La crítica útil y la inútil

Publicado el 05 abril 2015 por Elena Rius @riusele
 Bernat Ruiz Domènech reflexionaba hace poco en su blog verba volant, scripta manent -de lectura obligada para los que se interesen por la evolución del mundo editorial- sobre el papel de los prescriptores literarios y, por extensión, de la crítica tradicional en estos tiempos. Es preciso coincidir con él en que la crítica "analógica", por emplear su misma terminología, esa que aparece en las páginas de los suplementos culturales de los periódicos o en las (pocas supervivientes) revistas literarias, ha perdido su influencia. Él apunta como uno de los motivos el compadreo y la servidumbre a los poderes que elegían a los críticos que copaban los medios de masas: "El mecanismo tenía tanto de político –pórtate bien con el escalafón y el escalafón se portará bien contigo– como de académico." Por mi parte, por más molesto que eso me pareciera, peor aún llevo el hecho de que esas críticas que se suponían tan profundas y bien informadas no me aportasen apenas nada. No sé cuánto tiempo hace que no me compro un libro obedeciendo a una crítica que haya leído en algún medio impreso. Al igual que me ocurre con muchas críticas de cine -de las que sospecho que padecen un mal similar-, cada vez que confrontaba lo leído en ellas con el producto real, me sentía estafada; y viceversa, a menudo cuando he ido a ver una película despachada de cualquier manera -o declaradamente ignorada- por la crítica al uso, me he encontrado con una pequeña joya que me hubiese perdido de no haber ignorado sus advertencias.  

W. H. Auden

  W. H. Auden, que había ejercido también la crítica literaria, define muy bien lo que uno debe esperar de ella:
"¿Cuál es la función de un crítico? En lo que a mí respecta, puede prestarme uno o más de los siguientes servicios:
1) Darme a conocer autores que hasta ese momento ignoraba.
2) Convencerme de que he menospreciado a cierto autor o determinada obra por no haberla leído con suficiente cuidado. 
3) Mostrarme relaciones entre obras de distintas épocas y culturas que jamás habría descubierto por mí mismo porque no sé lo suficiente y jamás lo sabré.
4) Ofrecerme una "lectura" de determinada obra que mejore mi comprensión de la misma.
5) Arrojar luz sobre el proceso del "hacer" artístico.
6) Arrojar luz sobre el arte de vivir, sobre la ciencia, la economía, la ética, la religión, etc." (1)
 De la lectura de una crítica que cumpla algunos de estos puntos se sale sin duda más informado y más sabio. Puede que luego uno discrepe con alguna de las opiniones vertidas por el crítico, pero será una discrepancia fundada en los argumentos que este haya aportado. Sin embargo, demasiado a menudo los críticos literarios ejercen como mucho de reseñistas: se limitan a hacer un resumen de la obra y a elogiar dos o tres rasgos muy generales -sin aportar prueba ninguna-, que igual podrían servir para cualquier otro libro; como mucho, comparan esta nueva obra con alguna anterior del mismo autor para lamentar que no esté a la altura de su predecesora o para ensalzar el avance que supone en la trayectoria del escritor. Total, que cuando uno ha terminado de leer ese artículo, apenas sabe más que si hubiese repasado el texto de contra que proporciona el editor. No es tanto un problema de medios impresos o medios digitales, sino de la calidad del contenido. La buena crítica literaria puede ser infinitamente aguda y enriquecedora; yo leo con deleite muchos de los artículos de The New York Review of Books, de los que siempre aprendo algo. La mala, simplemente no es crítica.  (1) Fragmento tomado del libro El arte de leer: Ensayos literarios">El arte de leer, publicado por Lumen.