En la soledad del cielo, sin nadie y sin nada, sin puertas ni ventanas, sin alma, sin cuerpo, sin brisas ni alas; tomo con mis manos, manos y manos de recuerdos que no son nada; y me ato fuerte a la baranda que pende del firmamento para asomarme a su paisaje de cumbre emboscada.
No hay gente, no hay nada, no hay recuerdos ni se sienten frías las miradas. No hay paisajes, ni sueño hay ni almohada...
El ciclo se ha cerrado y el cielo se siente solo si el corazón no dice nada.
Baja pues junto al calor de mi mirada, que mis manos te sabrán tejer un corazón nuevo con las viejas hebras de tu coraza.