Y ello sin mirar a los que no necesitan regresión porque están por debajo de la misma que es la mayoría del planeta.
Por ello insisto en partir de lo que tenemos como mensaje necesario, hacer valer la España democrática como un logro nunca visto en este país, conseguido precisamente en una etapa de expansión del neoliberalismo. La transición logró sumar grupos y militantes izquierdistas heterogéneos en una amalgama (PSOE) que funcionó durante unos años y, por supuesto, tenían utopías en sus cabezas, pero gastaban esfuerzos en modificar la realidad existente. Por qué no es posible soñar algo parecido.
Utopía, con las suficientes dosis de realidad como para que pueda existir, con los pies en el suelo para hacer política. Sueños sí, pero no tan alejados que inmovilicen como el de un maravillosos partido que guiará a la sociedad, con un 7% de votos. Una situación dispersa de 20% más 10% más 5%, contra una concentración del 40% en el PP, servirá de muy poquito. Encima el poder de la calle está repartido e incluso sesgado hacia los que ganarán, pero es que además desde el poder político se cambian muchas cosas, como saben de sobra todos los derechistas del mundo y desprecian un tercio de los izquierdistas.