Para la sociedad española, el primer semestre de 2012 ha supuesto un fuerte cambio. La definitiva asunción de que el país se encamina hacia un nuevo modelo de relaciones en las empresas y de patrones de consumo. Dentro de la tónica descendente de los indicadores de confianza y comportamiento de los consumidores se ha producido un cambio cualitativo. La imagen del país sobre sí mismo y su futuro se ha transformado.
Junto a la negativa valoración de la situación económica, se está produciendo una desestabilización de las economías familiares. Este es el rasgo distintivo del momento, pero sólo el más superficial. En términos de consumo podría decirse que el país vive un coming back hacia lo nacional fruto del instinto de supervivencia, los gastos se controlan, se aumenta el ahorro, los grandes gastos se intentan posponer, y la frustración de las expectativas se compensan con pequeños lujos como paliativo.
Es verdad que en conjunto no nos estamos privando, pero gastamos menos y en algunos casos, se esta cortando el grifo en el gasto, bien porqué no se puede o bien porqué no se quiere. El miedo está llegando más que nunca en boca de todos, y larga parece esta agonía, que sin duda, no están terminando de arreglar nuestros queridos políticos, sin distinciones entre izquierdas ni derechas.
Según un estudio de Millard Brown sobre el índice de comportamiento del consumidor muestra una evolución negativa hasta –44.3 puntos y es que las familias intentan no gastar, y en alguno de los casos están haciendo esfuerzos heroicos para liberarse de deudas o evitar contraer otras.