Desde que este sindiós comenzó el pasado 27 de septiembre, el asambleario partido liderado por Antonio Baños ha mantenido una cruenta guerra intestina con el único afán de sacar a Mas del Palau de la Generalitat, mientras que este peleaba por agarrarse a su despacho de la plaza de Sant Jaume a cualquier precio. Más allá de los resultados de las urnas, la independencia forma parte de los sueños onanistas de unos y otros. Todos los que ahora conforman el arco parlamentario nacionalista en Cataluña han querido formalizar su relación con esa novieta que, como la falsa moneda, se ha paseado de mano en mano mostrando su falta de valor, pero que los secesionistas han querido darle carácter de tesoro escondiendo su interior de chocolate bajo una cubierta de papel dorado con el que creían ser capaces de resolver los problemas de Cataluña.
La cosa es que, rechazado el pago en ese gran supermercado de soflamas antisistema en el que han convertido el proceso soberanista, el nuevo mártir de la independencia catalana, dice que se echa a un lado. Pero lo hace para morir matando. Nuevamente, el gobierno en funciones se atrinchera en el inmovilismo, para dejar al frente del ejecutivo catalán a otro de los tapados de las listas de la maltrecha Convergencia Democrática de Cataluña. Si el president saliente era el cuarto en la relación de aspirantes de ese invento llamado Junts pel Si, que el mismo parió para disfrazar la retahíla de escándalos del partido fundado por Jordi Pujol, el radicalizado alcalde de Girona, era el tres. Eso sí, su fama de independentista, le aventaja con respecto al sacrificado Artur en los cariños de la CUP, engatusados al saber que contarán con alguien capaz de echar gasolina sobre el incendio que ellos mismos han provocado. La CUP está tan convencida de la capacidad de Carles Puigdemont para guiarlos hacia la luz separatista, que incluso han entrado en el juego sucio del transfuguísmo prestando dos de sus diputados a Junts pel Si.
Por el momento, el único que parece estar por la labor de encenderles la linterna es Pedro Sánchez que ya le hace ojitos a Ezquerra Republicana de Catalunya, socio de gobierno de Puigdemont, con tal de lograr los apoyos “progresistas” para vencer a Rajoy. Cegado como está Sánchez por el mismo humo que no permitió a Mas ver que había perdido las elecciones, habrá que estar atentos a la dirección en que sopla el viento porque el incendio amenaza con extenderse a Madrid.