Releo los pasos nadados
la estela de talco
rellenando con avispas el hueco del cenicero.
Arrojo los dedales y bailo el agua
al borde de una isla
en perpetuo movimiento.
Puedo ser un golpe de acuarela
el tibio intento de dibujar un bozal para el cordero
la armadura para la flor
la partitura para la canción
redoble valiente ante los fríos noctámbulos
cuyos latidos se cronometran con los míos
en el extraño país de las lágrimas.
Sigo ladeando a Newton
bajo nidos de luciérnagas
y coches moribundos.
Soy eterno Robinson
suspiro a tientas
colgado de cuerdas metálicas
rocío vacío frente al rugir del enjambre
la ausencia en el espectáculo del calendario
la fragancia de Casandra adherida
al rompeolas de mi puerto
naufragio puntual en las terminales fatales
de los cincelados meses del reloj
sala de espera sin llamada
ni llamada en espera
no soy quien
en vuestro déjà vu
el quedo azar
pólvora sin prender sobre la sien
frente al mar.