El origen de esta novela lo podemos encontrar en el libro, del que también es coautor, Cuando llegan las musas, en el que se recopilan los tics de algunos escritores, sus pasiones, sus costumbres, en definitiva sobre el oficio de escribir. En el capítulo dedicado a Martín Gaite, ya adivinamos el germen de lo que luego será esta novela.
Ahora bien, a diferencia de la mayoría de las novelas donde según va avanzando la historia éstas empiezan a decaer, La dama de los cuadernos, por el contrario, cobra más fuerza. Esta evolución coincide, por una parte, con el crecimiento de su hija, cuya figura se va desfigurando, aunque siempre está presente a modo de pequeñas alusiones, “¿Ves Torci, lo mucho que me ayuda hablar contigo?” (p.105); y por otra, ya que cronológicamente coincide con el nacimiento de la vida literaria de Martín Gaite: su primer premio de relato corto Café Gijón por El balneario, el premio Nadal en 1957, su colaboración en Revista española, las tertulias con sus amigos Aldecoa, Rodríguez Moñino, Alfonso Sastre, y muchos más, todos ellos representantes de la Generación de los Cincuenta, o del Porvenir como a ella le gustaba llamarlos, y por supuesto, Sánchez Ferlosio, que luego sería su marido. Luego vendrá la publicación del resto de sus obras, las conferencias, los cursos en Estados Unidos, su tesis de doctorado sobre Macanaz, un ilustrado del XVIII a quien le restituyó su memoria… y admirablemente, a partir de aquí, la novela toma otro cariz. Cremades comienza a sentirse más cómodo en la voz de la propia Gaite. Se aprecia que conoce bien su obra y su vida, y es ahora cuando la novela va ganando en naturalidad y sinceridad, convenciéndonos y trasmitiéndonos finalmente los anhelos de ambos autores, que en definitiva son los mismos: el amor por los libros, la pasión por la escritura y el placer de ir anotando retazos aislados de toda una vida en los cuadernos, pues parafraseando a Carmen, o a Raúl, qué más da, la vida es igual que un cuaderno nuevo donde todo está por hacer, y en el que anotamos diversos asuntos, reflexiones sobre libros, pensamientos disparatados o sensatos, en definitiva un collage, de los que tanto le gustaba realizar a Carmen, sin orden ni concierto, pero que va configurando la cartografía personal de cada uno.