(Publicado en 14ymedio.com)
Una estrategia inteligente por parte del gobierno con vistas a la participación de la sociedad civil oficial en la reunión correspondiente de la Cumbre de las Américas, hubiera sido presentar una delegación llena de proyectos y de buenos resultados que miraría por encima del hombro a los advenedizos de la sociedad civil alternativa.
La cobertura que la televisión cubana ha dado –donde la palabra cubrir funciona mejor en la acepción de tapar— permite sin embargo identificar que los objetivos trazados para el civilismo oficialista estuvieron anclados en la época de la guerra fría: Llevaron un aguerrido espíritu a Panamá con la clara directriz de no reconocer a la sociedad civil independiente y silenciar en la medida de las posibilidades, sus intervenciones en el foro.
No sé si luego de tanta lectura de Granma mi “granmática” se encuentra tan aguzada que donde otros leyeron indignación patriótica, yo vi falta de argumentos, donde maniobras contra Cuba, yo lo interpreté intención de boicotear el evento. Una vez más tuve que escuchar cómo sin pudor los representantes del más rancio oficialismo se apoderan de la patria y se creen con el derecho de privar de ella a gente que no piensa como ellos, pero tiene libre albedrío; y me privan también a mí que no me siento representada en ninguna de sus instituciones.
Una mención aparte para el incidente en la estatua de Martí. Definitivamente los cubanos deberíamos hacer de la devoción martiana un asunto privado y no un comodín político, habría que establecer una moratoria de su uso público para poder poner a Martí en su justo lugar. Pero al margen del zarandeo a que ha sido sometido ese cubano enorme, sentí pena ajena. Un país amigo, acoge un evento con resonancias mundiales, y “nuestra verdadera sociedad civil” elige de todos los caminos posibles para denunciar su indignación la chusmería y la violencia.
Declaraciones de algunos de los delegados de esa sociedad civil dejan claro que prefieren dialogar con el “enemigo del Norte que nos desprecia”, pero no con el vecino del barrio, con el cual podrán tener profundas diferencias pero con el que comparten territorio y carné de identidad.
No sé cómo tratará la opinión pública internacional estos penosos eventos, pero al interior de nuestro desinformado país, el resultado ha sido un éxito. Para mi vecino Tomás, los cubanos no incluidos en la delegación oficial no son más que terroristas y mercenarios. Tanto repetir una mentira se convierte en verdad a los efectos de hacer propaganda, y mucho que se han usado ambos adjetivos en los últimos tres días; pero tampoco creo que esa escalada de insultos sea la antesala de una especie de Revolución Cultural de los jóvenes talibanes, como con temor me expresara una amiga. El gobierno no necesita experimentos con más sorpresas que certezas.
Al escribir estas notas no tengo la menor idea de cómo transcurrió el evento puertas adentro, pero la imagen de la delegación oficial cubana, y es una impresión formada exclusivamente con lo visto en la televisión, es de que hasta los más moderados observadores internacionales podrán confirmar con esta presencia en Panamá de cubanos de diferente signo, la falta de democracia imperante en nuestro país.