La dirección ha correspondido a Simon Curtis, al que recordamos por una película con encanto como fue Mi semana con Marilyn, que decidió hacer esta película, utilizando como fuente un documental de la BBC, titulado: Buscando al pintor Klimt, para hablarnos de la vida de María Altman. Y es que en 1998, el gobierno austriaco aprobó una ley en la que el estado devolvería a sus propietarios todas las piezas u obras de arte requisadas a los judíos por los nazis durante la 2ª Guerras Mundial. Su realizador nos cuenta la lucha de esta mujer para recuperar su patrimonio. El referente más cercano es Monuments Men, dirigida por George Clooney. La cinta presenta un ritmo razonablemente dinámico, teniendo en cuenta que los diálogos priman sobre la acción que se reduce a una escena. Por otra parte, algunas veces somos críticos con el abuso de los Flashback en el cine actual. Sin embargo, en este caso, se usan en el momento adecuado y para explicar los sentimientos de la protagonista en unas situaciones concretas del pasado.
La dama de oro es una película histórica con ciertos toques caprianos en la que se apoya al más indefenso, defendiendo una causa justa. No sólo nos entretendremos con su visionado, sino que nos invita a pensar que nunca hay que rendirse ante una injusticia y que, a veces, el esfuerzo tiene sus frutos. El valor de la familia se potencia y se explica el daño que causa una separación traumática en la que se explica el modo de afrontarla, destacando la necesidad de mantener el recuerdo vivo para no olvidar todo lo que te dieron sin esperar nada a cambio (publicado en Páginas digital).