Así que, sí, esta realidad en la que ciertas palabras, las más contundentes quedan heladas en el ambiente, como si nadie se atreviera a ser el primero en decirlas (independencia, guerra, tanques) resulta más estimulante que cualquier lectura. Estamos en medio de una comedia (la de los políticos condenados a decir lo que entienden que les aporta más rédito) que ha devenido tragicomedia (algunos se han dado cuenta de que no han sido capaces de hacerlo, y ahora matizan sus palabras), pero en la que muchos amenazan con la tragedia (la estrategia es, casi única, meter miedo).
Mientras recibo desde Argentina muestras de interés y de objetividad que casi me causan envidia. Pues es difícil contar con la perspectiva adecuada. Mientras no disfruto lo suficiente de una buena entrevista a Javier Cercas pensando en, como escritor afincado en Catalunya pero nacido en Extremadura cual será su opinión sobre el tema. Fijaros: me gustan sus libros, me encantan, leeré, seguro, algún día, su próxima novela, y este conflicto: sí, conflicto, acapara mi atención y me desconcentra de disfrutar con sus palabras. No sólo las suyas, las de muchos otros.
Maldita realidad, qué bien se está soñando.