La cultura Cicládica

Por Legionixhispana

A finales del siglo XIX el arqueólogo griego Jristos Tsudas dará a conocer una nueva cultura de la Edad de Bronce prehelénica que nada tenía que ver con la cretense (también conocida como minoica) y la micénica, esta última propia de la Grecia continental. Aunque todavía son muchos los puntos oscuros de la cultura Cicládica, a lo largo del presente artículo intentaremos desgranar aquellas características y particularidades que, al día de hoy y a la espera de nuevos descubrimientos y estudios, son aceptados por la comunidad científica.

Alrededor del III milenio a.C., inicio del Bronce Antiguo, surgirá en las islas Cícladas una civilización marinera y comercial que sabrá aprovechar el contacto con las diferentes comunidades asentadas en el archipiélago del mar Egeo central. El nombre de Cíclada proviene del término griego kiklades, el cual deriva de kiklos (círculo). Con él, los antiguos geógrafos hacían referencia al conjunto de islas situadas entre la Grecia continental y el extremo suroccidental de Asia Menor y dispuestas en círculos alrededor de la isla sagrada de Delos, en contraposición con el resto de islas del Egeo que denominaron como Esporadas (dispersas). Así, en torno a Delos se encuentran Mikonos, Tinos, Siros, Andros, las activas Naxos y Paros, como las más conocidas, además de Milo, Sifnos, Thera (Akrotiri, actual Santorini) y Amorgos localizadas más al sur.

Vista de la actual isla de Mikonos. Grecia.

En el siglo V a.C. el historiador griego Tucídides escribiría: “Minos… dominó las Cícladas y fue el colonizador de gran parte de ellas, después de haber expulsado a los Carios.” (Guerra del Peloponeso, I.4). De ahí que, a partir de este texto, se sostuviera tradicionalmente que los Carios (pueblo de piratas originarios de una región costera de Asia Menor) fueran los primeros pobladores del Egeo Central junto a otras gentes oriundas de Anatolia y que llegaran en oleadas migratorias sucesivas, dando lugar al primer asentamiento humano en muchas de sus islas.

Cabeza de estatua cicládica. Nariz, boca y orejas esculpidas. Ojos pintados y estrías verticales rojas en la mejilla derecha. Mármol paro. Encontrado en Amorgos. Principios del período de las Cícladas II (cultura Keros-Syros) 2800-2300 a. C. Museo Arqueológico de Atenas.

Hasta la década de los 50 del siglo XX d.C., tal vez por la escasez de resultados sobre sus asentamientos previos, se interpretaba que grupos procedentes de Anatolia llegaron a estas islas con una cultura propia, la cual iría evolucionando con el paso del tiempo. Cierto es que en el arte cicládico arcaico existen muchas similitudes con aquel que se desarrolló en Asia Menor, lo que reforzaba la hipótesis de un poblamiento original procedente de estas tierras. Pero las excavaciones y estudios llevados a cabo a partir de los años 60 revelaron que las islas del Egeo ya se encontraban habitadas hacia el 5.300 a.C., es decir, por lo menos desde el Neolítico Final.

Cuando se vino a producir la llegada de estos colonos, las islas se encontraban ocupadas por pequeños grupos dispersos habitando en chozas próxima a la costa, organizados de forma trivial bajo un sistema matriarcal y dedicados a la agricultura y a la actividad minera. Tal vez las gentes venidas desde Anatolia fueran los mismos que introdujeran el culto a la Diosa Madre, garante de la fecundidad, que se vería reflejado en la elaboración estatuaria de los famosos ídolos como veremos. Lo que sí es concluyente es que con la llegada de los colonos dará comienzo la Edad del Bronce en las islas Cícladas.

Figuras tipo Plastira. Figuras masculinas de tipo naturalista “Plastira” de Paros, de pie firmemente en el suelo. La representación bastante detallada de los rasgos faciales y de las orejas se suma al efecto natural. Ojos negros y brillantes de piedra incrustada. La cabeza cónica incisa puede indicar peinado o capó elaborados. Cicládica Temprana I (Fase de Grotta-Pelos). 3200-2800 a. C. Museo Arqueológico Nacional de Atenas.

Antes de continuar, sería conveniente hacer mención a los distintos periodos y cronologías que han sido aceptados a lo largo del desarrollo del Bronce Arcaico de esta nueva cultura: Cicláico Antiguo I (CA I), del 3.200 a 2.800 a.C.; Cicláico Antiguo II (CA II), del 2.800 a 2.300 a.C.; y Cicláico Antiguo III (CA III), entre el 2.300 y el 2.000/1.900 a.C. Por otro lado, cada uno de estos periodos vendrá representado por un tipo de asentamiento concreto que permite definir la evolución de las islas en su conjunto. Así, el CA I quedará representado por la cultura de Grotta-Pelos; el CA II por la cultura Keros-Syros; y el CA III por la cultura Phylakopi I. . A partir de aquí, intentaremos desarrollar esta evolución.

A comienzos del III milenio a.C., los isleños ya conocían el cobre. Las Cícladas siempre fueron ricas en recursos minerales con grandes depósitos de este metal junto a los de plata, plomo y oro. Pero es el cobre el que permitirá desarrollar nuevas herramientas con las que trabajar la piedra, también muy abundante y de excelente calidad en la zona.

Obsidiana. Hojas largas y delgadas de obsidiana con atributos formales y técnicos de las Cícladas, probablemente fabricadas para uso en entierros. Platanos, 2600-2300 aC. Láminas, núcleos, escamas y astillas de desecho de obsidiana. Grandes cantidades de obsidiana importada de Melos, en diversas etapas del proceso de fabricación, se encontraron en Poros Heraklion. La producción claramente superó la demanda local y en parte estaba destinada a ser comercializada en varias partes de la isla. Poros, 3000-2300 a.C. Museo Arqueológico de Heraklion. Creta, Grecia.

La navegación brindó el medio perfecto para ponerlos en contacto con otros pueblos vecinos, a los que proveerán de obsidiana (roca volcánica) y figurillas humanas talladas en mármol, conocidas comúnmente como ídolos, que llevarán a casi todos los rincones del Egeo. Eso sí, los habitantes de las Cícladas no dependerán exclusivamente de la navegación. En su caso, la pesca les proporcionará los frutos necesarios y, aunque en general las condiciones topográficas de las islas eran de continuados relieves y pronunciadas montañas, muchas de ellas dispondrán de tierras fértiles en los valles de altura donde se dará la cría de ganado y el cultivo de cereales.

El portador de copa. Fase de Syros (2800-2300 a.C.). Museo del Arte Cicládico. Atenas, Grecia.

En la primera fase de la cultura Cicládica (CA I), tras los inicios de la colonización, los asentamientos humanos se ubicaron en las faldas de las colinas, siempre abiertas al mar y carentes de fortificaciones y cualquier otra construcción monumental.

En los restos de sus viviendas no aparecieron señales o vestigios en el uso del adobe. Todo lo contrario, las casas se levantarán en piedra exclusivamente, material, como ya hemos indicado, muy abundante en las islas. Pero no sólo los cimientos fueron de piedra, también sus muros divisorios, techos y suelos, a veces estos últimos de tierra. Carecían de ventanas, lo que las harían frías en su interior. Eran de pequeño tamaño, de planta rectangular y contaban con dos estancias comunicadas entre sí y precedidas por un patio abierto.

De piedra fueron también los enterramientos. Los más comunes y con el que se inicia esta cultura prehelénica, que perdurará a lo largo del resto de periodos, eran las tumbas tipo cistas. Se trataron de pequeñas fosas excavadas en el terreno, en ocasiones en la propia roca, de forma rectangular, trapezoidal o circular, cuyas paredes quedaban revestidas con lajas de piedra. En ellos se practicaba la inhumación; los difuntos se enterraban en posición fetal, recostándolos sobre su lado izquierdo, con las manos frente a la cara y las piernas apoyadas en el estómago mientras la cabeza reposaba en una losa a modo de almohada. Otra losa cubrirá la cista y sobre ella se extendía unos treinta centímetros de tierra. Por último, sobre la superficie se añadía un pavimento formado por guijarros redondos. Losas de piedra serán colocadas sobre cada enterramiento a modo de señalización de la tumba.

Pyxis (joyero) de mármol de las Cícladas. Gournes, Creta. 3000-2300 a.C. Museo Arqueológico de Heraklion. Creta, Grecia.

En este primer periodo los enterramientos fueron utilizados para un único difunto. Se realizaban a las afueras del poblado, sobre un espacio dedicado a tal fin, preferentemente en la ladera de un monte abierto a la costa. Se trataba, pues, de un lugar cercano al asentamiento, lo que indica que la comunidad no quería olvidarse de sus difuntos.

La cerámica y los enterramientos sugieren una conexión entre la cultura CA I y la costa occidental del Asia Menor, en concreto con la cultura Caria. En definitiva, durante los años 3.200 y 2.800 a.C. nos hallamos ante el resultado de una evolución del sustrato neolítico nativo y el aporte minorasiático que coloniza las islas.

La transición entre el CA I y el CA II implicará un aumento vertiginoso de los contactos con otras áreas próximas al Egeo. Por ejemplo, las pequeñas islas de la Erimonisia cicládica pasan a convertirse en núcleo de interacción, con el que las Cícladas se situarán a la cabeza de la navegación de cabotaje egea con puerto principal. Un primer circuito marítimo partirá desde el sureste cicládico, descenderá por la costa norte de Creta para, finalmente, subir hasta las costas de la Grecia continental. Lo llamativo es que no se trataban de embarcaciones comunitarias, sino de marinos privados.

Costa de Creta, Grecia.

Los flujos externos también son mucho más frecuentes. La actividad comercial se orientará al intercambio de cerámicas, miniaturas de mármol, objetos de metal y esculturas de marfil y piedra. La explotación de la obsidiana también pudo motivar la llegada de otros pueblos hasta las islas, influencias que se verán reflejadas en la formación de aldeas y a la concentración de su población en ellas.

El “arpista de Keros”, de mármol paro. Principios de las Cícladas II, 2800-2300 a. C. Museo Arqueológico Nacional de Atenas.

La fertilidad de algunas de las islas, en la que también aparece una mejora agraria como el cultivo de la vid y el olivo, junto a los yacimientos de obsidiana en la isla de Melos, el mármol de gran calidad procedente de varias islas como Paros y Naxos y las explotaciones de oro, cobre y plata, originarán el desarrollo de la cultura cicládica que alcanzará rápidamente un enorme florecimiento hacia mediados del III milenio, el cual se mantendrá vigente hasta finales de la Edad de Bronce.

En el periodo CA II las tumbas se empiezan a usar para enterramientos sucesivos. También aparecen las tumbas de “caja”, estructuras con paredes y techos de lajas de piedra.

El aumento de la actividad comercial traerá consigo un nuevo impulso en la navegación (se fabrican modelos de embarcaciones en plomo y se dibujan estas junto a peces en los recipientes) que pondrá en relación directa a los habitantes de las Cícladas con Chipre, Egipto, Creta y el sur de la Península itálica. Ello dará lugar a los primeros emporios en algunas de sus islas y, con ellos, la aparición de la piratería. De ahí que, a finales del III milenio, los habitantes de las Cícladas, bajo una clara influencia cretense, acabaran construyendo algunos asentamientos en el interior protegidos por defensas como murallas, torres y puertas para evitar dicha amenaza y aquella otra procedente de las guerras intertribiales.

Gran Diosa. Esta impresionante pieza (altura 1,40 m), que puede clasificarse justificadamente como una estatua, se distingue por contornos claros, proporciones perfectas y plasticidad de formas. El movimiento latente, indicado por la cadera izquierda superior y el hombro correspondiente y que culmina en la ligera inclinación de la cabeza hacia la derecha, infunde a la figura con un aire de misterio, estableciéndola como el precursor distante de las esculturas monumentales de los tiempos arcaicos. No hay duda de que este es el trabajo de un gran y talentoso artista que logró expresar en mármol el asombro inspirado por la Gran Diosa, envuelto en el misterio. Tal vez sea una estatua de culto que se encontraba en uno de sus santuarios desconocidos, ya que es poco probable que fuera un ajuar funerario. Museo del Arte Cicládico. Atenas, Grecia.

Se evidencia una sociedad mucho más compleja y jerarquizada, donde las viviendas de la población con mayor rango local y sus enterramientos quedan separados del resto por calles pavimentadas con lajas de piedras que también sirvieron para delimitar los patios. Estas callejuelas presentan desagües y retenes para el agua de lluvia, al tipo de las construcciones de la Creta minoica.

Las viviendas también evolucionan con respecto al periodo anterior: cuentan con un mayor número de estancias; disponen de ventanas, generalmente orientadas al mar; los muros y las escaleras se siguen construyendo de piedra y algunos de los pisos son recubiertos por una capa roja aplicada sobre la base de las lajas de piedra. En las puertas se utilizan marcos de madera sostenidas por dintel, además de vigas de madera que permitieron una mayor resistencia a unas construcciones que, normalmente, fueron de dos plantas. Muchas de ellas contaron con un piso subterráneo excavado a modo de sótano destinado al alamcenaje de grandes jarras de aceite o vino y al que se accedía a través de una escalinata. Buen ejemplo de este tipo de viviendas las encontraremos en Thera (Akrotiri, la actual Santorini).

Viviendas de Akrotiri, antigua Thera. Santorini, Grecia.

De esta forma, la cultura cicládica se convierte en una cultura eminentemente urbana a partir del año 2.000 a.C., representada por navíos de largo alcance capaces de atracar en puertos tan alejados como el de las costas de las Islas Baleares, el sur de Francia y las orillas de Portugal, destinos todos ellos donde se ha constatado presencia de este fructífero comercio. Entre los límites del III y II milenio a.C. las comunidades de las Cícladas llegarán a alcanzar un nivel de desarrollo superior al que se vivía, por ejemplo, en las poblaciones de la Grecia continental. Egina, Melos, Paros, Samos, Naxos y Thera se convierten en enclaves del circuito comercial insular y centro de intercambios culturales y económicos con el resto del Mediterráneo.

Sartén de cerámica con decoración incisa. Principios del período de las Cícladas II (cultura Keros-Syros). 2800-2300 a. C. Museo Arqueológico Nacional de Atenas.

Se comercializó con todo tipo y variedad de productos propios: vasijas, salseros, sartenes de cerámica, cuencos, píxides cónicas, pithoi, kernoi, vasos, joyas, herramientas de bronce y así un largo etcétera. Pero dentro de la cultura material de estas islas el producto estrella fue, sin lugar a dudas, los conocidos como ídolos, es decir, figurillas con forma humana cuyo denominador común eran sus perfiles redondeados, la ausencia de detalles y la esquematización.

Figurillas representando a mujeres con los brazos cruzados bajo el pecho, mujeres embarazadas, mujeres con sus hijos sobre la cabeza. Todas ellas en clara alusión a la Diosa Madre, divinidad de la fertilidad y, en consecuencia, de la abundancia de los frutos. Por el contrario, no se puede asegurar que en esta cultura existieran espacios destinados a su culto, aunque ciertos vestigios permiten vislumbrar la presencia de lugares sagrados abiertos al aire libre o en el interior de grutas, lo que sugeriría la celebración de ceremonias con ofrendas, libaciones y sacrificios de animales, cuyas cenizas, tal vez, fueran depositadas sobre una roca, símbolo de la gran Madre.

Mujer cruzándose los brazos, variedad Spedos. Naxos. 2800-2300 a. C. M.A.N. Atenas.

Uno de los problemas con los que se ha encontrado la arqueología moderna es el hallazgo de estas figurillas en contextos poco definidos, de ahí que aún no se tenga claro cuáles serían las verdaderas funciones de estos ídolos. Por ejemplo, otros tipos de ídolos son mucho más esquemáticos, como aquellos denominados ‘forma de violín’. Existen aquellos que evolucionan para representar la vida en sociedad, como fueron los denominados músicos, aunque siempre respetando su característica esquematización que los convierten en el primer capítulo de la plástica europea prehelénica. Sirvieron como ofrendas funerarias, marcadores de tumbas, representaciones de divinidades, aunque también muchos de ellos pudieron tratarse de simples objetos hogareños, además de juguetes. Hay autores que ven en estas figurillas femeninas el anticipo de las futuras ninfas, es decir, acompañantes del difunto en su viaje al más allá.

Figuras con formas de violín y esquemáticas. Cicládica Temprana I (Fase de Grotta-Pelos). 3200-2800 a. C. Museo Arqueológico Nacional de Atenas.

Parte delantera de toro. Phylakopi, Melos. Siglos XIV-XII a.C. M.A.N. de Atenas.

Como ya hemos indicado, las islas de Paros y Naxos fueron muy ricas en mármol (este hecho quedará constatado a lo largo de la historia, tal y como se verá en la rivalidad mantenida durante la monumentalización de la isla de Delos), el cual será tratado mediante abrasivos hasta adoptar su forma tan distintiva y característica.

Todo parece indicar que esta cultura alcanzó una gran prosperidad durante el período del Cicláico Medio y Posterior, la cual supo aprovechar su privilegiada posición geográfica como puente entre Europa y Asia. Su declive comenzará en el momento en el que Creta empieza a ganar poder. Alrededor del año 1.500 a.C., se produce una enorme erupción volcánica en el mar Egeo que no sólo afectó a Thera, sino al conjunto de las islas. Esta catástrofe natural, acompañada de grandes terremotos y maremotos, parecen haber sido los responsables del definitivo declive cultural cicládico y del inicio de una marcada influencia micénica que se dejará sentir hacia el año 1.450 a.C. en todas las islas del mar Egeo.

Autor: Javier Nero.

Enlaces de interés:

  • Galería de imágenes en Pintarest de las piezas de la Cultura Cicládica expuestas en el Museo Arqueológico Nacional de Atenas (pulsa aquí)

Bibliografía:

  • El arte cicládico (R. Agusti Torres)
  • Historia y mito de las Cícladas: una aproximación hermenéutica a los ídolos de mármol (Dr. Julio López Saco)
  • El arte cicládico (Maria Isabel Rodríguez López)
  • Arte griego. Las Cícladas (Alicia Montemayor)
  • Historia de la antigua Grecia (I) (V.V. Struve)
  • El desarrollo cultural de las Islas Cícladas durante el Bronce Antiguo a través del mundo funerario (Oihane González Herrero)

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