Empieza septiembre lo que hace parecer que estamos de vuelta del verano, que no de viaje ni de vacaciones porque este año, este verano me ha quitado las ganas de casi todo. Aunque más que las ganas ha quitado la posibilidad de muchas cosas, como de ir al cine este otoño, de darme un pequeño lujo en la peluquería, de hacer algo extravagante como comprar un cd… Todo esto, y mucho más, es mucho menos posible a partir del día 1 que nos ha subido los precios y nos ha bajado los “poderes adquisitivos” de mucho de nosotros.
Muy sangrante es la subida del IVA de la cultura que hace que sea de las más caras de toda Europa. La realidad es que este hecho ha indignado mucho a los medios de comunicación y a “culturetas” elitistas así como a todos aquellos que viven de la música y que se unieron a la guerra contra internautas en la batalla contra la piratería. Pero no ha parecido molestar a gente de otros sectores. Esto es así porque a veces olvidamos que la cultura es necesaria, insisto necesaria, para todos. Este verano escuchaba una entrevista en la magnífica (hasta este verano por lo menos) Radio3 con la científica Margarita Salas y mientras explicaba las diferentes etapas de su carrera ponía banda sonora a las mismas. No faltaba Bach, no faltaban óperas ni conciertos de las orquestas de aquellas ciudades donde había vivido y ejercido su profesión. La realidad es que no existe entrevista con médico, investigador, matemático u otra cualquiera persona de ciencia en la que no cite a un escritor, filósofo, poeta o músico. La cultura es un conjunto unitario que el ser humano necesita. Está claro que no es el oxígeno ni el alimento, pero también es claro que todos los personajes relevantes de la historia de la humanidad eran personas cultas, fuese cual fuese su campo. Está claro que con el terrible recorte que ha sufrido la investigación científica en este año andarán mucho más preocupados por ese tijeretazo que por el hecho de comprar una entrada a un espectáculo mucho más cara, pero lo cierto es que todo hombre de ciencias necesita para su completo desarrollo alimentarse de los campos propios de las humanidades, necesita de Proust, de Joyce, de Rossellini y de Bergman. Es inseparable y por todo esto es fácil imaginar el tremendo daño que nos va a causar que la cultura sea un artículo “común”, un bien más, que no sea considerado necesario ni disfrute de un impuesto reducido. Está claro que no nos salvaría de ser rescatados ni aumentaría la confianza que ya no tienen los mercados en nosotros, pero nos haría mejores y nos ayudaría a intentar sobrevivir. Porque si algo nos da el cine, la música, la danza y el teatro es la posibilidad de abstraerte y regalarte un pedacito de ilusión, y esto en este momento es como el oxígeno o el alimento, al menos para mí. Nos queda un resquicio, inmenso, de esperanza: los libros, siempre que no sean electrónicos, es esta la cultura del 21, que no del siglo XXI.