Se olvidaron de la Luna y enfocaron sus esfuerzos en conseguir que la tripulación regresara a salvo a la Tierra.
En este contexto, la frase ‹el fracaso no es una opción› sugiere que tanto el personal de tierra como los astronautas del Apolo 13 mantuvieron la calma en los momentos más críticos y no se dieron por vencidos hasta encontrar una solución.
Hasta aquí, nada que objetar a esta expresión.
Mostrarse positivo, seguro de sí mismo, y confiar en que las dificultades se pueden superar es una valiosa manera de enfrentarse a los problemas.
Ahora bien, por otro lado y ya en el ámbito laboral, poner demasiada presión sobre la gente y crear un clima donde se obligue a tener siempre éxito y ni siquiera se contemple la posibilidad de fallar, puede ser temerario e incluso tener un impacto negativo en la Organización.
El fracaso sí es una opción.
Peter Drucker decía que las empresas deberían identificar a aquellos empleados que nunca cometen errores y despedirlos, ya que aquellos que no se equivocan es porque nunca hacen nada interesante.
En la historia hay grandes descubrimientos que se debieron a descuidos y errores. Uno de los ejemplos más famosos fue el de la penicilina, que fue descubierta después de que Alexander Fleming olvidara guardar una de las placas que analizaba con la bacteria del estafilococo. La placa permaneció durante varios días junto a una ventana abierta y para cuando Fleming se dio cuenta, la muestra se había echado a perder. Un hongo la había infectado -el penicillium- y ¡matado la bacteria!
Gracias a ese "accidente" desde entonces se han salvado infinidad de vidas. Nunca se sabe qué podemos aprender de un pequeño fallo o una simple metedura de pata.
Aprende de los errores y permite a otros fallar para que puedan aprender.
En la sociedad de hoy día en la que domina el perfeccionismo, mostramos muy poco aguante y también muy poca paciencia ante los fallos y errores de los demás. Somos humanos y todos cometemos errores, pero a la hora de la verdad parece que esa máxima sólo rige para uno mismo y no para las personas que nos rodean. Esta falta de tolerancia provoca que haya miedo a fallar. Y como hay miedo a fallar, dejan de intentarse las cosas.
Es verdad que no todos los errores son iguales.
Por un lado, hay errores simples totalmente previsibles y evitables en los que caes por no haber estado más atento. En estos casos, una sola vez debería ser suficiente para no caer de nuevo, pero siempre será necesario tener un propósito de cambio.
Y por otro lado, hay errores más complejos a los que no se les ve venir, como por ejemplo el hecho de haber tomado una difícil decisión que ha desembocado en un mal resultado. Se dice que cuando nos equivocamos, lo primero es reconocer y admitir el error. Y es cierto. Hay que dejar a un lado la vergüenza y la culpa que podamos sentir y aprender de ellos. Puedes preguntarte por qué sucedió y qué factores influyeron, qué pequeños errores dieron lugar a uno más grande, qué otras alternativas había que no se tomaron, qué cambios habría que introducir para que la situación no se repita de nuevo, etc.
Hay un dicho muy apropiado que dice:
"El buen juicio viene de la experiencia y la experiencia viene del mal juicio"Mi manera de interpretarlo es que la experiencia viene de los ajustes que hacemos ante la lección aprendida por las malas decisiones que tomamos.
¿Y qué se aprende de haber fallado?
1- Conocer algo que antes no sabíamos.
2- Experimentar lo que funciona y lo que no.
3- Nos sirve de advertencia.
4- Nos hace más humildes.
5- Estimula el cambio.
6- Conocemos mejor nuestras propias debilidades.
En definitiva, dentro del objetivo de tener éxito y acertar con el proyecto que se tiene entre manos, también hay que estar preparado para fallar. No es que se busque el fracaso, pero si llega, hay que tomárselo con tranquilidad, profundizar en él y ver qué se puede sacar de esa experiencia.
Fuente: https://manuelgross.blogspot.com/2016/11/desarrollo-personal-la-cultura-del.html