"Nosotros anunciamos a Cristo crucificado, locura para los paganos" (1 Cor. 22-23)
autor: blog Agua Viva
"Ni Salvados Ni Redimidos" ese es el título de una entrada en el blog de Jairo del Agua en Religion Digital publicado el mes de marzo del año pasado.
Para cualquier católico con la preparación recibida para la primera comunión le debe sonar extraño ese título porque sabe que Jesús lo ha salvado y redimido del pecado.
El contenido de la entrada son una serie de comentarios que no tienen fundamento bíblico.
“el dolor de la cruz nunca fue querido ni proyectado por el Padre, fue (y es) la perversión humana la que inventó la injusticia y la tortura, que el Padre tuvo (y tiene) que soportar para no eliminar nuestra libertad asesina. Porque Dios nunca se desdice y siempre respeta su obra. Por eso el dolor de la cruz NO salva, lo que salva es el mantenimiento de una esperanza luminosa y sanadora aún en el túnel del dolor irremediable".
"La cruz NO es el altar en que se ofrece al Padre la víctima propiciatoria para el perdón de los pecados. Sigue siendo doctrina judía. Ni existe un mediador que arranca con su sacrificio la redención y regeneración del género humano (un Dios mediando ante Dios… Hum… puro politeísmo creado por la complejidad mental de los hombres complicados)."
"Insisto y seguiré insistiendo mientras pueda: La Redención está en la Luz y NO en la cruz."
"La pregunta terrible que late en el subconsciente de los cristianos es: ¿Si nuestro Dios fue capaz de sacrificar a su Hijo inocente por nuestros pecados, qué no hará conmigo pecador?"
Estas insólitas afirmaciones de Jairo no tienen ningún asidero en la Biblia y parece que no entiende nada porque el apóstol menciona exactamente lo contrario:
"Se entregó a sí mismo por nosotros para redimirnos y hacer de nosotros un pueblo escogido" (Tit 2, 14).
"Dios lo ha expuesto como propiciatorio en su sangre" (Rom. 3, 24-25)
"(Cristo) nos amó y se entregó por nosotros a Dios como ofrenda y sacrificio de olor agradable" (Ef. 5, 2)
"Nosotros anunciamos a Cristo crucificado, escándalo para los judíos y locura para los paganos, pero poder y sabiduría de Dios para los llamados, judios o griegos" (1 Cor. 1, 22-23)
"Si Dios está por nosotros, ¿quién contra nosotros? El que no perdonó a su propio Hijo, antes le entregó por todos nosotros, ¿cómo no nos ha de dar con El todas las cosas?" (Rom 8, 32). Con estas palabras San Pablo expresa el amor que nos tiene Dios, quien nos predestina a Cristo porque nos ama en Cristo, a quien nos contempla unidos como miembros a su cabeza, como hermanos menores al primogénito. El sentido que Jairo le da a este versículo está totalmente tergiversado.
A los corintios que buscan enseñanzas de sabiduría y se fían con agrado de propagandistas orgullosos de su elocuencia humana, Pablo opone la superioridad de su evangelio, definiéndolo como "palabra de la cruz" (1 Cor. 1, 18).
Hay que señalar la actividad del Padre. Es él el que ha enviado al Hijo a nuestro mundo de pecadores para salvarlo (Gal 4, 4; Rom 8,3), el que nos ha reconciliado consigo mediante Cristo (2Cor 5, 18), el que lo ha expuesto como un propiciatorio impregnado de su sangre (Rom 3, 25) para justificar a los creyentes (Rom 3, 26), el que lo ha resucitado de entre los muertos para nuestra justificación (Rom 4, 25); todo procede de Dios, que nos ha amado mientras éramos todavía pecadores (Rom 5, 8; 8, 35.39) Pero la insistencia con que Pablo subraya la iniciativa del Padre no debe de ninguna manera ofuscar el papel de Cristo y el puesto absolutamente central que tiene su persona en la mente del apóstol. Si Pablo declara que el Padre ha enviado al Hijo (Gal 4, 6; Rom 8, 3), que no lo perdonó sino que lo entregó por todos nosotros (Rom 8, 32) afirma igualmente que Cristo se dio a sí mismo (Gal 1, 4; 1 Tim 2, 6; Tit 2,14) se entregó por amor a nosotros (Gál 2, 20; Ef 5, 2.25).
El apóstol ve realizarse en la cruz, rociada de la sangre de Cristo en el momento de su muerte, lo que significaba el ritual levítico, la comunión espiritual entre Dios y su pueblo, que estaba rota por el pecado, y quedaba restaurada con la ofrenda de la sangre. En esta misma perspectiva ve San Pablo la sangre en la cruz de Cristo.
La redención que se adquiere en Jesucristo es para San Pablo una salvación actual y presente, pero su cumplimiento se sigue esperando todavía. Solo tendrá lugar con la resurrección de los cuerpos, por esto "gemimos dentro de nosotros mismos, esperando la adopción filial, la redención de nuestro cuerpo" (Rom 8, 23). Sin embargo, es cierto que Dios "nos ha salvado" ya (Tit 3, 5), que nos ha resucitado y nos ha hecho revivir con Cristo (Ef 2, 5-6) y nos salva del juicio futuro (Rom 5,9) en cuanto que nos ha sustraído de la esclavitud de Satanás (Gal 3, 28). Se trata ciertamente de un estado adquirido pero cuya plenitud se alcanzará al final de los tiempos con la manifestación de Cristo al final de la historia. Se ha hecho habitual en el lenguaje cristiano expresar esta situación con el "ya" pero "todavía no". (P. Rossano)
Lo que Jairo está haciendo es rechazar el sufrimiento de Jesucristo en la Cruz por nuestros pecados, y como si esto fuera poco, tilda de 'politeísmo' a la santísima Trinidad. Si sigue así, creyendo "desatarse" de la "rígida literalidad de la Escritura" me parece que no faltará mucho para que niegue también la resurrección material de Jesucristo, porque tanto usa el término "luz" que quizás piense que Cristo resucitado es un 'fantasma', algo etéreo, sin cuerpo material, como enseñan algunos pseudo-teólogos.
Quien se aparta de la Tradición y Fe de la Iglesia se hunde cada vez en más en errores y contradicciones bíblicas, luego, para salvar sus insólitas teorías dice "hay que desatarnos de la rígida literalidad de la Escritura", por lo tanto, cada uno interprete como quiera, y de ese paso al relativismo o anarquía (sin gobierno) religiosa hay un pequeño trecho: yo creo en lo que a mí me da la gana, en el supermercado de las religiones voy con mi carrito y "escojo" lo que quiero creer, lo que no me gusta (p.ej. "la sentimentaloide tristeza por el Justo ajusticiado por mis pecados") lo desecho, cada uno fabrica su propio 'dios' y su 'religión' a su gusto y se rige por sus propios 'mandamientos'. Ese es el camino a ninguna parte.
Otros blogueros han denunciado los errores de Jairo: el padre Fortea ("Señor, aumenta mi fe") y Luis Fernando Pérez ("Jairo del Agua o el caramelo envenenado de la herejía"), cada uno en su propio estilo pero al final es lo mismo: llamar la atención ante una enseñanza que no tiene nada de católica ni cristiana.
Es innegable para cualquier cristiano el valor esencial de la muerte de Jesucristo para la Redención (cf. 1 Cor. 11, 25), como también es exacto el concepto de satisfacción vicaria. Pero tales ideas no agotan el misterio de la Redención. Toda la vida de Cristo iba encaminada a tal fin, y mereció libertar al género humano de la esclavitud del pecado. Tal es la idea de expiación que tan profundas raíces tiene tanto en el Antiguo como en el Nuevo Testamento. Todas estas definiciones, lo miso quelas correspondientes teoría del rescate o de la expiación penal o de la sustitución, pueden aclarar teológicamente el concepto de Redención, peron o hacen más que acentuar un carácter o un aspecto del problema. Por eso se muestra mucho más conforme con las enseñanzas paulinas la teoría de la solidaridad. La segunda persona de la Santísima Trinidad se hizo solidaria con nosotros tomando nuestra carne de pecado. Pablo llega hasta emplear frases aparentemente blasfemas: "El Hijo de Dios se hizo pecado y se convirtió en maldición por nosotros" (Gal. 3, 13). Son modos enfáticos para ponderar hasta qué extremo ha llegado la solidaridad del Hijo de Dios asemejándose a la humanidad hasta los ínfimos límites. Esta solidaridad se propone unir a los hombres para la vida sobrenatural. Los evangelios ponderan la importancia de la muerte y de la pasión en orden a la consecución de tal fin.
La Cruz es el símbolo y el compendio de la religión cristiana. Por haber sido crucificado con Cristo, el cristiano ha quedado libre de la ley judaica (Gal. 2, 20), ha sido destruído el hombre viejo pecador (Rom. 6,6) y ha quedado separado del mundo (Gal 6,6). La muerte en la cruz obra la reconciliación y la supresión de la Ley (Col. 1, 20; 2, 14; Ef. 2, 16). Cristo crucificado está grabado de un modo indeleble en los fieles (Gal 3, 1) y su cruz, de la cual se gloría San Pablo (Gal 6, 14) es desechada por los judaizantes (Gal 5, 11) y por los enemigos del apóstol (Flp. 3, 18) por miedo a las persecuciones que la acompañan (Gal 6, 12). (Angelo Penna, doctor en ciencias bíblicas)
Angel Jubera de Eclesalia ha publicado un artículo alabando las virtudes de Jairo del Agua (y que Religion Digital por supuesto reproduce). Ha escrito: "Le pediría a este laico -consagrado a la misión de evangelizar- que no deje de escribir, que no cambie su espontaneidad y frescura, que no deje de compartirnos sus luces"
No es luz rechazar el sufrimiento redentor de Jesucristo en la Cruz, es tenebrosa oscuridad.
Bajo este concepto: "Hoy, desatados de la rígida literalidad de la Escritura y de sus incrustaciones judaicas" podemos negar muchísimas más cosas: los mandamientos, el parto virginal de la Virgen María, los milagros, la ascensión del Señor...
Sin la Cruz y el Justo ajusticiado por mis pecados, entre la madre Teresa de Calcuta y Ghandi, no hay diferencia.
Sin la Cruz y el Justo ajusticiado por mis pecados, entre Cáritas y Unicef, no hay diferencia
Sin la Cruz y el Justo ajusticiado por mis pecados, entre las buenas obras de un católico y las de un ateo, no hay diferencia.
Sin la Cruz y el Justo ajusticiado por mis pecados, Joseph Ratzinger es un hombre vestido de blanco bonachón que visita Israel.
No dudo que Jairo del Agua es una buena persona, pero lamentablemente su rechazo del sufrimiento del Justo en la Cruz vicia todo su discurso, por más chispazos de bondad que tenga.