El autor del cuento “La autopista del sur” publicado en 1966 junto a otros cuentos en el libro Todos los fuegos el fuego, nació en Ixelles Bélgica el 26 de agosto de 1914. Julio Cortázar fue escritor, traductor en la UNESCO y figura relevante para el boom latinoamericano. Vivió en Argentina (Banfield y Buenos Aires) toda su infancia y juventud hasta ganarse una beca en París en 1951.
En la década de los 60, Cortázar fue un fenómeno editorial debido a su sensibilidad artística y su preocupación frente a las sociedades marginales y los problemas políticos. Su literatura está trazada por el realismo mágico, la complejidad de lo real, el existencialismo, las diversidades de la vida y el mundo, y la otredad. Finalmente, Cortázar murió en París el 12 de febrero de 1984.
La crisis del «no tiempo» como puente a las comunidades solidarias.
Julio Cortázar en su cuento “La autopista del sur” sostiene, como eje temático, el sentido de la solidaridad que emerge en los seres humanos al instante en que ocurre una desgracia. Así se obliga a los involucrados a salir de su zona de confort y del tiempo que rige a los mismos. El cuento comienza exponiendo la importancia temporal que contrasta la inercia de un embotellamiento de carros que pondrá a los personajes, sin identidades ni nombres, en varios aprietos durante toda la trama.
«Al principio la muchacha del Dauphine había insistido en llevar la cuenta del tiempo, aunque al ingeniero del Peugeot 404 le daba ya lo mismo. Cualquiera podía mirar su reloj pero era como si ese tiempo atado a la muñeca derecha o el bip bip de la radio midieran otra cosa…» (Cortázar, 1966)
El manejo del tiempo es importante para todos los personajes porque es a medida de la concepción de este que ellos sienten controlar el mundo, sus demandas, acciones y su entorno. Sin el tiempo, y en opuesto a ahorrar el mismo, la quietud cumple con el papel de ser un puente a la desorganización de la planificación humana. De tal manera, lejos de representar la paz, la estabilidad se cristaliza en el colapso emocional y hasta corporal de los personajes. Provoca el caos, la esclavitud, la impaciencia, intolerancia y desesperación que pondrá a cada personaje ―en primer instancia― al límite de explorar con el otro.
«[Debía] explorar sin alejarse mucho (porque nunca se sabe en qué momento los autos de más adelante reanudarán la marcha y habrá que correr para que los de atrás no inicien la guerra de las bocinas y los insultos)». (Cortázar, 1966)
Julio Cortázar desarrolla la ironía de verse esclavizado y estancado dentro de unas máquinas que ―como dice en su cuento― fueron hechas para correr, para ahorrar el tiempo y completar las tareas cotidianas con diligencia, tal como lo exige el modo de vida moderna y citadina. Entonces, la velocidad ―como la parte positiva del tiempo― y el estancamiento ―como parte que se desliga del tiempo― son dos temas opuestos que se unen para atormentar a los personajes quienes sufren ante todos los pendientes que deben hacer en la capital de París.
«A las dos monjitas del 2HP les hubiera convenido tanto llegar a Milly-la-Fôret antes de las ocho, pues llevaban una cesta de hortalizas para la cocinera. Al matrimonio del Peugeot 203 le importaba sobre todo no perder los juegos televisados de las nueve y media…» (Cortázar, 1966)
El hombre moderno está mecanizado a vivir dentro de una eterna lucha con él. Por ello, Julio Cortázar recalca, enfáticamente, en su cuento cada etapa del día, de la tarde y de la noche en medio del embotellamiento. Saber o especular las horas de espera, representa un alivio en los incógnitos personajes que desempeñan varios roles laborales y respectivos de una vida citadina (el ingeniero, el doctor, el hombre del Taunus, etc.) contrastando con ellos, la pareja de granjeros que, ya acostumbrados a un anterior tráfico de cinco horas, mantienen la calma con más voluntad que los demás.
Ahora, en cuanto a la relación temporal y las emociones de los personajes, en primera escena se describe una naturaleza meramente individual. Los conductores están interesados en escapar de la inercia y, evolucionando sus estados y convivencias ante la desesperación y la búsqueda de salir de los autos, los personajes levantan la cabeza y comienzan a preocuparse por su entorno. El primer rastro de esto se ve cuando llegan los extranjeros a contar sus conjeturas sobre lo que ha detenido el tráfico. La comunicación entonces, así sea falsa o verdadera, se convierte en la primera necesidad de crear una comunidad.
«A veces llegaba un extranjero, alguien que se deslizaba entre los autos viniendo desde el otro lado de la pista (…) y traía alguna noticia probablemente falsa repetida de auto en auto (…) [Había un] choque de un Floride contra un 2HP cerca de Corbeil, tres muertos y un niño herido, el doble choque de un Fiat 1500 contra un furgón Renault que había aplastado un Austin lleno de turistas ingleses…» (Cortázar, 1966)
El sentido de interés hacia el otro más que por la situación, el hablar, el compartir y el explorar constituyen en este cuento el sentido de trascender la desgracia. El enlazarse a la otredad del prójimo, permite que el “ingeniero” del cuento conozca a la “chica del Dauphine”, con quien más adelante tendrá una clase de relación amorosa o con “el dueño del Taunus”, quien se consagrará como el líder que organizará los grupos de trueques de suvenires. Entonces, todos, a medida que pasan las horas e incluso los días de los que nadie tiene certeza de la cuenta, van conviviendo y haciendo carne propia las necesidades generales.
Las primeras insuficiencias constituyen las ansias de obtener la atención del exterior o el hecho de distraerse frente al acontecimiento que les esclaviza. Por ello, el ingeniero y la chica del Dauphine, ante su impotencia, observan enajenados el libre vuelo de una mariposa blanca que rompe con la estabilidad y recrea la primera reconexión del hombre con la naturaleza.
«En algún momento una gran mariposa blanca se posó en el parabrisas del Dauphine, y la muchacha y el ingeniero admiraron sus alas en la breve y perfecta suspensión de su reposo; la vieron alejarse con una exasperada nostalgia». (Cortázar ,1966)
La primera etapa de afectación inexorablemente es emocional. No obstante, la segunda aparece más corpórea que sensitiva y está enlazada a lo biológico como una resistencia de la naturaleza del hombre frente a la naturaleza externa. De tal modo, Julio Cortázar expone las adversidades del clima ―muy caluroso y luego muy frío― a fin de recrear la otredad de sentires y necesidad que emergen en la urgencia de la solidaridad y la supervivencia. Entonces, en medio de la gente sin identidad, se va formando un sentido, una entidad.
La supervivencia constituye una clase de estado espacial en el ser humano que, tal como le ha interesado a Julio Cortázar, es un tema también abarcado en otros escritores como José Saramago, en su novela Ensayo sobre la ceguera, donde Saramago desarrolla la evolución de una comunidad solidaria a través de un extraño fenómeno de ceguera que, comenzando con un conductor en medio de una calle, continúa transmitiéndose al doctor que analiza al enfermo y seguidamente según el vínculo de relaciones.
Sin embargo, Saramago, en oposición al tiempo, establece la figura de la entidad gubernamental como fuerza opresora que a medida de reprensión frente a esta enfermedad sin origen, encierra a todos los ciegos dentro de un manicomio abandonado. Así, en medio de precarias situaciones y reglas muy estrictas, en las que datan el hecho de que nadie puede intentar escapar a no ser que quiera morir, Saramago protagoniza la formación de la comunidad a un personaje femenino. La esposa del doctor, la única persona que puede ver y que ha llegado al lugar a base de mentiras.
Al igual que Julio Cortázar, José Saramago sostiene los procesos del alejamiento de la individualidad, la otredad y los obstáculos, como aquellos personajes abusivos que ―en el caso de Saramago― no piden dinero por los suvenires, sino que piden mujeres a cambio. En fin, el sentido de la supervivencia en ambas obras, resurge frente algún evento caótico. Entonces es solo bajo el concepto de la comunidad, que se puede llegar a mejores términos frente a la realidad.
En el caso de “La autopista del sur” luego de una vasta ayuda comunitaria durante días y días, el final de la odisea llevó a que todos disfruten del hecho de salir de la esclavitud del embotellamiento. De esta misma manera, sucede en la novela de Saramago quienes, luego de escapar del manicomio, se organizan para quedarse a dormir de casa en casa hasta que, logrando un esfuerzo, recuperan la vista. Pero, según el final del cuento de Julio Cortázar, la unión es una mera respuesta frente a la necesidad que lo amerita, una vez que los personajes vuelven a entrar dentro de las reglas del tiempo ―las ansias de salir y escapar― todos regresan al modo de vida individualidad, despareciéndose así la unión.
«(…) pero cada minuto lo iba convenciendo de que era inútil, que el grupo se había disuelto irrevocablemente, que ya no volverían a repetirse los encuentros rutinarios, los mínimos rituales, los consejos de guerra en el auto de Taunus, las caricias de Dauphine en la paz de la madrugada, las risas de los niños jugando con sus autos, la imagen de la monja pasando las cuentas del rosario». (Cortázar, 1966)
Ahora, estudiando este cuento bajo los parámetros del mismo Cortázar en su texto Algunos aspectos del cuento, se entabla su obra en ser una concentración de una vasta experiencia humana que, gestionada con el ritmo de la tensión que mantiene el lector, debe saciar la curiosidad de saber qué sucederá al final.
«…el cuentista trabaja con un material que calificamos de significativo… El elemento significativo del cuento parecería residir principalmente en su tema, en el hecho de escoger un acaecimiento real o fingido que posea esa misteriosa propiedad de irradiar algo más allá de sí mismo». (Cortázar, 1966)
El tema también es otro punto importante. Se trata de diferentes puntos de vista en torno a la desesperación, el romance, las peleas, la hambruna, el miedo e incluso la muerte. Los personajes que varían en su condición social, laboral y género, son unificados a trabajar como comunidad para sobrevivir, lo cual hace que un cotidiano incidente sea eje de otra historia diferente. «…en literatura no hay temas buenos ni temas malos, solamente hay un buen o un mal tratamiento del tema».
El final es primordial porque constituye el knock out de Julio Cortázar. Como una esfera compacta, nos regresa la historia literalmente al inicio. Involuciona a los personajes y desteje toda la trama que se devela como una clase de puesta en escena, de guiones y acciones muy medidas. Al final, el poder de la historia vuelve a llevárselo la individualidad de las personas frente a lo que sus vidas, respecta.
«El buen cuentista es un boxeador muy astuto, y muchos de sus golpes iniciales pueden parecer poco eficaces cuando, en realidad, están minando ya las resistencias más sólidas del adversario».
Bibliografía
Cortázar, Julio. Todos los fuegos el fuego: La autopista del sur. Argentina, 1966.
Cortázar, Julio. Algunos aspectos del cuento. Revista “Casa de las Américas”, Nº 60, julio 1970, La Habana.
Saramago, José. Ensayo sobre la ceguera, Portugal: Santillana, 1995.
Pueden encontrar el cuento aquí: https://ciudadseva.com/texto/la-autopista-del-sur/
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