[7/10] Siempre se ha dicho que los orígenes del cine habría que buscarlos en la pintura rupestre y en su intento por congelar el movimiento y el tiempo sobre una pared. Ahora, como si se tratara de un arqueólogo, Werner Herzog entra con su cámara en la cueva de Chauvet -descubierta al sur de Francia en 1994, con las pinturas más antiguas conocidas- para iniciar un viaje en el túnel del tiempo e irse 32.000 años atrás, para preguntarse por la vida del hombre del Paleolítico e intentar comprenderle a partir de sus restos materiales. Como buen humanista, a Herzog no le interesa sólo la belleza de las formas y la temática de caza o maternidad que se refleja en las pinturas, sino que busca trascender y llegar hasta lo espiritual, de forma que en esas cuevas casi podríamos encontrar el alma del hombre moderno… en su intento por comunicarse con el futuro y recordar cómo trataba de adaptarse al entorno.
“La cueva de los sueños olvidados” es un documental de cine que se eleva por encima de los conocimientos arqueológicos y artísticos, para romper las barreras del tiempo y del especio e interrogarnos sobre nuestros sueños de humanidad. En un mundo materializado e individualista, donde lo tecnológico y lo utilitarista se imponen sobre el misterio y lo espiritual… el director alemán nos invita a dejarnos impresionar por esos mamuts de mirada inquisitiva o a preguntarnos por el significado de esos caballos superpuestos sobre la roca… y concluir que nunca sabremos con seguridad qué pensaban, qué soñaban, qué buscaban esos homo spiritualis. Le interesa la imagen y el sonido -aparecen flautas de hueso en otra cueva alemana que visita- como medios de representación de una realidad temida o deseada, como cauces de comunicación con otros espíritus y otros tiempos, como manifestación de una religiosidad primitiva que apuntaba a la metamorfosis del hombre en animal y que hablaba de su anhelo de permanencia.
Estamos ante una película documental que aspira a ser protocine introduciéndose entre rugosas capas de caliza y estalactitas cristalizadas, ante imágenes de miles de años que quieren representar un espíritu… y que resultan tan reales como si las hubiéramos vivido in situ junto al homo neanderthalensis. Herzog utiliza las 3 D de manera muy acertada y nada gratuita (en eso se asemeja a su compatriota Wenders en “Pina”), sacando partido a esas sombras que permiten dar cuerpo a un espíritu y oír los latidos de su corazón, a esas figuras que aprovechan el relieve de la roca como la cámara lo hace con la tridimensionalidad. Dentro de la cueva, el espectador se sobrecoge y emociona porque… eso lo hicieron hace 32.000 años unos individuos que se reunían para pintar y para tener sus ceremonias en torno al cráneo de un oso rodeado de fragmentos de carbón. Como si se tratara de un sueño mágico y enigmático, se nos hacen presentes fantasmas que parecen querer decirnos algo… y a los que podemos escuchar porque poseen la sabiduría del tiempo. Coros de voces y notas rasgadas de violonchelo nos transportan a esa época que, en cierta medida, es la nuestra… con las mismas inquietudes y deseos.
La cinta de Herzog es un trabajo que trata con respeto una realidad humana inmutable y que se sirve de la tecnología digital, y en el que quizá sobre el epílogo antinuclear y lleno de pesimismo. No hay más historia que la que quiera recrear la imaginación del espectador, ni más suspense que el que puedan alimentar unas flechas dibujadas o unas manos positivadas. Aunque no es una película de palomitas ni destinada a un público que necesite impresiones fuertes, estamos ante un trabajo de gran interés humano y cultural, ante una mirada al cine como manifestación del espíritu que trata de conectar al hombre primitivo con el moderno… en un diálogo tan sugerente como real.
Calificación: 7/10
En las imágenes: Fotogramas de “La cueva de los sueños olvidados”, película documental en 3D distribuida en España por Wanda Visión © 2010 Creative Differences, History Films, Arte France, Werner Herzog FilmProduktion, More4 y Ministère de la Culture et de la Communication. Todos los derechos reservados.